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Escoged a quién queréis servir (Jos 24,14-29)

La vida es una sucesión de elecciones. No son sólo las políticas las que marcan el devenir de la Historia sino las pequeñas decisiones personales que van surcando la tierra y dibujando caminos donde antes, a veces, no existían.

Hoy se nos lanza una frase que no tiene edad ni fecha de caducidad. Hoy se nos llama a elegir, una vez más. ¿A quién quieres servir? ¿A los pies de quién quieres poner tu vida? No nos engañemos. Hay personas que han decidido servir al dinero, y por dinero son capaces de venderse a sí mismos y a los que les rodean. Hay personas que han decidido servir al poder, y para alcanzarlo son capaces de traicionar sus principios más preciados. Otros han decidido servir al deporte, otros a su imagen, otros a la seguridad, otros al bienestar físico, al placer sexual… Otros han optado por servirse a sí mismos, desencantados del prójimo. ¿Y tú?

No vale engañarse. Sirves a aquello que marca tus decisiones. Sirves a aquello a lo que dedicas más tiempo. Sirves a aquello que pasa por delante de lo demás. Sirves a aquello que no estás dispuesto a dejar.

La propuesta cristiana, a la que yo intento dar respuesta, es servir al Señor. A ese Señor que hace historia conmigo, que me conoce y me ama, que me perdona, que ha traído su Reino para que vaya cambiando el mundo poco a poco. A veces me despisto. Y me doy cuenta de que le sirvo sólo de boquilla. Otras veces me descubro firme y ordenando mi vida a su alrededor. Sirvo al Señor. Y aún puedo servirle más.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Aquí tienes mi pesebre, no tengo más… (Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16)

No es una noche para el recuerdo. No es la conmemoración de un aniversario. No es simplemente algo que pasó hace muuuucho tiempo. No. Me equivocaría si vivo esta noche de esta manera.

PesebreEsta noche es la Noche porque celebro que el Dios en el que creo vive. Está vivo. Nace en mi cada día. En esta morada humilde que soy yo. Dios decide venir a la vida, además, en lo peor, en lo más oscuro, en lo más pobre y maloliente que tengo. En aquello de lo que me avergonzaría ante sus ojos. En aquel espacio de la casa donde nunca dejaría entrar invitados. En ese «yo» escondido que no muestro a nadie. En ese «yo», en ese justamente, es donde Él DECIDE nacer. Ahí. Aquí.

Me produce hasta estupor asumir esto… Y, a la par, me conmueve el corazón. ¡Cuánto amor! ¡Cuánto me ama!

Esto celebraré esta noche. Celebraré un amor que me desborda, una decisión difícil de entender, una locura de Dios. Celebraré su ternura, su abajamiento para mirarme a los ojos, su delicada palabra para tocarme el corazón y salvarlo.

Hoy celebro que no tengo más que este pobre pesebre, Dios opta por Él y decide hacer de él la gran plataforma para lanzarme a las estrellas. Hoy celebro que el mundo ha sido salvado y sigue siendo mirado con amor por su Padre Creador. Hoy celebro que Dios ha decidido acompañarme en el frío, en la necesidad, en las lágrimas, en la pobreza, en la soledad, en la enfermedad, en el dolor y también en la esperanza de una familia cualquiera, abrumada por los acontecimientos, pero confiada en el Señor.

Aquí tienes mi pesebre, Jesús.

Un abrazo fraterno y ¡Feliz Navidad!