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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Jueves 1º Ciclo B

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Mt 7,7-12

No es fácil vivir correctamente lo que nos dice hoy la Palabra. Seguro que alguna vez te has sentido decepcionado al entender que le habías pedido a Dios alguna cosa y… no sucedió. Le pedimos que se cure el abuelo, que no se muera mi amigo, que me ayude con las notas, que me llegue un trabajo… Pero muchas veces se lo pedimos como esto de creer fuera un truco de magia. Y Dios no es una malabarista de deseos.

Por eso, es bueno buscar, pedir, acudir a Él y pedirle lo que haga falta pero siempre apostillando «pero que sea haga tu voluntad y no la mía». Y vive en paz lo que te llegue. Al menos sabes que Él estará viviéndolo a tu lado.

Pedir, buscar y llamar (Mt 7,7-12)

Tres verbos que marcan un estilo de persona de fe, un estilo se seguidor de Jesús, de creyente, de criatura ante su Creador.

PEDIR. Porque le necesitamos. Porque no lo tenemos todo. Porque no somos en plenitud. Porque somos frágiles. Porque sin Él estamos incompletos.

BUSCAR. Porque la fe es un camino. Porque llevamos en el corazón el anhelo profundo de la felicidad. Porque tenemos más preguntas que respuestas. Porque Dios sigue siendo Misterio.

LLAMAR. Porque somos huéspedes. Porque somos invitados por Otro. Porque nos espera un lugar maravilloso, una tierra prometida. Porque es signo de querer entrar y ser acogido.

No se trata tanto de que Dios nos complazca como de complacer nosotros el sueño que tiene para cada uno. ¿O no?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Orar es algo más (Mateo 7, 7-11)

Leo las lecturas de hoy después de haber disfrutado ayer con este vídeo presentación de May Feelings. Y me encuentro con el «pedid y se os dará» del Evangelio y pienso que no es casualidad…

Yo rezo de muchas maneras- Hay veces en las que siento simplemente que me pongo en presencia del señor, que me pongo delante de Él, me presento ante Él para que me acaricie, me vea, me acoja… Hay veces en que mi oración es una auténtica conversación, hablando, diciendo, pidiendo, contando, compartiendo con el Padre todo: lo que me preocupa, lo que anhelo, mis preocupaciones, mis inseguridades… A veces pido con fuerza por cosas o personas concretas y pienso que ese «estar en comunión», ese «unirme a muchos en oración por algo» es efectivo… Creo que esa fuerte voz llega al Padre con fuerza. Me encantó oír al Papa Francisco comentar que hay que orar incesantemente hasta «incomodar al mismo Dios».

Pero orar además tiene un tremendo efecto preventivo que yo, cada día noto más: previene del engreimiento, de la soberbia, de la autocomplacencia y la suficiencia. Me encantan las palabras de Moisés a su pueblo de la primera lectura. ¡Qué fácil es olvidarse de Dios cuando todo va bien! ¿No es esto tremendamente actual? El hombre ha dado de lado a Dios, le ha vuelto la espalda, se ha creído todopoderoso y ha olvidado toda una historia de salvación para la humanidad…

Recemos, recemos por y para otros y por y para nosotros mismos. La oración es alimento y medicación.

Un abrazo fraterno

¡Al Señor se lo pedí! (I Samuel 1, 9-20)

El Señor es poderoso. Eso nos vienen a decir las lecturas de hoy. Él todo lo puede.

Creo que esto lo ponemos a veces en entredicho y pensamos que no es así. Otros se decepcionan porque piden y no se les concede lo solicitado. Y otros se regocijan cuando se hace realidad en sus vidas aquello por lo que tanto clamaban a Dios.

Yo creo que Dios es topoderoso. Y creo que hay que hablar con Él y también pedirle presentándole mi vida, mis sueños, mis aspiraciones, mis anhelos… Pero también estoy convencido de unas palabras de Tomás Moro: «Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor». Hay cosas que no pido porque no me parecen anhelos profundos. Dios no es una lotería al que se le pide a ver si toca. Es una relación profunda de amor en la que uno tiene derecho a pedir, a expresar…

La historia de Samuel me parece preciosa. Tal vez el camino de Ana tenía que llevarla a ese punto para descubrir a ese Dios y para descubrirse a ella misma.

Un abrazo fraterno

Tu fortuna te llenó de presunción (Ez 28, 1-10)

Es verdad que normalmente uno le pide a Dios que las cosas le vayan bien, que la enfermedad no le visite, que no haya fantasmas económicos,  etc. Pensamos que «una vida próspera» es lo mejor que nos puede pasar. Sin embargo, leyendo esta Palabra de Ezequiel de hoy, caigo en la cuenta de que la fortuna tiene un peligro: la presunción, creerse que uno lo ha conseguido todo por sus méritos, pensarse invencible y poderoso, confundir el don…

No es que a partir de hoy vaya a pedir que me vengan desgracias pero sí voy a intentar descubrir en las dificultades, en la debilidad, en el contratiempo… una oportunidad magnífica para conocer a Dios, para amarlo más, para necesitarlo más, para conocerme más…

A veces la fortuna y la perfección es magnífica pero puede ser una losa. Mejor que la vida transcurra sin pedir nada y, lo que venga, intentarlo vivir desde Dios y con Dios.

Un abrazo fraterno

Encomienda a Dios tus afanes (Sal 54)

Mucha gente le pide a Dios que le resuelva los problemas. La vida es dura y difícil. Hay quien parece no haberse enterado todavía. Dios no pone ni quita cosas. Pero lo que dice el salmo hoy es distinto: pedirle a Dios que cuide de mi, de mis propósitos, de mis proyectos, de mis sueños… que me cuide en lo que el día traiga a bien aportar…

Por otro lado es algo obvio. No puedo creer que si no se lo pido Dios me abandone pero creo que el efecto de pedirlo es más en personal: es la actitud de pedir ser cuidado, reconocer que necesito ser cuidado, sentir que me cuidan. Ese efecto es renovador, balsámico y transformador… ¿O no?

Un abrazo fraterno