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Celebrando a #Calasanz – 25 de agosto

Sé que el día está ya lavándose los dientes, con el objetivo de meterse en la cama. Ha anochecido y el calor comienza a dar tregua. Las ventanas están abiertas. Corre un poquito de osada brisa. Huele a incertidumbre. La gente está preocupada. No sabemos vivir con un nivel tan alto de inseguridad. Es lo que hay.

Tal vez mirar hoy a Calasanz pueda darnos algunas pistas para encarar el curso que comienza:

  1. Mirar la realidad. No podemos volver al cole pensando en «lo de antes». Abramos bien los ojos y miremos. Miremos lo que estamos viviendo y cómo lo está haciendo cada uno. Recorramos los «trasteveres» de nuestras aulas, conozcamos las realidades familiares, las emociones que bullen, los dolores, las inquietudes, los fracasos, los temores… Toda medida que no parte de la mirada a la realidad está condenada al fracaso.
  2. Los niños en el centro, no los medios. Por mucha incertidumbre que estemos viviendo, hay una certeza: los niños son el sentido de nuestra vocación. Con más o menos medios. Con mayor o menor apoyo institucional. Con mayor claridad o menor. Los niños, nuestro Cristo particular.
  3. Educación integral, piedad y letras. La escuela no es una máquina de transmisión de conocimientos. No es sólo eso. Tampoco es un parque de atracciones, en el que divertirse ante todo. Ni es una fábrica, ni un laboratorio. Es un lugar de crecimiento personal, de construcción, de descubrimiento de uno mismo y del mundo. Es un lugar de encuentro con el otro. Es un semillero de felicidad, en el sentido pleno de la palabra. El espacio donde mente, corazón, cuerpo, espíritu… se abren, se expanden, se esponjan…
  4. Decisiones audaces. Ya no sirve el «siempre se ha hecho así». Tal vez haya que dejar brotar nuevas maneras de comunicarnos con los alumnos y sus familias. Tal vez haya que dejar surgir iniciativas valientes y arriesgadas. Tal vez haya que romper ciertos clichés, derribar ciertos muros y acercar a docentes y familias. Sin miedo.
  5. Confianza en Dios y búsqueda de soluciones. Y recordar que estamos en manos de Dios, que Él nos cuida, nos protege y nos orienta a través de su Espíritu. Pongámonos en sus manos. Y a la vez, luchemos. Interpelemos a las autoridades, a los inspectores, a las administraciones… a unos y a otros, para que las soluciones sean justas, dignas, ecuánimes, proporcionadas…

Ojalá Calasanz nos ilumine en estos tiempos que corren. Y que juntos lo hagamos presente, un año más, en nuestras aulas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Bienaventurados… los maestros (Lc 6,20-26)

Permitidme que hoy, al leer el Evangelio, haya recurrido inevitablemente, en este comienzo de curso, a algunas bienaventuranzas del maestro de Jesús Alberto Rivas, de las que he hecho una pequeña adaptación lingüística. Bienaventurados…

Bienaventurado el maestro que disfruta dando lo que tiene: será rico por lo que supo dar y cómo lo dio.

Bienaventurada la maestra que vive y disfruta sembrando: otros recogerán lo que ella sembró.

Bienaventurado el maestro que se vacía de sí mismo para llenar el alma, la mente y el corazón de sus estudiantes: su esencia permanecerá en las futuras generaciones.

Bienaventurada la maestra que se muestra tal como es: sus estudiantes le recompensarán con la misma medida.

Bienaventurado el maestro que se involucra en su tarea con todos sus valores y capacidades: su compromiso será su mejor valor.

Bienaventurada la maestra que además de los conocimientos, aprende a llevar a la pizarra los sentimientos que afloran en clase: le llamarán «persona».

Bienaventurados los maestros y maestras que estando con los pies en la tierra, no olvidan a Dios que habita en el cielo: no les faltarán nunca fuerzas para seguir educando hombres y mujeres que vivan volcados, no solamente para sí mismos, sino orientados hacia el bien de los demás.

Todo comienzo de curso es apasionante

En muchos colegios, hoy se estrena el curso. Muchos de los niños, niñas y jóvenes de este país, comienzan hoy sus clases. Muchos de ellos lo harán ilusionados, con ganas y con buena actitud. Para otros, el comienzo de curso marca el final del verano, el final de la libertad, del tiempo libre para hacer lo que a uno verdaderamente le gusta y el comienzo de la dictadura de la rutina estudiantil. Para mí, como profe, es una nueva aventura, una apasionante aventura que requerirá de mí lo mejor.

Empiezo con mucha energía. He optado por dedicar el verano a descansar con mi familia y con mis hijos, que tanto sufren mi ausencia durante el curso. Necesitaba reponer energías, cargar pilas, vaciar la cabeza y empaparme también de una vida que, seguramente, iré ofreciendo a gotitas en mis clases. Porque los profes tenemos que tener algo que ofrecer… y no sólo son conocimientos. ¿Qué ejemplo estaríamos dando si sólo supiéramos trabajar y pensar en las aulas, y en los proyectos, y en las innovaciones, y en las gamificaciones, y en las novedades para este año…? Nadie puede ofrecer lo que no tiene.

En estos días de claustro, previos a la apertura de las aulas, ya estoy cogiendo velocidad. Estoy intentando mejorar algunos aspectos que el año pasado me quedaron un poco flojos: una mejor planificación de mis clases, buscar recursos que puedan ser buenos para los diferentes temas con más tiempo, estudiar maneras de presentar los contenidos para que los alumnos puedan aprender mejor, leer a los que saben más que yo, renovar rúbricas… Y todo en medio de un muy buen ambiente entre compañeros.

El ambiente en el claustro es algo muy importante para que nuestros alumnos también respondan desde el comienzo. Cuando se ve cierta comunión, cariño mutuo, ayuda, unidad de criterios, alegría por los pasillos, satisfacción pese al cansancio… se transmiten buenas vibraciones, como dirían los Beach Boys. Cuando las caras largas, los cabreos y la acidez del desgaste impuesto, se imponen… mala cosa. Uno deja de pensar en los alumnos para dedicar sus energías a lo que no es lo más importante.

Lo más importante son ellos y ellas. Cada uno. Uno a uno. Tú. Y tú. Y luego tú. Y tener ratos para estar a su lado. Y poder hablar. Y escucharles. Y acompañarles. Y animarles. Y motivarles. Y corregirles. Y sostenerles. Y mostrarles horizontes de grandeza vital, que a veces nada tienen que ver con la influencia, el éxito y el dinero.

Tengo ganas de empezar y verlos. Me hacen bien.

Un abrazo fraterno

Ningún profeta es bien mirado en su tierra (Lc 4, 16-30)

Bajo las notas del «Nada de turbe» de Taizé comienzo mi oración de hoy con el ánimo de quién empieza un nuevo curso. Y es que para aquellos cuya misión se desarrolla en buena parte con estudiantes, jóvenes, niños, colegios, profesores, etc. comenzar septiembre es COMENZAR de nuevo. Igual que pasa con el Año Nuevo, uno mira el nuevo curso con ilusiones y aspiraciones renovadas, con nuevos proyectos o, al menos, nuevas inquietudes.

A mi comunidad le pasa algo parecido. Es curioso porque siempre hemos entendido que los constructores del Reino no nos podíamos acoger al convenio de la construcción y cerrar en agosto y nosotros… no cerramos por vacaciones. Pero inevitablemente septiembre nos vuelve a reunir a todos y nos presenta un nuevo tramo del camino.

Leyendo el Evangelio de hoy me estremezco porque sé que es Palabra justa para la comunidad, hoy, día de comienzo. El Espíritu está sobre nosotros. Somos ungidos. Somos enviados para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor. Es un «recordarnos» para qué existimos y lo importante y lo urgente de la causa. Y, además, vemos a un Jesús que proclama la verdad alrededor de aquellos con los que creció, alrededor de aquellos con los que empezó a caminar en la fe, alrededor de sus vecinos, conocidos, maestros, familiares… Y vemos que esa verdad no cala, no es aceptada, no les sirve… posiblemente porque venía del propio Jesús. Pudieron más los prejuicios que la verdad. Y no puedo dejar de recordar la bonita conversación con Felipe el pasado sábado. Para mi esta Palabra, es Palabra para todos hoy. No lo considero casualidad sino una caricia del Dios que nos ha unido y que nos está enviando. Ningún profeta es bien mirado en su tierra…

Ojalá, como dice hoy también Pablo en Corintios, nos sigamos presentando débiles y temblando de miedo ante aquello y aquellos a quiénes se nos envía. Eso será la garantía de que será Dios quien actúe a través nuestra.

Poco más por hoy. Mañana tengo un examen al que considero oportunidad privilegiada para irme cargando de motivación y fuerza. Voy preparado. Ojalá los frutos sean los que espero.

Un abrazo fraterno