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Ámame amando (Salmo 145)

Amara a Dios y al prójimo. Esa es la Ley. ¿Cómo? Cógete el salmo 145 de hoy y ponlo en lugar bien visible de tu casa. Que su lectura te lleve, poco a poco, a su cumplimiento. Que seamos signo de ese amor de Dios a cada hombre, a cada mujer.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente, amar
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego,.
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

Un abrazo fraterno

El draft del cristiano. ¿Dios es el primero? (Jueces 2, 11-19)

Muy clarificadoras las lecturas de hoy. El Evangelio, de sobra conocido: el joven rico. La primera lectura: tremenda introducción al Evangelio.

Seguir a Jesús no consiste en cumplir una serie de normas sino en haber interiorizado, para luego vivir desde ahí, el espíritu de la Ley: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. En la primera lectura nos lo deja muy claro el Señor: Israel hizo lo que más desagradaba a Dios, abandonarlo e irse con otros dioses, con los dioses paganos. No deja de ser exactamente lo mismo que le pasa al joven rico en el Evangelio: gran cumplidor de normas pero adorador del dios-dinero, adorador y esclavo.

Seguir a Jesús es más difícil de lo que parece. Más difícil y más sencillo, por más que algunos en la Iglesia sigan empeñándose en trasmitirnos este seguimiento como un mero repaso a si cumplo o no cumplo. Evidentemente, no hace falta ser muy listo: cumplir los mandamientos nos acerca al Espíritu de la Ley. Lo curioso es que Jesús los resumió en un solo: el mandamiento del amor y ahí casi nadie se confronta. espirituley

Amar a Dios sobre todas las cosas no es sólo decirlo. ¿Vivo así? ¿Pongo a Dios de primero en todo? ¿A la hora de mis apetencias, de mis decisiones laborales, de mi elección de vida? ¿Respondo a sus llamadas? ¿Pongo en práctica lo que me pide? ¿Soy esclavo de otros dioses paganos y mundanos como la tecnología, el dinero, el poder, el reconocimiento, la clase social, el placer? ¿Voy a verle? ¿Hablo con Él? ¿Le cuido, le mimo, le escucho?

¿Y mi prójimo? ¿Qué hay de mi familia? ¿Todo bien? ¿Y los pobres de mi barrio, de mi edificio, de mi entorno? ¿Salgo a su encuentro? ¿Los visto, los alimento, los dignifico, los amo? ¿O sólo les doy limosna? ¿Dedico tiempo a otros? ¿Está mi vida en clave prójimo? ¿Me involucro en las vidas de los que sufren a mi alrededor? ¿Soy luz para ellos?

Mucho es lo que me sugiere la Palabra de hoy y mucho lo que tengo que revisar. Por lo de pronto, me viene fenomenal en este comienzo laboral tras las vacaciones.

Un abrazo fraterno

¿Quién es mi prójimo? – (Lucas 10, 25-37)

Es una pregunta recurrente. Y la verdad es que no sé por qué. Jesús creo que lo dejó clarísimo con su parábola del samaritano. Y también lo dejó claro Benedicto XVI en su encíclica de «Dios es amor«. Mi prójimo es todo aquel que me encuentro en el camino. Todos. No sólo los conocidos. No sólo la familia. No sólo los vecinos. No sólo el pobre de la puerta de la Iglesia. No sólo los amigos. No sólo los hermanos de comunidad. Todos ellos. Sin exclusión. Cualquier hombre y mujer que, en mi camino, me encuentre sufriente, herido, alejado, perdido… es mi prójimo necesitado de ayuda, es mi prójimo, Dios mismo.

Uno de los cambios que experimentó mi corazón y mi mente al leer «Deus caritas est» es la convicción de que, como apóstol de Cristo, estoy llamado más a atender al prójimo concreto que a cambiar las grandes estructuras del mundo. Tal vez lo segundo sea una consecuencia de lo primero. Lo que no tiene sentido es que pase de largo ante un hijo de Dios que sufre porque estoy dedicado a «cosas mayores». Al que tiene hambre, debo darle de comer. Al que está enfermo, debo acompañarle y cuidarle. Al que necesita escucha debo procurarle mi oído y al que no es capaz de caminar, ofrecerle mi apoyo. Aunque tenga que desviarme de mi camino por un tiempo, prima el amor al prójimo. Siempre. Lo contrario es un error. No es lo que enseñó Jesús.

Salgamos a la calle y seamos capaces de mirar y ver. Yo el primero.

Un abrazo fraterno

Buscad y encontraréis (Mt 7,7-11)

De la tripleta de frasecillas del Evangelio de hoy me quedo con ésta: «Buscad y encontraréis».

Buscar es un verbo activo. Implica acción y voluntad del sujeto. Lo que se encuentra no es fruto del destino, de la suerte… es fruto de la decidida, confiada y arriesgada decisión de «buscar». Buscarme a mi mismo. Buscar mi felicidad. Buscar a Dios. Buscar a Cristo en el prójimo. Buscar mi lugar. Buscar mis dones. Buscar el tesoro del que habla la Palabra.

También creo, por otra parte, que este verbo activo no debe acompañarse de ansiedad. Una cosa es buscar y la otra desesperarse buscando y no encontrando. Se trata de disponer la voluntad, agudizar los sentidos y saber escoger cada día desde que me levanto hasta que me acuesto. Todo ésto aderezado con amor al prójimo y confianza en el Padre, que me ama y que conoce a quién eligió, irá haciendo camino.

Un día miraré atrás y reconoceré con gusto: Busqué y, sin duda, ahora me doy cuenta, encontré.

Un abrazo fraterno

Vosotros sois el cuerpo de Cristo (1Co 12, 12-14.27-31a)

Esta lectura de Pablo siempre la he llevado al terreno de los dones diversos en la Iglesia. Diversos, complementarios y todos necesarios. Pero la lectura dehoy es también muy obvia pero no deja de impactarme: yo soy el cuerpo de Cristo. Mis manos son sus manos. Mis ojos son sus ojos. Mis palabras son las suyas. Mi manera de acariciar, tocar, hablar, mirar… son las suyas.

De mi depende que mi prójimo se sienta tocado, mirado, cuidado, amado, escuchado… por Jesús. Sí, de mi depende. ¡Y esto es muy fuerte! Él es todopoderoso. Vale. Pero tal vez nos equivocamos si pensamos que Dios se basta por sí solo. Sí y no.

No sé muy bien cómo explicarlo pese a tenerlo claro en mi corazón. Espero que lo hayáis entendido…

Un abrazo fraterno