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¿Es posible la relación personal con Dios sin la comunidad? (Jn 20,24-29)

Es difícil tener experiencia de Jesús Resucitado apartado de la comunidad creyente. Eso es lo que le pasó a Tomás y lo que, hoy, le pasa a tantos que, alejados de la Iglesia, pretenden mantener su fe firme y sus convicciones inquebrantables. Pues no es posible. Cuanto más te alejas de la Iglesia, más fácil es que dejes de tener al Señor en tu vida, más difícil sostener una relación.

En una época como la que vivimos, caracterizada por la dictadura del individualismo y del «yo puedo» por encima de todo, conviene recalcar la idea de que detrás de todo ello hay una trampa ciertamente sutil. Claro que Dios establece una relación personal con cada uno de nosotros. En el Evangelio de hoy también se ve: Jesús hace proceso con Tomás y la manera en la que se tratan es diferente al resto, porque Jesús sabe que Tomás es único y que necesita de una relación diferente a la que tiene con Pedro o con Santiago o con Juan. Pero esa relación personal no debe llevarnos a pensar que es posible vivir al Resucitado al margen de la comunidad.

Es en la comunidad donde somos capaces de «ver» y «oír» al Maestro. Es en la comunidad donde le reconocemos en medio de nuestra vida. Es en la comunidad donde encontramos respuestas que calman nuestra sed, donde encontramos la paz que nos regala Cristo.

No son tiempos para francotiradores creyentes. Son tiempos de Iglesia, con sus defectos y sus carencias. Construyamos auténticas comunidades eclesiales de fe y el Señor iluminará nuestra existencia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia (St 1, 1-11)

Yo tiendo a pensar que no soy una persona constante. Muchos de los proyectos que emprendí o de las tareas que inicié se han quedado en el camino y, en los últimos años, he ido creyéndome que era una persona con una floja fuerza de voluntad y, sin duda, sin el don de la constancia.

Pero en este ratillo de oración, y después de revisar mi historia, creo que no es así. Tal vez es en lo pequeño, en lo menudo, donde flaqueo más pero en los pilares de la vida me descubro fuerte y constante. Tal vez soy incapaz de ir al gimnasio más de 1 mes seguido o de seguir una dieta más de dos pero lo cierto es que soy constante en mi crecimiento personal, en mi crecimiento espiritual, en mi relación de pareja, en la gráfica de mi vida… No sé si esta constancia es resultado de muchas «puestas a prueba». Creo que no. Aunque cada día es un examen. Cada día podría decidir otra cosa pero sigo apostando por aquello que creo de Dios para mi y de mi para los demás.

Un abrazo fraterno

Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud… (Rm 8, 12-17)

A veces siento que soy como ese jefe de la sinagoga del Evangelio. A veces me siento esclavo de esa actitud tan mía de poner pegas a todo, de estar continuamente buscando problemas a lo que los demás hacen con toda su buena intención y que, posiblemente, hacen bien. Me repito una y otra que no quiero ser así, que la prósima vez será diferente pero cuando llega el momento algo puede más que mi deseo y me lanzo una vez más a destruir. Suena un poco fuerte e igual no lo es tanto pero quien lo sufré debe estar cansado de recibir mis continuas correcciones, comentarios y reproches.

Estoy llamado a ser HIJO y no esclavo. Estoy llamado a la libertad y no a las cadenas. En esto todavía soy un esclavo. En otras cosas, en cambio, siento que he avanzado enormemente en ese «sentirme hijo». Mi relación con el padre ha madurado y ha ido dejando de ser una relación vertical, jerárquica, temerosa y disciplinada para ser una relación horizontal, de confianza, de conocimiento mutuo, alegre y espontánea. De eso estoy contento.

 Un abrazo fraterno