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¡No os metáis tan adentro! (Lc 5,1-11)

Una frase muy repetida entre los padres que estamos en la orilla del mar, mirando cómo se bañan nuestros hijos: «¡Nos os metáis tan adentro!». Necesitamos saber que tenemos su baño controlado y que no va a haber ninguna imprudencia que pueda terminar en tragedia. Y es que meterse en lo profundo del mar da respeto.

A veces pienso que en esa protección orillera de mis hijos, proyecto el miedo que yo le tengo a ir hacia adentro en el mar. Me da miedo. Por si hay algún pez, por no hacer pie, por verla más oscura, por si me da un calambre y no llego, por las olas… Miedo. Por eso, cuando hoy leo el evangelio y escucho a Jesús diciéndole a Pedro eso de «rema mar adentro», me entran los sietes males. Los israelitas no distaban mucho de mí. El mar era lugar de las peores calamidades y meterse en su profundidad era símbolo de ir hacia lo desconocido, hacia el peligro, hacia la desprotección.

Jesús viene hoy a lanzarme un mensaje importante. No tengo que tener miedo de ir hacia adentro, de arriesgarme, de perder mi seguridad. No está mal «no hacer pie» alguna vez en la vida. Seguirle va de esto. Seguir a Jesús va de jugársela, de perder el control propio… porque ya controla Él. Ojalá tengo esto muy presente en este comienzo de curso tan apasionante y, a la vez, tan «profundo» para mí. Ojalá me sepa acompañado por Él y no tenga miedo de ir hacia adentro, allá donde el mar asusta y, a la vez, enamora.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Al que brilla se lo cepillan (Marcos 12, 1-1)

Recuerdo que cuando iba al cole, en los Escolapios de Coruña, me encantaba estudiar Sociales en 7º y 8º de EGB. La asignatura nos la impartía el P. Manolo Fidalgo, que tenía un peculiar método para que lleváramos la asignatura al día. El caso es que todos estudiábamos Sociales con ganas, en casa, en los recreos, en el bus… Nos gustaba la materia y nos gustaba prepararla. Con el tiempo me llegó el rumor, pasados los años, de que algunos profesores se habían quejado porque estudiábamos mucho más Sociales que sus asignaturas. Es lo que tiene.

Es un problema llamar la atención, salirse del montón, destacar. En tiempo de tinieblas, brilla el justo, dice el Salmo… ¡Pues vaya problema! ¿No será mejor vestirse de negro y pasar desapercibido? La luz ilumina el camino de muchos pero también atrae a insectos varios. En época de borreguismo, de sistemas que anulan la autonomía y la libertad de las personas, de igualitarismos totalitarios… ser diferente y decir cosas distintas tiene su riesgo. No hay más que leer el Evangelio y la primera lectura de hoy. No son muy halagüeñas al respecto.

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Pero ante esto, Dios me pide una respuesta. Dios me pide optar. No tomar opción y dejar que me lleve la marea es ya una opción en sí misma. Eso es lo que eligen muchos: con tal de no mojarse, se «hacen el muerto» sobre las olas y cierran los ojos pensando que el temporal los escupirá en alguna playa cercana. No oponen resistencia y simplemente esperan, silenciosos, calladitos, agachados, comedidos, correctos… No se pertenecen. Están en manos de la fuerza de la tormenta, de la dirección del agua. Otra opción es nadar a favor de corriente y hacer que nuestra vida converja con la de todos, con la de la mayoría. Es lo que hacen aquellos que juegan a caballo ganador y prefieren poner patas arriba su escala de valores, relativizarlo todo, cambiar de ideas, pensar que hay cosas que no son para tanto… Se disfrazan con el traje que abre puertas aunque éstas lleven al más profundo de los infiernos. La última opción es presentar batalla, es oponer resistencia, es nadar contracorriente, no dejarse vencer por las circunstancias y pensar que a uno no le sirve cualquier cosa, cualquier destino, cualquier costa, cualquier playa… Es oponerse a la injusticia, practicar la caridad, ser solidario, apostar por una vida con menos cosas, apostar por la libertad, por la autonomía, por la diferencia sagrada de cada ser humano, por la vida. Es vivir amando a todos, con todo. Es cuestionar las decisiones políticas del momentos: las económicas, las sociales, las morales. Y, para los que somos creyentes, es encender la luz de Cristo para que otros vean el camino que conduce a la salvación.

El Señor hace milagros también con nosotros. Nuestra vida está en sus manos. Optemos por Él.

Un abrazo fraterno