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Se multiplican las preocupaciones (Sal 93)

Cuando me parece que voy a tropezar,
tu misericordia, Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis preocupaciones,
tus consuelos son mi delicia.

Vivir no es sencillo. Perdón. Vivir con coherencia, digo, con profundidad. Vivir con hondura no es fácil. Vivir a lo loco, sí. Pero yo quiero ir hacia adentro. Y ser fiel. Y responder a lo que se me ha llamado. Y ser seguidor de Jesús. Y un buen marido. Y un padre. Y un buen hijo. Y un buen maestro. Y un buen escolapio. Y un buen ciudadano. Tremendo.

Es más fácil pasar de todo eso y simplemente hacer lo que me apetece. Y pensar en mí. Y a la mierda lo demás. Vivir son dos días, qué coño. ¡Cómo para desperdiciarlos!

Pero yo aspiro a otra cosa. Qué difícil, Señor. Se multiplican las preocupaciones, como dice el salmista. Y cuántas veces siento que tropiezo y que algo se va a ir por la borda… Cuántos fracasos, cuántas equivocaciones, cuántas meteduras de pata, cuánta debilidad, Señor…

Y ahí, cuando todo se acumula, tú me consuelas y me envías tu caricia a través de otras manos y tu aliento a través de otro abrazo. Y me sostienes. Y me dices: ánimo, estoy contigo, hasta el final.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Que los montes traigan paz (Sal 71)

El 2020 ha comenzado con crispación, tensión, guerra, amenazas. Necesitamos más que nunca ser constructores y dadores de amor.

El mundo necesita amantes. Lo que más. Por encima de cualquier otra cosa.

Sin amantes, no habrá paz.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cautivo y agradecido (Tb 13,2.3-4.6)

Ser agradecido hasta en el propio cautiverio. Reconocer a Dios en la vida aún en los momentos en los que su mano parece no alcanzarte. Sentir su compasión y su fuerza, aún cuando las piernas flaquean y se encoge el corazón.

Es la experiencia de la persona que hoy nos regala el salmo. Es la experiencia humana de todos aquellos que no dejaron de confiar cuando las cosas eran propensas para ello.

Es la hora de la confianza. Es la hora del silencio. Es la hora de la espera esperanzada. Cautiverio con olor a flor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mi fuerza y mi escudo (Sal 27)

Hoy llegan los chicos al cole. Empiezo el curso con muchas ganas de compartirlo ya con ellos. Nuevos alumnos, nuevas alumnas, nuevas familias. Y con la novedad de ser tutor. Todo un reto.

Quiero poner mi confianza en ti, Señor, que me conoces y me amas. Guíame con tu sabiduría para ayudarles a crecer. Dame fuerzas para resistir cuando el cansancio aparezca. Protégeme del desaliento si hay momentos en los que pienso que no vale la pena continuar.

Pongo en tus manos cada una de sus vidas. Son preciosas. Sé, también para ellos, su fuerza y su escudo. Y ojalá que te descubran ahí, luchando por su felicidad.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Esperar también es misión (Sal 26)

En este tiempo que nos ha tocado vivir, esperar está mal visto. También en la Iglesia. Vivimos tiempos donde el «hacer» cuenta más que el «ser» y el «construir» más que el «esperar». Tenemos un autoconcepto tan elevado de nosotros mismos que nos olvidamos de nuestro ser criaturas y, en general, nos creemos dioses o, en su defecto, superhéroes de Marvel.

El caso es que gozar y esperar son dos invitaciones para hoy y, por extensión, para este nuevo curso que comienza. Gozar de la vida, disfrutar de la creación, saborear lo que nos ha sido dado, descansar en las bendiciones que nos han sido regaladas, sabernos hijos amados por el Padre. Y esperar, esperar en el Señor, que es la luz, la salvación, la defensa de nuestra vida y de la Iglesia. No es una espera pasiva e irresponsable. No es hacer el vago o, como la cigarra, dedicarse a tocar la bandurria de principio a fin. Es asumir que somos criaturas, que somos limitados, que necesitamos a Dios, que no podemos con todo y que la misión no es llevar una vida de mierda a la que nadie, por cierto, querrá apuntarse.

Todo parece muy obvio pero la realidad nos demuestra que es más difícil de lo que parece. Que el Señor nos conceda esta gracia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dichosos los que viven en tu casa (Sal 83)

Cada uno tiene una idea del juicio final, del cielo y del infierno. Muchos creyentes siguen pensando que el cielo se toma al asalto, es decir, que se gana, como si esto fuera una clasificación de méritos. Y el infierno, para los malos, que suelen muchos de los que están ahí afuera.

A veces perdemos de vista que el cielo es estar cerca del Señor y el infierno es vivir sin Él. Y que para empezar a saborear eso, no hay que esperar a la eternidad. Ya aquí, en nuestra vida, rozamos con la punta de los dedos el Reino de Dios. Al menos a eso estamos invitados.

Dichoso aquel que descubra lo feliz que le hace vivir cerca de Dios. Dichoso a aquel que no actúe de una manera sólo porque la ley lo dice, sólo para ganar galones. Dichoso aquel que descubra que ser bueno es amar mucho y que eso incluye equivocaciones y errores que son perdonados. Dichoso aquel que huye del infierno que es vivir pendiente sólo de uno mismo, del poder, del dinero, del placer, de la comodidad, del tener, del aparentar.

El infierno no es postureo. El infierno es real y comienza aquí. Como el cielo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor deshace planes (Sal 32)

Ayer, en el campamento en el que estoy con chicos y chicas de 1º Bachillerato, ante varios testimonios de personas que habían optado por abandonar sus planes y seguir la voluntad de Dios, ellos se cuestionaban y preguntaban: ¿Por qué? ¿Por qué si tú tienes unos planes, los abandonas para seguir la voluntad de Dios? ¿Y cómo sabes que esa era la voluntad de Dios? ¿Cómo estar seguro de que no te estás equivocando?

A veces ni siquiera las cosas son tan sutiles y Dios, de manera misteriosa, respetando tu libertad y, a la vez, adentrándose en la historia, deshace tus planes, frustra tus proyectos. Eso que tenías pensado, que tú pensabas que era bueno y que te haría feliz, de repente, se tuerce. Y clamas a Dios por no entender nada…

Probablemente, esos planes maravillosos no eran los mejores; probablemente estabas traicionando algo de lo que eres y a alguien en quien crees; probablemente estabas silenciando tu vocación o funcionando de espaldas a tus dones. Y lloras, y te mueres de rabia, y pataleas, y te enfadas… y, a la vez, mientras, una puerta se abre en todo ese vacío. Porque cuando uno consigue vaciarse de «sus» planes, de «sus» intereses, de «sus» proyectos, de «sus» ideas… Dios tiene sitio para entrar con todo el amor del que es capaz.

Dios nunca deshace un plan sin lanzar una promesa. así nos lo dice el salmo, más adelante: «para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre«. Porque de eso se trata. De que Dios nos amar, nos conoce, nos cuida y nos protege. Bajo esta convicción, confiemos. Y nos irá mejor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

En tu angustia… está Dios (Sal 33)

Precioso el salmo de hoy:

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.

El Señor está cerca de los atribulados.

A veces pensamos o sentimos que, cuando peor estamos, Dios está lejos. La oscuridad que percibimos, la preocupación, la angustia, nos nublan la luz de la presencia de Dios a nuestro lado. Pero Él está. No debemos dudar de ello. Está y, seguro, con mayor cariño y cuidado.

Si estás preocupada o preocupado… Dios está contigo. Háblale y cuéntale. Y deja que te cuide a través de los demás. Y la luz volverá.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Él conoce nuestra masa (Sal 102)

Es una maravilla saber que Dios me conoce. Hay gente a la que esto le genera angustia o miedo. Parece que el Dios juez y castigador va a venir con toda su fuerza, sabiendo lo que sabe de uno. Pero yo creo que es justamente al contrario. Él sabe quién soy, cuáles son mis debilidades, mis fortalezas, mis oscuridades, mis luces, mis heridas, mis pensamientos y convicciones, mis tentaciones…

Dios me mira con misericordia, paciencia y ternura. Sabe que le quiero aunque a veces actúe como si fuera lo contrario. Es lo que tiene ser un hombre de carne y hueso que aspira a mucho y es poquita cosa.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los truenos de Dios (Sal 28)

«El Dios de la gloria ha tronado»

Eso dice el salmo de hoy, tan conjuntado con la primera lectura en la que se nos narra el comienzo de la historia de Noé.

No descubrí la belleza de la historia de Noé hasta hace poco. De pequeño, uno se queda con los animalitos, el barco y todo tiene como un aire ecologista y paternal muy bonito. Por otro lado está un Dios que castiga y que envía un diluvio que lo inunda todo. Pero más allá de eso hay una Palabra para ti y para mí hoy.

Nuestra vida, tantas veces, se ensucia, se embarra, se oscurece, cuando no se despeña. A veces son las circunstancias, nuestras decisiones, nuestras opciones, nuestros errores, el ambiente que se respira fuera… El caso es que la niebla llega y lo enturbia todo. Y Dios no es quién castiga sino quién pone orden. El matiz me parece precioso y significativo. Ordenar no es lo mismo que castigar aunque a veces poner orden conlleve afrontar tormentas, torrentes e inundaciones. Hay que volver a poner cada cosa en su sitio, hay que terminar con las mentiras que nos decimos, hay que limpiar lo que ha acumulado basura. Todos sabemos la dureza que supone una limpieza general en casa…

Pero Dios, que pone orden y limpia, no nos abandona en el proceso, sino que nos sostiene si en Él confiamos, si a Él se lo pedimos, si depositamos nuestras fuerzas en las suyas, sin oponer resistencias, más bien al contrario. Noé dirige su vida hacia Dios pese a lo que le pide el entorno. Y eso le salva. Porque Dios quiere salvar, pero nos pide que construyamos la barca para ello.

Y llega la tempestad… que limpia, que ordena, que arrasa… pero que no acaba con nuestra vida; más bien al contrario. La deja en disposición de afrontar una nueva creación, de ser reinventada, de ser repoblada de nuevos frutos, sueños y realidades. Y sella de nuevo una alianza con nosotros. Qué maravillas hace Dios…

Un abrazo fraterno – @scasanovam