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Jesús, el Cristo, nos mira en nuestras fronteras

Llevo días dándole vueltas a qué hacer para ayudar a nuestros hermanos sirios, iraquíes, afganos… que se agolpan en nuestras fronteras pidiendo ayuda, huyendo del horror, de la guerra, de la pobreza, del sufrimiento… Llegan en barco, patera, tren, caminando… Llegan cargados de hijos, nietos, hermanos, abuelos… Cargados de personas, historias y esperanza, con pocas cosas.

Si alguno todavía está buscando a Cristo, me atrevo a afirmar que hoy está en cada uno de esos rostros, atrincherado en nuestras fronteras, mirándonos y pidiendo que tendamos la mano y amemos. Es la misma parábola del samaritano en versión siglo XXI, en versión gran formato, en la puerta de nuestra casa.

Hay que dar el paso. No esperar a ponernos de acuerdo. No mirarnos unos a otros. No. Dar el paso y darlo yo. Coger al hermano, llevarlo a casa y curarle.

Un abrazo fraterno

¿Dónde están? (Lc 17, 11-19)

Sólo volvió el extranjero. ¡Qué fuerte!

leproso2Estoy seguro que ese samaritano no estaba bien visto por las autoridades ni por los creyentes de a pie. Era un poquito renegado y lo consideraban el ejemplo de todo aquello que se separaba de Dios, de todo aquello de lo que Dios se escandalizaba. Ese extranjero necesitaba a Jesús y no sabemos si se dejó llevar o si era plenamente consciente de lo que hacía cuando se dirigió a él la primera vez pidiéndole curación. Lo que sí sabemos es que fue el único que VIO, el único que ENTENDIÓ, el único que ACEPTÓ que Jesús le había curado.

No sé dónde estarían los otros pero tal vez contándole a otros lo que habían hecho para curarse, que tampoco era para tanto, etc.

«¡Ay de aquellos que se glorían de ver!» dice Jesús en algún momento. Este samaritano nos acaba de desvelar un secreto muy valioso: consciencia y sinceridad para saberse enfermo, esperanza para creer que uno se puede curar, pasión para lanzarse a los brazos de Jesús y humildad para reconocer en Él el camino de salvación y cambio.

Un abrazo fraterno