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¡Ay de vosotros, maestros de la Ley! (Lucas 11, 42-46)

Lo primero que ven los cardenales, cuando entran a la Capilla Sixtina para el cónclave de elección de nuevo Papa, es el Juicio Final de Michelangelo. Es una llamada, una advertencia, un recordatorio: ellos también serán juzgados y se les pedirá cuenta de todo lo hecho en su vida, en función de quienes son.

Hoy quiero elevar mi oración por todos los que ejercen algún tipo de «magisterio» en la Iglesia: empezando por el Santo Padre, cardenales, obispos, prebíteros, provinciales, asistentes, catequistas, etc., etc., etc. Porque deben ser, sabiendo que son personas pecadoras como todos, testigos ejemplares del Evangelio. Para que alcancen la felicidad sirviendo, desde su vocación específica, al Reino. Para que no sean mensajeros de cargas y pesos sino liberadores y sanadores. Para que su vida sea coherente y llena de Dios.

Para que sean santos.

Un abrazo fraterno