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Los profes también somos rayos de sol

Mirad qué bonita es la ilustración que hoy nos trae 72kilos.

En estos días previos al comienzo de curso, esta ilustración me llena de energía para ser capaz de transmitir cariño a mis alumnos. Ciertamente, los profes no somos ni amiguetes, ni gestores de ocio, ni asalariados de Mr. Wonderful pero creo que uno de los aspectos más diferenciadores a la hora de relacionarnos con los chicos es quererles.

Querer a un alumno conlleva, justamente, exigencia para que sea capaz de sacar todo lo que lleva dentro, para que descubra todas sus potencialidades, para que se eduque en la capacidad de esfuerzo y trabajo, para que adquiera valores y conocimiento que le servirán todo la vida y que le hacen mejor persona. Y quererse, también, implica ser capaces de ser «rayos de sol». Ser rayos de sol es ser portadores de calor, de ese que tanto necesitan muchos de nuestros chicos, con baja autoestima, con familias que no les dedican el tiempo necesario o con un alto nivel de ofuscación y oscuridad en sus vidas. Ser rayos de sol es ser portadores de luz, de esa que tanto necesitan aquellos que no se conocen a sí mismos, que nunca han descubierto el placer de aprender y mejorar, que viven pensando que el mundo es aquello que ven en las redes sociales y nada más. Ser rayos de sol es ser acompañantes de personas, escuchadores profesionales, dispensadores de caricias en el corazón; es mirarles y decirles «tranquilo, tranquila».

El sol siempre está presente y, como dice el Evangelio, sale para justos e injustos, no tiene preferencias ni desaparece. Ojalá seamos así este curso, con nuestras limitaciones, llenos de cansancio a veces y desanimados otras, pero siempre conscientes de que cada día hay alguien que necesita de nuestros rayos.

 

Dios, yo y las cuatro estaciones (Génesis 17, 1. 9-10. 15-22)

Dios te cambia el nombre. Dios te transforma. El amor de Dios hace que no puedas ser ya el mismo. Mientras lo siga siendo, mientras siga ensimismado en mi ombligo, con mis temas de siempre, mis miedos de siempre, mis problemas de siempre, mis debilidades de siempre, mis bajezas de siempre… es que todavía Dios me queda algo lejos. No por Él sino por mi.

El Señor le pide a Abrán lo mismo que me pide a mi: «CAMINA EN MI PRESENCIA CON LEALTAD». Y me viene ahora la mente el sistema solar y las estaciones… Cuando la Tierra se aleja del sol, en su movimiento de traslación, estamos en invierno. Cuando la Tierra se acerca al sol, llegan la primavera, el calor, la floración… Dios es mi SOL. Dios debe ser el centro de mi sistema. Cuanto más cerquita de Él me mueva… más flores, más largo es el día, más luz, más calor… El sol no es quien viene ni va. Dios no se mueve. Dios me ama y no se mueve de su amor. Soy yo el que voy y vengo. Por eso Dios me lo deja claro. No es una orden para su propia satisfacción. Es una orden para mi felicidad, para mi plenitud. Es un mandato de amor. «Camina cerca de mi y mi calor, mi luz, mi amor… te cambiará, te transformará y las bendición llegará a tu vida, la felicidad, la paz…»

Traslación

¿Dónde pongo yo mi centro? ¿Qué hago con este mandato de Dios?

Hay, incluso dentro de la Iglesia, personas que no se creen esto; que no creen en que la vida les irá mejor si ponen a Dios en su centro y se despreocupan. Yo sí me lo creo y asisto a los milagros diariamente. También es verdad que a lo que yo llamo milagro, otro, tal vez, le llame… «casualidad». No me importa. Al contrario, doy gracias por tanta milagrosa casualidad…

Un abrazo fraterno

En año de sequía no se inquieta (Jeremías 17,5-10)

Los años de sequía llegan. Hay que ser realistas. No se vive siempre en la eterna prosperidad, en el hermoso enamoramiento global, en la placidez de la claridez… Llegan las nubes y se tapa el sol. Eso pasa y si no ha pasado todavía, pasará. Igual que las vacas flacas económicas que estamos sufriendo ahora también hay épocas de estrechez personal y espiritual. Y cuando uno «planta su árbol» o «construye su casa» debe hacerlo pensando no sólo en los bonitos atardeceres del estío sino también en los violentos temporales invernales.

Yo no estoy viviendo ahora un año de sequía pero lo pasé hace un tiempo. Tal vez no fue una sequía demasiado exigente o tal vez es que mi árbol está plantado al lado del arroyo y gracias a eso sobreviví adecuadamente. El poder compartir la fe en mi matrimonio, tener una vida familiar y social bien tejida, una comunidad donde vivo la fraternidad y la fe… han sido claves para vivir esa sequía de manera más ligera… Por eso sigo apostando por ello y fortaleciéndome en vacas gordas. La sequía volverá y yo quiero estar preparado.

Un abrazo fraterno