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El Señor habita las tinieblas (I Re 8,1-7.9-13)

Siempre decimos que el Señor habita el templo. Cuando entramos en alguna catedral o en algún oratorio, nos sentimos sobrecogidos. El Misterio nos encoge el corazón. Y el Señor habita en los sagrarios del mundo también. Y por eso, por ser lugares dignos, son lugares bellos y cubiertos de esplendor.

Pero el Señor habita también en la tiniebla de la humanidad, en la oscuridad del mundo. El Señor habita lo oscuro porque quiere ahí estás tú y estoy yo. El Señor sabe que tiene que ir ahí a buscarnos. Y va. Y nos toma de la mano. Pese a nuestra debilidad, nuestra traición, nuestra parálisis, nuestro pecado. El Señor viene y se queda con nosotros para sacarnos en el momento propicio.

El Señor habita las tinieblas y las llena de luz. Por cada uno de nosotros.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Vengo a habitar en ti (Zc 2, 14-17)

¿No queda claro dónde nace Dios mismo? ¿No queda claro cuál es el templo del Señor? ¿No queda claro cuál es uno de los sitios privilegiados donde encontrarlo?

 El Señor habita en mi. Yo soy pesebre, templo y residencia de invierno y de verano. Yo soy lámpara de su luz. Yo soy muestra de su gloria. Yo soy resultado de su Amor.

Señor, ¡habita en mi!

Un abrazo fraterno

… en el estómago sentirás ardor (Ap 10, 8-11)

mercaderes.jpgPara un cerebral eso de sentir ardor en el estómago le suena a una mala digestión y punto. Me es tremendamente difícil llegar a sentir lo que está expresión visualiza de manera tan clara. Pero estoy seguro que es lo que Jesús sintió cuando decidió echar a los mercaderes del templo al comprobar y sentir que lo habían convertido en una cueva de ladrones.

Reacciones de ese tipo son contadas en mi vida. No funciono desde ahí. No sé si me gustaría. Pero evidentemente considero que el mundo y la Iglesia necesita de personas que sepan responder ante ese sentimiento tan profundo y ardiente. Sin ellos estaríamos perdidos. No siempre se puede pensar. No siempre se puede calcular. No siempre se puede matizar o dialogar o hacerse entender. A veces hay que responder en caliente, sí, sí… en caliente.

La primera lectura de hoy, de apocalipsis, me dice: «Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.» Todavía hay mucho por hacer. Todavía hay muchos a los que llegar. Todavía hay mucho que cambiar y denunciar. Echar a los mercaderes implica poner el templo patas arriba, generar mal ambiente dentro de la propia Iglesia, distanciarse de lo oficial en ocasiones, ser capaz de luchar por la verdad y por la libertad. No es fácil. Trae enemigos. Pero la pregunta es ¿es de Dios? ¿Desde Dios? ¿Para Dios? Sí la respuesta es sí… no me queda más que ponerme del lado de mi Señor…

Un abrazo fraterno

Todavía no es tiempo de reconstruir el templo (Ag 1, 1-8)

¡Siempre con excusas! Todavía no, es que, lo que pasa es, pero, verás, tampoco es del todo así, no hay que ser tan extremista… Siempre dilatando lo importante, lo que Dios nos puede estar pidiendo: construir su templo para mostrar su gloria.

Igual que el pueblo de Israel entonces, yo a veces no acabo de subir al monte con maderos para construirme como templo del Padre. Siempre hay algo. A veces me falla la voluntad, a veces la motivación, a veces me fallo a mi mismo, a veces la determinación y otras el miedo. Siempre hay algo que me lleva a seguir viviendo «en mi casa revestida de madera». Como me decía un hermano de comunidad el lunes pasado: «hay que discernir, ver qué quieres y luego ser ambicioso, apostar alto». A veces me siento un mediocre. Siempre a la mitad. No siempre pero sí muchas veces y en muchas cosas.

Tomo nota Padre. ¡Ya es tiempo de reconstruir el templo!

Un abrazo fraterno

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