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Un cielo y una tierra que se tocan (Mc 9,2-10)

Hoy es el día de la Transfiguración del Señor, una fiesta que me ha estado velada mucho tiempo. El misterio que rodea ese momento, en el que Jesús se manifiesta como Dios a sus discípulos más cercanos, es grande. Una montaña alta, un vestido blanco deslumbrador, Elías y Moisés… y una nube que ofrece la Palabra definitiva. Los apóstoles, en una mezcla de sobrecogimiento y admiración, no querían volver. Algo penetró en su alma y les mostró con claridad a lo que estaban llamados.

Qué importante es este episodio de la vida de Jesús, previo a la Pasión. Había que insuflar ánimos en los amigos, hombres que iban a sufrir unos días de auténtica desesperación, dolor, desconsuelo y turbación. Y los ánimos vinieron del destino que les esperaba, de la meta de todo el camino, de un pequeño «tráiler» para que se mantuvieran firmes y con ganas sabiendo lo que les esperaba.

Dios nos permite tocar un poco el cielo en esta tierra. Él es conocedor de nuestras dificultades, del peso de la cruz, del dolor de las injusticias, enfermedades, pobrezas y calamidades por las que todos pasamos. Y no nos deja solos. Nos permite saborear un poquito de eternidad. Lo hace en los sacramentos, donde Él se hace presente; lo hace a través de su Iglesia y lo hace con todo lo bueno y bello que nos rodea: la amistad, el amor, la pareja, la familia, el compromiso, la vocación… Cuando vivimos la vida con Jesús en medio y somos capaces de subir con Él a todas las montañas que se presten, somos capaces de escuchar y ver lo que se nos tiene preparado, el Paraíso definitivo.

Por eso la muerte no es para nosotros una tragedia falta de esperanza. Trae dolor, sí, pero no es más que el paso definitivo a ese lugar del que uno ya no quiere volver.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Dónde cae la semilla? (Marcos 4, 1-20)

Lo primero que me surge al orar este pasaje de Marcos es que el sembrador lanza su simiente a TODOS. No hay rincón, persona, lugar… que se quede fuera del alcance del sembrador. No es Él la causa de la falta de fruto, de cosecha… sino más bien la tierra y su estado, sus características.

Yo también soy sembrado. ¿Dónde cae esa semilla? ¿Está mi tierra lista para dar fruto, para germinar la Palabra? ¿Hay piedras, zarzas?

Sí, hay piedras y zarzas. Hay ruido. Hay zonas que hay que trabajar, limpiar, desbrozar. Trabajo de campesinos. Constante, diario, minucioso. Preparar la tierra no es para urbanitos de corbata que cotizan en bolsa sin mancharse las manos, que ganan millones descolgando un teléfono. Esto va de otra cosa. Hay que arrodillarse, mancharse, meter mano bien al fondo, remover, arar… A la tierra le duele ser limpiada. El dolor tal vez sea el primer paso. No hay abono que cuaje en tierra sucia no removida. Y luego abonar, regar, cuidar, vitaminar.

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Día a día. No hay pausa. No hay descanso. Enseguida puede volver la zarza y el pájaro. ¡Qué difícil Señor! Dame la mano y juntos lo conseguiremos.

Un abrazo fraterno

Como la tierra no era profunda (Marcos 4,1-20)

Sin tierra profunda no hay siembra que valga. Es algo constatable. Parece que la semilla llegó a buen puerto pero finalmente se sale y se pierde.

Tengo que claro que uno de los principales esfuerzos a hacer no es tanto sembrar como ayudar a que las tierras tengan la profundidad suficiente para recibirla adecuadamente. Empezando por mi, muy dado a consumir experiencias y no siendo traspasado por algunas de ellas. He mejorado mucho en este campo y he aumentado mi silencio interior y mi capacidad de sana soledad interior y exterior.

A veces nos pensamos que las cosas deben hacer mella y no entendemos por qué la gente es tan volátil. Bueno, aquí está la respuesta. Tierras poco profundas… y eso no depende de Dios ni de hablar mucho de él… Eso tiene relación con el crecimiento personal, la madurez y la capacidad para conectar con uno mismo y sus emociones.

Un abrazo fraterno

No se fiaron de sus planes (Sal 105)

tierra_prometidaEs verdad que las personas somos bastante miopes en cuanto a los planes de Dios se refiere. Todo lo que esté más lejos de lo que nosotros entendemos como admisible no somos capaces de valorarlo y nos ponemos nerviosos muy pronto acusando a Dios de habernos abandonado o de no cumplir la promesa que un día creimos escuchar a través del Espíritu.

También es cierto que la manera de actuar de Dios es sumamente misteriosa y desconcertante a veces y su manera de llevarnos a la tierra prometida no puede ser más especial. Su concepto de tierra prometida es especial. No nos dice ni cómo vamos a llegar ni cuánto va a durar el viaje por lo que a uno sólo queda confiar inquebrantablemente en que lo que escuchó un día es real y es verdad… Fiarse de sus planes, vamos.

Plantearse así la vida es jugar al ataque; desconcierto para muchos; libertad para algunos.

Un abrazo fraterno

Una oración distinta pero llena de Dios

Aacabo de llegar a casa de mis padres, en Coruña. Estoy aquí trabajando y estoy sólo con mi hermano. En Coruña, el mes de agosto es un mes de fiestas y aunque me encantaría estar al lado de mi mujer y mis hijos considero que no podemos perder un minuto en lamentaciones y que cada segundo que Dios nos regala es para disfrutarlo y ser felices.

Nena Daconte tocaba hoy en María Pita. La plaza estaba llena de adolescentes y familias enteras. Padres entregados y niños pequeños esperando ese «tenía tanto que darte…» que tanto ha calado en España.

Bailé. Canté. Disfruté del concierto y de estar allí, en mi casa, en mi tierra natal, con mi gente, escuchando música en directo… y me sentí cerca de Dios. Cerca de Dios en la alegría, en el descanso, en mi estar en casa, en la felicidad momentánea… Y me acordé de Él y le mandé un SMS a mi mujer diciéndole que ojalá estuviera a mi lado.

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Creo que fue una oración muy hermosa.

Un abrazo fraterno

Salió el sembrador a sembrar… (Mc 4, 1-20)

zarzas… y se encontró conmigo, con mi tierra.

Leyendo y metidando las cuatro posibilidades Padre (al borde del camino, tierra pedregosa, tierra con zarzas y tierra buena) creo que no me sitúo entre ninguna de las dos primeras. La Palabra, tu Palabra, llega a mi y no se escapa con facilidad. No se la comen los pájaros ni se la lleva el viento o la lluvia cuando el tiempo cambia y llega el invierno. Pero ciertamente hay zarzas. Y tierra buena. Pero sí hay zarzas. hay cosas que me impiden dar más, ser mejor: costumbres, maneras, heridas… que ahogan ciertamente parte del efecto sanador y confrontador de tu Palabra. Algunas de esas zarzas las tengo identificadas, otras las intuyo y otras, seguro, pasan desapercibidas todavía aunque ya son las menos.

Tengo que seguir preparando mi tierra y, con la yuda de otros, limpiarla de zarzas. Poco a poco pero sin descanso. Al mundo le urge el fruto.

Un abrazo fraterno

… y vuestro frute dure (Jn 15, 9-17)

Tal vez sea ésta la parte de la frase a la que menos atención he prestado siempre. Lo de que Él es quien me escoge me mola mogollón. Lo de que tengo que «ir» también lo pillo y lo interpreto. Lo de que hay que dar fruto está claro aunque ya va subiendo la dificultad y esta última puntilla es ya para usuarios avanzados. ¿Cuántos proyectillos de toma pan y moja? ¿Cuántos proyectillos «calmased»? ¿Cuántas misioncillas sin calado? ¿Cuánto tiempo, energía y dones desperdicio en cositas que no van a durar demasiado? Que no duran…

Esta faceta ya no es cosa de Jesús sino mía. Es como lo de preparar la tierra antes de sembrar. Preparar la tierra y al sembrador diría yo. Vale la pena gastar tiempo en crecer. En conocerse. En madurar. En ganar en consciencia. En ganar en fraternidad. En ganar en tejido. Ese tiempo gastado en todo eso será el que garantice que el fruto sea duradero…

Miro las petunias casi recién plantadas que tengo en mi balcón. Y creo que hay muchas que no llegarán a nada. Las sacamos al balcón demasiado pronto. Llegaron las lluvias y los vientos y las débiles raices no soportaron el fragor…

Un abrazo fraterno