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Envía tu luz y tu verdad (Salmo 41)

Ha sido un fin de semana marcado por «La Misión». Sí. Se está convirtiendo ya en una especie de tradición visualizar la película de Roland Joffé entera o, al menos, su primera parte en tiempo de cuaresma. «La Misión» es una maravilla. Es un detalle tras otro, es un mosaico de guiños de aquello que debe ser un camino hacia la verdad de uno mismo, hacia Dios… un camino de purificación. Un Rodrigo Mendoza incapaz de coger su vida en sus manos. Un Padre Gabriel convencido de que el Amor es el camino de salvación, respetuoso con las personas, lleno de Dios. Un camino cargando aquello que nos pierde, nuestras heridas, nuestras máscaras, nuestro pasado… Rodrigo Mendoza se descubre pequeño, humillado, embarrado, sucio… Y es con el perdon de los guaraníes con el que se reconcilia con su historia, con su prójimo, con Dios. Es ese saberse perdonado, amado y aceptado el que transforma su existencia. Ya es capaz pues de recibir el abrazo de Gabriel y la Palabra del Padre.

Cuaresma debe ser un tiempo de luz y verdad y cierto es que puede prolongarse largo tiempo en nuestra vida. Pero es imprescindible atreverse a pasarlo. Si queremos encontrarnos con el Resucitado debemos primero enfrentarnos con la verdad de lo que somos. No hay otro camino. Y, desde luego, es tremendamente duro.

Un abrazo fraterno

Vuestra tradición (Marcos 7,1-13)

Son ciertamente duras las palabras de Jesús en este pasaje. Y tremendamente actuales. Pienso que hay muchas cosas que hemos vaciado de contenido pero antes las que nos mantenemos firmes porque «son tradición». ¿Tiene la tradición sentido por si misma? ¿Tiene sentido hacer las cosas SÓLO porque así se han venido haciendo desde antiguo? Tengo mis dudas.

Jesús me invita a luchar por la Verdad. Me invita a ser valiente y a ser capaz de romper con lo vacío para vivir plenamente, aunque sea a través de algo novedoso. Creo que es una reflexión que los católicos debemos tomarnos en serio. Para ser mejores. Para ser más verdaderos. Sin miedo. Para ser más de Cristo.

Un abrazo fraterno

El Señor nos bendiga (Sal 66)

Este es el primer post del año que comienza. La primera entrada del año 2010.

Pocas veces he empezado el año tan bien. Acostarme a las 3:30 esta noche no ha impedido que a las 9:15 estuviera en pie, abrigo y gorra en mano, saliendo a buscar churros como manda la tradición popular. En Coruña a esas horas se estaba de vicio. No llovía, hacía fresquito y las calles estaban casi vacías, exceptuando el ligero goteo de los jóvenes que volvían a sus casas en pandilla tras la fiesta nocturna. Me hubiera quedadndo paseando un buen rato en soledad. Subí los churros a casa, desayuné y luego me fui a misa de 10:00. Cortita, sencilla pero que me infundión el estado de ánimo ideal para empezar un año con buen pie: encontrándome conmigo mismo, acompañado por mi silencio y la palabra del Padre.

Por último, sentado frente al sofá, como es tradición en la familia Casanova-Miralles (y ahora en la Casanova-Morales), para darle la bienvenida real del año: desde Viena y a ritmo de valses, disfrutando con los trajes glamurosos de las bailarinas, con la elegancia de los músicos, con las notas más hermosas jamás compuestas… Es un comienzo de año «espiritual» pero es que hace ya tiempo que me cansé de las fiestas, de las aglomeraciones, de las fachadas y las mascaradas y, aunque entiendo que hay una edad para todo, también reconozco en mi la capacidad de disfrutar de la vida que se me regala de verdad.

El salmo viene a expresar perfectamente los deseos para este nuevo 2010. En el día de María, cerca de Jesús, y después de mirar atrás haciendo balance, no queda más que pedir bendiciones al Señor y esperar que poco a poco la luz del Evangelio se vaya abriendo camino en las oscuridades del mundo.

¡Bienvenido 2010!