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Sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor (Sal 26)

Valiente para ser justo y cambiar lo que esté en tus manos.
Ánimo para sobrellevar tu responsabilidad, tu soledad, tus fracasos, tus decepciones.
Y esperanza para que nunca muera el sueño, tu sueño… de cambiar el mundo.

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El Espíritu Santo será quien os lo enseñe todo… (Jn 14, 21-26)

Tal vez por estar hablando mucho del Espíritu últimamente o tal vez porque el mismo Espíritu me hace pensar en Él… el caso es que me está gustando enamorarme de Dios Espíritu. Hoy lo compartí en mi reunión de comunidad. Miro para atrás y me doy cuenta de la brisa que ha ido guiando mis pasos y mis acciones. Esa intuición alentadora, esa determinación inexplicable, esa ilusión contagiosa, esa valentía desconocida… mi historia está llena de soplos de Espíritu.

Siempre me había centrado en Dios Padre y en Dios Hijo y me había olvidado un poco de la persona más cautivadora por ser menos «persona». Dios te enamora por el Espíritu. Y a mi me gusta estar enamorado…

Un abrazo fraterno

Viviremos según la alianza (1Mc 2, 15-29)

Aunque todos decidan obedecer al Rey… yo, mis hijos y mi familia viviremos según la alianza. ¡Qué valor lo de Matatías! ¡Y qué poco han cambiado las cosas en algunos aspectos! Hoy se nos vuelve a tratar como borregos, se anula la individualidad y el pensamiento libre, se imponen costumbres y modas globalizadorasy se nos dicta aquello en lo que debemos y no debemos creer. Y, aunque disto mucho de la valentía de Matatías, sí puedo asegurar que estoy viviendo un momento de especial fuerza en lo que se refiere a vivir desde el Espíritu, con Dios en medio y para Él. Estoy seguro que son efectos de la vivencia comunitaria. Difícil de explicar. Pero lo que siento es que cada día me siento más libre (aunque diste mucho de la LIBERTAD), cada día me siento más hijo y cada día siento que quiero vivir según la alianza de Dios conmigo, de Dios con mi familia y de Dios con Betania.

Un fuerte abrazo

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¡Jesús, ten compasión de mi!

SABERSE CIEGO
QUERER VER
GRITAR PIDIENDO AYUDA

Esos tres pasos son los pasos de una secuencia de sanación. Uno no llega a cualquiera sin haber pasado por los anteriores. Y uno no se cura sin haber completado los tres.

El primer paso acarrea el sufrimiento de saberse débil, vulnerable, herido. Ese sufrimiento no siempre es asumido ni deseado y preferimos vivir ciegos pero convencidos de que esa ceguera no es tal, nos autoconvencemos de que somos felices, de que todo va bien y de que las cosas que a uno le pasan no son para tanto. La máscara de la fortaleza se hace fuerte en nosotros. Empezamos a dejar de ser lo que somos. Y perdemos la oportunidad de comenzar el camino de nuestra propia felicidad verdadera. Empezarlo es de valientes, de rebeldes, de vivos. Duele. Y el ruído de la caída del castillo de naipes es ensordecedor…

El segundo paso no es menos complicado: querer cambiar, quere ver, estar sediento de otra cosa… ¡de otro yo! ¡de mi! No basta con darse cuenta de que estamos ciegos. No basta. La trampa de este paso es enorme: ser consciente de mi herida, de aquello que no me deja ser yo pero no darle demasiada importancia: al fin y al cabo así he vivido mucho tiempo y tampoco es para tanto. Es el engaño de una consciencia mediocre, de una satisfacción complaciente. ¡Qué valiente soy, he emprendido este camino y he descubierto mis heridas! Pero querer otra cosa implica dejar tanto, abandonar tanto, cuestionar tanto… Adormecemos nuestra sed con pastillitas de efecto rápido. Seguir es de valientes. Ya no hay marcha atrás.

Y llegamos al último paso pero decisivo: pedir ayuda. Yo me sé ciego, yo quiero dejar de serlo y es mi fe la que me salvará pero, tal vez, muchas veces, necesito de ese alguien que me pregunte, que me cuestione, que me confronte, que me acoja, que se pare a mi vera, que me refuerce, que me suscite, que me acompañe, que crea en mi, que me ayude a creer que la curación es posible. Es el momento de gritar, de ¡¡¡grrriiiitaaaaaaaaaaaaaaaarrrrrrrrrrrrrrr!!! Muchos se creen que pueden solos. ¡Claro que la llave de curarse la tiene una mismo pero no siempre podemos solos!

¡Vaya ruta! ¡Vaya sendero! ¡Vaya tela tiene esto de curarse la heridas! ¡Y luego la gente se va a hacer «puenting»! ¿De verdad hay algo más emocionante, vertiginoso y acojonante (con perdón) que esto?

Un abrazo fraterno

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