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Experiencia de mal y perdón (Mt 9,1-8)

El mal está ahí. Los creyentes le llamamos pecado. Otros le llaman de otra manera. El caso es que todos tenemos experiencia de dolor, de enfermedad, de infelicidad, de frustración, de herida, de daño producido a otros. Las consecuencias las conocemos también.

Si vivimos heridos la vida se pasa regular. El Evangelio nos lo muestra con claridad. Es como vivir tumbado. Nos fallan las fuerzas y las ganas. La mirada baja. Los horizontes se oscurecen. Una alta dependencia de muchas cosas. El mal nos tumba. Nos tira. Nos hunde. Nos hace funcionar limitados. Y nos vivimos bloqueados, prisioneros, coartados. Es como vivir rodeado de tabiques, ajenos a nuestros sueños, desconectados de nuestros deseos más profundos. Es un querer y no poder.

Jesús de Nazaret, al que muchas veces tenemos asociado con lo religioso, lo eclesial, la losa de la Ley, etc.; rechazado por la ideología de muchos que no le conocen, viene, fundamentalmente, a LIBERARNOS, a CURARNOS. El perdón sana. El perdón cura. El perdón restaura. El perdón restituye. El perdón te vuelve a poner de pie. Te devuelve las fuerzas y las ganas. Alza tu mirada y te presenta de nuevo horizontes alcanzables. Libre y autónomo. Te saca de la fosa y te saca ahí afuera de nuevo, para que respires y tomes oxígeno. Jesús viene a desbloquearte, a devolverte la alegría. Te hace sintonizar con tus sueños de nuevo y te devuelve las aspiraciones de plenitud.

Venga. Experimentemos eso. Eso es lo que trae Jesús a nuestras vidas. Esa experiencia de liberación. Yo la necesito. ¿Y tú?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Jesús más ético (Mt 7,6.12-14)

Hemos adoctrinado tanto, tantas veces, haciendo cargar a las personas con normad y principios tan alejados de la realidad, que nos hemos olvidado de lo más elemental de la Ley. Hoy, el Jesús más ético nos lo recuerda: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. No puede ser más sencillo.

Y es que el núcleo más central e importante del Reino de Dios, que trae Jesús de Nazaret, es algo profundamente natural. Por eso Jesús es un personaje tan aceptado incluso en personas alejadas de la Iglesia católica. Ética de la más básica.

Ahora bien, Jesús conoce el corazón del hombre y la sombra que el pecado siempre siembra en él. Y sabe que algo tan sencillo de entender y de incluso aceptar, no es nada fácil de vivir. Porque si viviéramos de verdad este principio ético tan básico… no pasaría un día sin luchar para que no hubiera hombre ni mujer en la faz de la tierra pasando hambre, o sin una vivienda digna, o sin una sanidad básica, o sin trabajo, o sin libertad, etc. Para todos lo mismo que quiero para mí…

Puerta estrecha. Camino difícil de hacer. Primero, en nuestro corazón. Luego, en nuestra sociedad. Puerta estrecha que estamos invitados a atravesar. Jesús así lo hizo. La respuesta no se hizo esperar…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios advierte pero nosotros a lo nuestro (II Re 17,5-8.13-15a.18)

Cuando leo fragmentos del Antiguo Testamento, sobre todo los que nos narran historias de «batallitas», como decíamos en mi antigua comunidad, tengo la tentación de pensar que no tienen que ver conmigo. A veces me producen el mismo rechazo que me produjo en su momento, en mi juventud, «El Señor de los Anillos». Muchos nombres de lugares, de personas… hechos que no acabo de entender… En fin, difícil de sacar algo de ahí. Pero con el tiempo me he ido dando cuenta que esas historias son muy parecidas a la mía.

Y es que yo también soy terreno de batalla. Y las victorias y las derrotas acontecen. Y muchas veces no entiendo por qué las cosas no salen y la Palabra me da luz. Y es que cuando desoigo a Dios, cuando me creo más fuerte sin Él que con Él, cuando me expongo a mis propios criterios, normalmente nada sucede como me gustaría. A veces el éxito de una tarea no llega, a veces me veo envuelto en enredos personales con personas a las que quiero, a veces compruebo que hago daño a otros por pensar más en mí que en ellos… Derrotas que llegan y me mandan al exilio.

Dios nos advierte. Nos quiere y nos avisa, como todo padre hace con su hijo. Él ve que juego con fuego, que estoy en la cuerda floja, que estoy desatendiendo mis defensas… me llama a la oración, me llama a los sacramentos, me llama a ser más exigente con mi voluntad, me llama a tener un corazón más generoso con el prójimo… Y yo muchas veces voy a la mía, porque me dejo llevar por el pequeño placer o éxito a corto plazo. Dios avisa y no se equivoca.

Él no envía desastres, ni enfermedades, ni calamidades, ni nada eso. Pero sabe que cuando uno elige una vida en lugar de otra, las consecuencias llegan. Tomemos nota.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Esperamos algo nuevo (Pe 3,12-15a.17-18)

Esperamos algo nuevo. Ahí radica la fuerza de nuestra fidelidad y la firmeza de nuestros compromisos. Porque cuando miramos alrededor, comprobamos que el Reino todavía no ha acontecido en plenitud. Jesús nos presentó su llegada pero todavía queda para disfrutarlo a tope.

Guerras, hambre, descuido con el planeta, personas durmiendo en los soportales, desahucios, jóvenes en riesgo de exclusión, personas perseguidas por sus creencias, políticos corruptos, atentados terroristas, economías que lo absorben todo, sexo que deshumaniza, mujeres maltratadas… Cuántas cosas… Tantas que, a veces, el nivel de esperanza baja un poquito. ¿O no? A mí me pasa. Un día te levantas y ves tanta negrura…

En mi propia vida, tantas veces lo mismo. Proyectos que salen, actitudes que no cambian, tonos que hieren, egoísmos que permanecen, gritos que brotan, malos humores, tensiones sin sentido, malos pensamientos, críticas a otros, prejuicios, miedos que no desaparecen…

Pero espero algo nuevo. «Un cielo nuevo y una tierra nueva» dice el apóstol San Pedro en su carta. Una novedad por dentro y por fuera. Una novedad que sólo podrá darse cuando Jesús reine en mi mí y en mi entorno. ¿Le dejaré? ¿Le permitiré tomar posesión de toda mi existencia? Quiero que sea así. Quiero que le dé a todo una vuelta. Que lo mejore, que lo ilumine, que lo pacifique, que lo recree.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La base de todo (Mc 12,1-12)

¿La base de todo? El significado de las parábolas de Jesús es perfectamente captado por sus destinatarios. Es cierto que la Palabra no pasa de moda pero sin captar los detalles, el marco histórico, el estilo y las circunstancias, como que nos perdemos cosas. Pero sí podemos intentar actualizar un poquito su mensaje para entender lo que nos quieren transmitir. En la parábola de hoy, Jesús se presenta como la base de todo, una base que, aún así, no es asumida por todos.

Pensemos que nuestra vida es como un gran castillo de naipes. Todos hemos hecho alguno siendo niños. Nos hemos entretenido muchas veces intentando levantar el castillo más alto posible y hemos comprobado lo complicado que es y lo fácil que es echarlo abajo. La vida es similar. Y Jesús se presenta a sí mismo como esa carta que Dios nos da para ponerla como clave del equilibrio de todo el castillo, la carta central de la base, la que sostiene todo lo demás. Sobre Jesús es seguro ir construyendo: pareja, amigos, trabajos, compromisos, opciones…

El problema es cuando rechazamos que la base sea Jesús. Decidimos construir la vida sobre otros pilares, sobre aquellos que nos aconsejan o nos recomiendan otros, otros que rechazan a Jesús. Y nos proponen el dinero, y el éxito, y el consumismo, y el placer, y el sexo, y la belleza, y la juventud, y una libertad sin límites… Y empezamos a poner unas cartas sobre las otras sin darnos cuenta que, a la mínima, eso se viene abajo.

A veces Jesús no es la opción más atractiva pero todo el que la ha probado y la ha puesto en la base de su vida, sabe que puede sentirse seguro. Lo aguanta todo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Esfuerzos y fatigas de un cristiano (Tesalonicenses 2, 9-13)

Esfuerzos y fatigas. De eso les habla Pablo a los hermanos de Tesalónica. Esfuerzos y fatigas. Si eres de los cómodos… lo tienes crudo.

Es tan claro que no puedo comentar mucho más. Constato que todas las opciones que he ido tomando en mi vida, intentando poner a Dios en medio de ellas, me han traído esfuerzos y fatigas.

– Ser un buen hijo implica esfuerzos y fatigas. Cumplir con mi deber, estudiar, obedecer, respetar a mis padres y a mis mayores… esfuerzos y fatigas.

– Venirme a Madrid y abandonar mis seguridades, familia, amigos y estudios por apostar por mi relación con Esther… esfuerzos y fatigas. Y tristezas y añoranzas y soledades…

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– Casarme… esfuerzos y fatigas. Es más fácil vivir solo. Más cómodo. Todo a tu manera, con tus criterios, sin compromisos, sin convivencias, sin culturas distintas, sin educaciones distintas… sin familia política…

– Tener tres hijos… esfuerzos y fatigas. Noches en vela, sufrimiento, gastos, educación, transmisión de valores, de la fe, disgustos, cansancios, planes sin ejecutar, películas de dibujos a mansalva, el cantajuegos…

– La Escuela Pía… esfuerzos y fatigas. Pertenecer a una comunidad, esfuerzo y fatigas. Compartir tu fe con otros, asumir otras maneras, otras sensibilidades, otras realidades… Ser confrontado, corregido, tener que amar a más y sufrir con ellos, compartir mis bienes, momentos de desconcierto en la institución, cosas que no se entienden… esfuerzos y fatigas.

– Ser Iglesia… esfuerzos y fatigas. Me siento interpelado con las palabras del sacerdote, del obispo del Papa… llamado a cambiar cosas, intentando ayudar aquí y allá, en mil sitios, con mil cosas, sin tiempo… Permaneciendo aún no entiendo, muchas veces. Intentando querer al hermano que parece que ha leído un Evangelio distinto al mío…

En fin… y así podría seguir. ¿Feliz? MUY FELIZ. ¿Vale la pena? TOTALMENTE. ¿Es guay, chachi, trending topic, moda, reporta inmediato placer, salgo más guapo, la piel más fina, con moreno de playa…? MEJOR NO TE METAS…

Un abrazo fraterno

Quiero perder mi vida por TI (Mateo 10, 34-11,1)

Allá por el año 2000, mes de marzo, estaba yo de retiro en una casa de ejercicios espirituales frente a la playa de Bastiagueiro, en Coruña. Un lugar privilegiado al que fui a acompañar al grupo de jóvenes del que yo era su catequista de aquélla. Pero el Señor me sorprendió a mi, al que iba a acompañar, con un encuentro de gran calado. Días antes, la que había sido mi novia durante 5 años y medio, rompía conmigo sin muchas más razones que «se acabó». La vida había dado un giro y el Señor me salió al paso.2876631364_1b6bf64811

Esta canción de la Hermana Glenda que os pongo abajo fue una de las protagonistas de ese retiro. Fue palabra del Padre en aquel momento para tocarme el corazón. Hoy el Evangelio me repite y trae a mi corazón todo aquéllo. En aquel retiro me abrí a la posibilidad de ser religioso, de ser escolapio. Pensé que el Señor podía estarme pidiendo eso y yo me mostré totalmente abierto a coger ese sendero. Dije un sí a su voluntad, cualesquiera que ésta fuera. Luego la vida, la oración y mi discernimiento me llevaron por el camino del matrimonio, la paternidad, la vida laica en medio del mundo… pero Dios sabe que aquellos días puse mi «sí» encima de la mesa si eso era lo que Él quería. Sin miedo.

Seguir a Jesús exige perder. ¡Qué feo verbo! ¡Qué poco me gusta! Perder… perder la vida… Afrontar la lucha que seguir a Jesús trae a nuestra vida. Pasar por encima de padres y madres, de hermanos, de lugares nutricios que me vieron crecer, de personas concretas a las que quiero… Por encima, Él. Jesús trae la espada a la vida. A la mía, la sigue trayendo. Ser cristiano no es precisamente una actividad «antistress». La Iglesia no es un centro de ocio y descanso. Jesús sigue trayendo la espada a mi vida. Jesús sigue confrontándome y pidiéndome que cambie en verdad, que acabe de perder mi vida de una vez por todas. Jesús, el Cristo, viene a poner mi vida patas de arriba, a descolocarme, a hacerme sentir incómodo cuando yo me contento con mi mediocre y relajada versión evangélica…

Hoy me toca especialmente esta lectura. Ayer volví a pasar por el confesionario después de largo tiempo. Lo necesitaba. Ayer fue un día muy intenso. Ayer sentí a la Iglesia madre y a Dios, Padre. Señor, sigo dispuesto a perder la vida por ti. Ayúdame a encontrar las fuerzas para luchar contra las tentaciones, contra mis debilidades, contra mis incoherencias.

Un abrazo fraterno

El paso del temporal… con fe (Mateo 8, 23-27)

Ayer escuché una historia dolorosísima de boca de una de las personas que más quiero. Era su historia. Una de estas historias en las que uno piensa si hacía falta tanto, tanto dolor… y de esa forma. Los temporales llegan. Antes o después. Y un temporal hace que todo se tambalee y que uno se paralice por el miedo…

Yo he tenido la suerte, por la educación religiosa recibida y también por los dones regalados por el Padre, de poder afrontar los pequeñísimos temporales que han azotado mi vida con Jesús en mi barca. Igual que a los apóstoles, la presencia de Jesús en mi barca me supuso siempre ser capaz de «aguantar» el temporal hasta el final. ¡Cuántas veces el 15380Señor parece que duerme! Su silencio nos aterroriza, nuestra fe flaquea…

En realidad es fácil creer cuando todo me va de cara. Es fácil dar gracias por todo lo maravilloso que me sucede en la vida. Es fácil agradecer el regalo de mis hijos, el amor de mi mujer, la familia que tengo, el trabajo… Es fácil ver en Jesús a aquel que me cuida, me protege, no deja que nada malo me pase… Así pienso y pensamos a veces… Incluso a veces es tan fácil que acabamos apartándonos del Señor, tomando otros caminos dejándolo de lado, olvidando el agradecimiento por tanto…

¡Qué útiles son los temporales a veces! Qué útiles para sentirse pequeños, débiles, frágiles… qué útiles para devolvernos a la realidad, qué útiles para recordarnos que, al final, en la vida existe el dolor y que, sin Jesús, puede acabar con nosotros.  Sólo hay que ver y oír los testimonios de personas creyentes a las que les ha pasado de todo… y ahí están, alegres, serenas, agradecidas…

Llegará otro temporal y a mi me pillará con el Señor en la barca, lleno de pánico pero junto a Él. Y eso me una paz tremenda…

Un abrazo fraterno

¿La ley? En las entrañas… (Salmo 39)

Ni en tablas de piedra, ni en libros viejos… en las entrañas.

Llevar la ley del Señor en las entrañas implica que uno la ha interiorizado y que la ha hecho carne. Implica que la ley del Señor no es algo muerto sino Palabra viva, presencia real. Llevar la ley del Señor en las entrañas implica que el calor del corazón la toca, la modela, la matiza… Implica que no es un mandato exterior sino el camino que me lleva a la felicidad, al padre, a Cristo…

Me ha gustado hoy esta Palabra del salmo. Porque es amor lo que quiere el Señor y no sacrificios…

Un abrazo fraterno

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Autoridad… ¿sobre mi? (Marcos 1, 21-28)

Autoridad-Auctoritas-Cesar-augustoJesús ejerce su autoridad sin miedo, sin complejos, sin necesidad de saberse con el mando. Simplemente lo tiene.

¿Quién ejerce la autoridad en mi vida? ¿A quién le concedo autoridad sobre mi? Yo, como aquellos que escuchaban a Jesús, no soy de fácil conceder porque hay quienes se creen con el poder y el mando, a quienes no confiero ninguna autoridad sobre mi vida más allá de la que le otorga un cargo, una ley… Pero hay otras personas que, sin ser nada, reciben mi reconocimiento como autoridad en mi vida. Y pienso en qué deben tener…

a) Debo saberme querido y amado por ellos

b) Su vida debe ser consecuente, honesta, digna, valiosa

c) Con el espíritu cultivado, duchas en el silencio, cercanas a Dios, instrumentos del Espíritu…

Y por encima de todos ellos, Cristo. Nada hay más allá. Mi vida no la pongo en manos de cualquiera

Un abrazo fraterno