Un trocito de cielo (Mc 9,2-10)

De un trocito de cielo. De eso nos habla el Evangelio de hoy. De un trocito de cielo y de la posibilidad de tocarlo con la punta de los dedos. Jesús no pretendía hacer un espectáculo de ilusionismo. Jesús pretendía dejar dos cosas claras: Él era el Hijo de Dios y Dios nos promete la vida eterna, un trocito de cielo a su lado.

El cielo no es para mí algo reservado a la hora final. Podemos acceder a él, en parte, ya en nuestra vida terrena. También al infierno. Dependiendo de las apuestas que hagamos en vida, de nuestras opciones o decisiones y del dios ante el que nos postremos, estamos habilitados para empezar a saborear las mieles del cielo o el calor del infierno.

Mi familia, sus abrazos, su amor incondicional, mi vocación, mi trabajo en la escuela, los rincones de la naturaleza, la felicidad de estar con los jóvenes, etc. son pequeños grandes aperitivos de una eternidad llena de amor de Dios. Los muertos en el Mediterráneo, las guerras, la hambruna, la indiferencia ante el sufrimiento, el egoísmo, etc. son píldoras de infierno.

Yo quiero subir al Tabor contigo, Señor. Un camino cuesta arriba, de seguimiento fiel, de dificultades y, también, de muchas bondades, de profunda felicidad. Déjame ir a tu lado.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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