Una nana para la rosa

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Mi rosa no está en su mejor momento. Yo la riego, la pongo al sol, cambio el biombo de orientación varias horas al día… pero no consigo que recupere su vigor y ese rojo vivo que tantos insectos atrae al final del día.

Ella, cada mañana, despereza sus pétalos lentamente, como si una invisible capa de aire pesara sobre ellos, me mira y me dice que puede, que no me preocupe, que sabe lo que le pasa y que espera en unos días estar mejor. Pero no es posible no preocuparse por ella. ¿Cómo puedo hacer eso?

Intentaré que el agua esté más fresquita, que los rayos del sol lleguen a ella con más suavidad, que el biombo la deje ver más allá de las estrellas y que piense que nada de eso es por ella. Y por las noches, mientras intenta dormir, le cantaré una nana desde el rincón más escondido de mi pequeño planeta.

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