… y se fue triste (Mc 10, 17-27)

Recuerdo una frase que, al escucharla en una tertulia radiofónica, me impactó por su claridad. Estábamos en España en pleno acercamiento del gobierno Zapatero a ETA para sondear las posibilidades de fin del terrorismo vasco. Y recuerdo la crítica de un tertuliano al ansia de paz del presidente: «No es paz lo que queremos SINO LIBERTAD. La paz sin libertad no es nada.» Tremendamente contundente y clarividente.

El Evangelio de hoy es uno de los que más me sobrecogen. Soy capaz de sentir esa tristeza del joven rico al descubrirse falto de libertad. Es un tristeza árida y expansiva de aquel que quiere ser, que quiere hacer… pero que no es capaz de dejar aquello que se lo impide. ¡Qué horror! Siempre he intentado vivir desapegado porque me horroriza tenerme que dar la vuelta y marcharme triste, de ese modo. Alguna vez lo he experimentado y, seguro, que si me pongo a hacer conscientes todas mis esclavitudes… este sentimiento se agrandará por momentos.

Libertad. Ese es el sueño.

Un abrazo fraterno

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