Noviembre con Calasanz – Año 2017 – #2

«Procuren dar todos buen ejemplo y atender con toda diligencia a las escuelas, que éste es nuestro ministerio. Y debemos ejercitarlo bien, para que los jóvenes aprovechen en las letras y el espíritu, y sus padres y parientes se sientan contentos y satisfechos.» (Calasanz, 13/7/1629)

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Noviembre con Calasanz – Año 2017 – #1

«Procure exhortar a todos a la paciencia y esperar en la misericordia del Señor. Que, aunque parezca que abandona a los suyos, no es así, sino que guarda el auxilio para el tiempo más oportuno.»(Calasanz, 10/2/1647)

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#Alencuentro de José de #Calasanz, la revolución de la educación

Hoy es 27 de noviembre y, aunque el santoral marca que la celebración de S. José de Calasanz es el 25 de agosto (recordando la fecha de su muerte), tradicionalmente esta es la semana en que, a nivel escolar y educativo, se recuerda la figura de un hombre que revolucionó la sociedad de la época y que sigue siendo tremendamente actual. La lucha por la educación de todos, para todos, integral e integradora, sigue siendo caballo de batalla en tantos países…

Esta semana, en el Oratorio, con los niños, estuvimos trabajando a José niño. Es curioso ahondar en este aspecto que tantas veces dejamos de lado: José de Calasanz no nació santo, ni sacerdote, ni fundador. José fue el pequeño de una familia numerosa, acomodada, en el pequeño pueblo de Peralta de la Sal, en la provincia de Huesca. Es un hombre de la mitad del XVI y creció en un entorno creyente y en una casa por donde la vida campaba a cada instante: su padre era el herrero del pueblo y, por decirlo de alguna manera, el «alcalde». José vivió de niño lo que luego propició de adulto: fue a la escuela y fue educado en la fe. La oración es algo que, desde muy pequeño, formó parte de su «ser» y esa cercanía al Señor… ¿no dio luego sus frutos?

José marchó pronto a estudiar y tuvo que sufrir la muerte de su madre, de su hermano y la incomprensión de su padre cuando le planteó su deseo de ser sacerdote. ¡Cómo el Señor maneja los hilos! D. Pedro, su padre, que quería que José se casara y fuera militar para perpetuar el apellido de la casa… vio cumplido su sueño desde el cielo, con un apellido que surca el planeta de uno a otro de sus extremos… Calasanz…

Me gusta de José esa sensación de libertad que transmite desde sus años de niño y de joven. José busca, trabaja, se pone al servicio, sirve aquí y allá, recorre los pueblitos que se le asignan como párroco en el Pirineo, luego ayuda a obispos y está dispuesto a mediar en problemillas importantes de la época que surgen entre el clero. Calasanz consigue ser un hombre formado, docto, capaz, justo… Su santidad ya se va forjando en estos años de preparación, duros y complejos.

Cuando José marcha a Roma no se imaginaba lo que allí le tenía preparado el Señor. Llega a Roma con el objetivo de conseguir una canonjía que le permita venir a España con un cargo y un título de prestigio. Y lucha por ello. Es un objetivo que no abandona hasta que recibe unos cuantos portazos en la cara… Curioso. Pero José se encuentra también con un Trastévere abandonado, pobre, cochambroso, donde los niños campan a sus anchas por las calles, maleducados, expuestos a mil peligros… Y una llama se enciende en su corazón. Es bonito descubrir cómo aún en ese momento, José no tiene pretensión de fundar nada. José sólo quiere poner solución y amor a una realidad concreta con la que se ha encontrado. Un paso. Sólo se le pide un paso. Sólo da un paso. Pero luego da otro, y luego otro, y luego otro… Cuando en 1597 abre la primera escuela popular gratuita del mundo, José no es consciente de que ha abierto la puerta de la educación para todos, un valor y un derecho que ahora consideramos esencial en nuestras sociedades.

José tiene luego la intuición de que es necesario que haya personas consagradas en su totalidad a los colegios y a servir a Dios en los pequeños, en la escuela. Y comprueba como la voluntad de Dios para con sus hijos se transforma en la ultima de la Órdenes Religiosas aprobada por Roma: la Orden de las Escuelas Pías. Calasanz fundó la Orden en su madurez, bien avanzada ya su vida. ¡Qué prisas tenemos nosotros a veces por descubrir la voluntad de Dios para nuestras vidas! Un paso, sólo un paso… eso es lo que se nos pide.

Los últimos años de su vida estuvieron marcados por el sufrimiento, el escarnio, la incompresión y la traición de alguno de sus religiosos. José de Calasanz muere con más de 90 años, en Roma, viendo todas sus escuelas cerradas y la Orden disuelta por orden del Papa. José murió en paz: tenía la promesa de María, y as se lo hizo saber a sus más cercanos amigos, ´de que las escuelas y la Orden volverían a estar arriba en un plazo de 10 años. Y así fue.

Su espíritu y su carisma siguen presente en miles de religiosos y laicos que, a lo largo y ancho del mundo, se vacían por completo en la escuela. Es en la escuela donde han encontrado la mejor forma de servir a Dios y de construir el Reino. El lema «Piedad y Letras» sigue estando bien alto en los colegios que, desde España, Sudamérica, África, Indonesia, etc., trabajan por generar futuro y felicidad en las generaciones que vienen detrás de nosotros.

San José de Calasanz, ruega por nosotros.

Un abrazo fraterno

#Rezar con los niños, un privilegio

Ha hecho un mes ya desde que comencé mi tarea en la Oración Continua, acompañando a los niños y niñas, desde 3º de Infantil (5 años) hasta 6º de Primaria (11 años), una vez a la semana, al oratorio del cole.

El oratorio del cole de Salamanca es un oratorio acogedor, que invita a compartir un rato con el Señor. Es amplio y toda una clase cabe sin agobios, lo que es importante. Los días previos a octubre me dediqué, con mis hermanos de comunidad, a «redecorarlo» un poquito para hacerlo, además de acogedor, alegre y, además de alegre, flexible.Es un oratorio en el que, ahora, puedo hacer muchas cosas con los chavales en el ratito de oración que comparto con ellos.

Después de un mes puedo decir que la experiencia está siendo muy gratificante. Creo que los niños y niñas perciben en mí a alguien distinto a un profesor, que a la vez es profesor, pero que no les enseña lo que les enseña el profesor en los lugares habituales del profesor. Ellos se entienden y yo también. El simple acto de salir de clase y venir al oratorio no deja de ser una pequeña «peregrinación» que, cada semana, cada clase realiza. Es algo que simboliza muy bien lo que es la oración, en el fondo: hacer una pausa en mis quehaceres cotidianos para dedicar un rato al Señor en exclusividad.

El rato de oración comienza siempre con un saludo, igual que el arcángel se presento a María. Ellos entran al oratorio y saludan al Señor, normalmente con un gesto corporal. Es emocionante ver el saludo de algunos, más digno y sentido que el de muchos eclesiásticos de alto copete. Ellos saben que el Señor está en el Sagrario y, a su manera, no pasan de largo. Luego soy yo el que les saluda a ellos y les intenta situar en un ambiente de cercanía y confianza, que creo que es propio de los lugares en los que Jesús se hace presente. Desde el principio, cuando me visualicé en estos ratos, deseé que el oratorio fuera una pequeña «Betania» y no un lugar de instrucción religiosa. Los niños y niñas deben sentirse en casa, con Jesús, y deben permitirse ser lo que son, con los límites lógicos del respeto pero sin necesidad de estar rígidos, temerosos o abrumados por una autoridad que les acobarda.

Todos los días tenemos un primer rato de silencio, de oración personal. Buscamos una postura cómoda, cerramos los ojos y hacemos silencio para contarle a Jesús, desde el corazón, cómo estamos, qué nos preocupa, qué planes tenemos, cómo nos ha ido la semana… Jesús es un amigo que escucha sin reparos ni condiciones. Luego de ese minuto o dos, también roto a veces por risas, ruidos o vocecillas, ponemos en común cómo nos hemos sentido. Es importante saborear y ser consciente de cómo nos hace sentir y las emociones que nos provoca estar delante del Señor a solas y en silencio. Saber si me agrada, si me relaja, si me trae paz, si me cuesta, si me pone nervioso… ¡Qué importante poner delante de Jesús también las dificultades que tenemos para orar!

Y se hace la luz y se enciende la vela, como previo paso a escuchar la Palabra. La luz… qué fácil es ver para qué sirve la luz… Es Dios entrando por nuestros sentidos… Toca escuchar. Noé, Moisés, Abrahám, Jesús, parábolas como la perla, el tesoro escondido… Muchas cosas han ido saliendo y, en cada ocasión, yo he buscado la ayuda de Dios para saber cómo ayudarles a interiorizar lo que Jesús hoy nos dice. Algunas cosas se repiten: Jesús te quiere, Jesús en el centro, Jesús siempre contigo, confianza en Jesús, Jesús te llama… la felicidad, tu felicidad… en Jesús.

Con los pequeñines de Infantil todo es un reto. Ellos vienen, saludan y ven al Señor en el centro. Por ahora es suficiente. Comparten y piden y dan gracias por lo más básico y concreto de nuestras vidas… ¡Cuánto que aprender los adultos, que rezamos sin poner palabras y pedimos sin poner nombres, que nos perdemos en conceptos, raciocinios y deseos…!

Los mayores de 6º ya son capaces de compartir mucho de ellos, de sus preocupaciones y de una visión del mundo que les rodea más compleja. A a vez, ya me encuentro con personas que no son capaces de no interrumpir, de no molestar, de disfrutar y aprovechar el rato que les regalan. Sigo pensando si algo debo cambiar. Tal vez sólo deba incrementar mi oración y ponerlos delante del Señor… no sé. Estas cosas me generan dudas.

Yo estoy feliz, contento, satisfecho y muy lleno de Dios por pasarme con todos ellos horas y horas rezando. Ojalá todos pudiéramos hacer lo mismo.

Un abrazo fraterno

Salamanca: primeras vísperas de la comunidad conjunta

Ya estamos todos, bueno, menos los niños. El día grande de Calasanz se comienza juntos, en comunidad. ¿Hay otra manera mejor que celebrar una fiesta en casa, en familia, con los hermanos que Dios te ha regalado? Probablemente no.

Mi mujer y yo ya nos hemos incorporado a nuestra nueva comunidad, una nueva aventura a la que nos llama el Señor a religiosos y laicos de esta Provincia nuestra llamada Betania. Ayer, comentando en la cena, el rector contaba las innumerables preguntas que le habían hecho durante el verano acerca de esta realidad de comunidad escolapia conjunta (religiosos y laicos) y nos reíamos intentando encontrar una respuesta que, todavía, no tenemos ninguno.

El sol ha salido ya en Salamanca y en unas horas celebraremos la Eucaristía con parte de la comunidad educativa de la presencia escolapia aquí. Miro atrás y me deleito recordando el día de ayer, cuando Esther y yo aterrizamos juntos en esta nueva realidad, en esta nueva ciudad, en esta nueva casa, con esta nueva familia. Me deleito y doy gracias por los primeros momentos, siempre importantes, de andadura juntos. Fue algo especial ver la sonrisa de Antonio y Jesús cuando bajaron del tren y nos vieron esperándoles en el andén. Fue algo especial el ratito que compartimos por la tarde viendo la tele y echándonos unas risas con el «Ahora Caigo» de Antena 3. Fue algo especial rezar las vísperas de Calasanz, juntos por primera vez, en la capilla de comunidad. Y algo especial compartir la cena, contar anécdotas, abrazar a Manel y a Lluis cuando llegaron, cargar su equipaje y meterlo en casa, acompañarles en la cena y programar un poquito el día de hoy. Y hablar de niños y jóvenes y misiones y escuelas y viajes y … y… y… ¡Y escuchar a Jesús valorando la posibilidad de que los niños le llamen «abuelito»!

La acogida no ha podido ser mejor por parte de todos. También conocimos a los que yo llamo «las fuerzas vivas» de toda obra humana. Fue un placer conocer a Jesús el de mantenimiento, a Pepín el cocinero, a Juan el de portería, a Noelia la de secretaría, a Vanesa la de administración, a Pilar la de la limpieza… Personas cada una con sus nombres y apellidos y con un trabajo fundamental para que todo salga adelante. Darnos un abrazo, estrecharnos las manos, escucharnos por primera vez y compartir brevemente, y a vuelapluma, las primeras inquietudes y preocupaciones del trabajo que desarrollan y del que se viene encima en este curso que nace. Mucho nos tendremos que escuchar y mucho nos tendremos que querer todos…

Los niños están todavía con los abuelos. Ellos todavía pueden disfrutar unos días más de sus vacaciones pero en una semana los tendremos aquí, ya, formando parte de esta casa tan bonita. Los esperamos con ganas todos. Ellos van a ser el alma de esta comunidad, como lo son de cualquier sitio en el que están. Por ellos, por los niños, nació la Escuela Pía. Por ellos, por los niños, Calasanz se acercó más a Dios sirviendo a los más pobres. A ellos les debe su santidad.

Las mañanas ya son frías en la capital charra y, aunque el sol luego calienta con fuerza, empezamos a acostumbrarnos a esta tierra, ya nuestra, que tan bien nos ha recibido. Pedimos a nuestros hermanos religiosos y a todos nuestros hermanos fraternos que se acuerden de nosotros en sus oraciones y nos encomienden en este día del Fundador. Que sepamos, con nuestras debilidades y pobrezas, dar continuidad a su obra y dar mayor gloria a Dios con nuestras vidas.

Un abrazo fraterno

P.D.: La comunidad escolapia de Salamanca la forman el P. Jesús, el P. Manel, el P. Antonio, el P. Eloy, el P. Lluís y la familia Casanova-Morales (Santi, Esther, Álvaro, Inés y Juan). Para servirles… 🙂

Dejo mi trabajo. Por delante, la llamada del Señor…

Ha sido la primera vez que me despedía de mis compañeros de trabajo. Es lo que tiene haber tenido sólo un trabajo en esta vida. Y, aunque todavía me quedan unos días y esto no ha terminado, puedo decir que, si ya me iba contento, ahora me voy también en paz. Alegría y paz, sí, son las palabras que mejor definen los sentimientos de mi marcha.

Cuando la opción de irnos a Salamanca se puso encima de la mesa, tal vez ninguno pensábamos que yo pudiera dejar mi empresa y empezar ya a trabajar para la escuela o para la Escuela Pía. Sólo el transcurrir de los días y los milagros que el Señor iba realizando empezaron a llenar mi corazón con la esperanza real de esta posibilidad. Si la posibilidad se presentaba en unos términos razonables, yo no la iba a dejar escapar. Fueron muchos años de espera, de esfuerzo, de tensa calma… y algo me decía que el momento había llegado.

Me voy con la cabeza alta de GEHC. Me voy sabiéndome valorado y querido. Me voy sorprendido en parte y tremendamente agradecido.

La cabeza alta es fruto de 15 años de trabajo y de esfuerzo por hacer mi labor lo mejor que he podido, con mis defectos, mis carencias y mis errores. No sólo eso. Han sido 15 años viendo crecer un negocio y viendo crecer un equipo, viendo llegar a unos y marchar a otros, viendo pasar jefes, managers, estilos, apuestas y propuestas por parte de la compañía. Han sido 15 años en los que creo no haber acumulado enemigos sino más bien todo lo contrario. Un tiempo largo donde crear relaciones de cariño incluso con los clientes y donde he intentado, sin hacerlo muy conscientemente, llevar la paz del Evangelio allí donde estaba. Me voy satisfecho por lo realizado, por la fidelidad y el compromiso que he intentado demostrar y por la honestidad de mi carrera aquí.

Otros no se hubieran ido con una mano delante y la otra detrás. El dinero no me sobra. Pero la opción tomada y acordada, me parece justa y, al final, la real. Me voy por propia voluntad, sin más. Me siento valorado y querido en mi despedida más allá de su traducción en euros. Suena tópico pero el cariño no se mide en euros. Y en este momento, esta apuesta de desaparecer por propia voluntad es también un signo de esto. Me sé valorado y querido por la reacción de mis compañeros más cercanos y por las palabras de mis managers directos. Me voy valorado y querido porque así se me está haciendo saber estos últimos días. Apreciado por personas de la compañía con las que comparto pasillos desde hace 15 años y que me han visto «crecer» aquí. Me voy con el corazón cargado de reconocimiento, alimentado también por los innumerables correos recibidos de clientes que, tras todos estos años, son más que eso.

Soprendido también. ¡Cuánta gente me ha dicho la envidia que les doy por apostar por mis sueños y mi vocación y ser capaz de dar un giro a mi vida! Tremendo. Ojalá todos lo hiciéramos. El mundo iría mejor, sin duda, si todos apostáramos por hacer aquello a lo que nos sentimos llamados, aquello en lo que somos plenamente felices. Haríamos más felices a los de nuestro alrededor y aportaríamos un valor incalculable a la humanidad.

No puedo terminar sin dar las gracias, a las personas y a Dios. Estos 15 años en GEHC me han dado la oportunidad de ser mejor persona, de crecer profesionalmente, de formarme con calidad, de viajar y conocer ¡tantos lugares de España, de Europa y de USA! ¡Viajar! Tal vez sea una de las cosas que más eche de menos. Lo que he disfrutado y aprendido paseando por Chicago, asistiendo a la St. Joseph Parish in Waukesha, acariciando el Danubio en Ulm, enamorándome apasionadamente de París… Todo lo vivido ya forma parte de mí y, como decía un hermano de comunidad, es algo que se llevarán mis futuros alumnos y también la Escuela Pía.

Nada se vive en balde. No han sido 15 años «tirados» pese al dolor de muchos momentos. Creo que tenía que llegar aquí y ahora, ni antes ni después. El Señor sabrá por qué. Yo, como Samuel, sólo puedo decir: «Aquí estoy, Señor».

Un abrazo