Carta a Alba Cabello

Querida Alba.

Parece que los sueños se van cumpliendo. Una larga y bien pertrechada estela de esfuerzos, sacrificios, trabajo e ilusiones te va llevando de medalla en medalla, de ciudad en ciudad, de campeonato en campeonato, de cultura en cultura. Has pasado hace poco la veintena y ya puedes enseñar una medalla de plata olímpica; una medalla que simboliza muchas cosas, que significa muchas otras y que aglutina buena parte de lo que tú eres.

Te conocí casi recién llegado a Madrid. En el 2001 me enrolé como catequista de Caminando en el Calasancio de Madrid, tu cole. Allí, junto a Lu, Bea, Lara, Bárbara and company, entraste en mi vida… y nosotros en la tuya. No podías venir mucho al grupo porque tenías que entrenar. Lo recuerdo como si fuera hoy. Y también recuerdo que cuando venías lo aprovechabas al máximo y que te hubiera gustado haber podido estar más. Pero tenías clara tu prioridad: la natación sincronizada. Esther y yo nos entendimos contigo desde el principio. Hubo feeling. Y empezamos a querernos poco a poco. El 19 de octubre del 2002 formaste parte del día más importante para Esther y para mi como pareja, el día de nuestra boda. Quisimos que fueráis algunos miembros de nuestro grupo nuestros particulares «niños de arras». Mi madre y yo entramos seguidos por Iván y Nacho portando dos grandes velas. Esther y su padre entraron seguidas de ti y Coral, con los anillos y las arras. Fuiste una guapa, encantadora y especial «niña de arras». ¿Te acuerdas? Eres parte ya de nuestra memoria gráfica familiar, de nuestra historia. Y luego llegó el duro trance de la muerte de tu madre y tus dudas respecto a tirar para adelante con tu carrera o permanecer al lado de tu padre y tu hermana…

El Centro de Alto Rendimiento de Barcelona te abrió las puertas de par en par. ¡Qué valiente fuiste! Para nosotros un ejemplo de fuerza, determinación y capacidad para afrontar la vida con fortaleza. Te fuiste y prácticamente nos dejamos de ver. Desde esa no conseguimos vernos más que dos o tres veces pero la relación ha permanecido viva y emocionada, como siempre. Verte crecer, madurar, luchar, soñar y poder ha sido y sigue siendo algo muy bonito. ¡Qué genial es a veces poderse comunicar por SMS!

Te seguimos porque te queremos y porque nos tienes enganchados a la sincro. Hoy estábamos toda la familia viendo como nuestras particulares africanas con pelo de rastas mostraban lo mejor de sí mismas. «¡Ahí está Alba! ¡Ahí está Alba! ¡Mírala!»… Como tontitos… Hablamos de ti en el trabajo, con los amigos, en la comunidad… Creo que estamos orgullosos de conocerte y de quererte. Estamos orgullosos de conocer y querer a alguien que vale tanto la pena. Ni con una medalla al cuello pierdes ese discreto, sobrio y embriagador encanto que te hace distinta. Tú dignificas ese trozo de metal tan deseado. Recibir tu SMS desde Pekín contestando al nuestro ha sido hoy uno de los mejores regalos del día. Gracias. «¡Ha contestado Alba» grité emocionado e incrédulo…

No quiero entretenerte mucho más porque lo estarás celebrando como esta ocasión se merece. Sigue luchando. Sigue soñando. Sigue creciendo. Las medallas y los éxitos son importantes pero pasajeros. El deporte es lo que tiene. El poso es mucho más importante que el aplauso o el metal.

Un beso muy fuerte desde Carabanchel y directo a Pekín. ¡Te queremos!

Esther, Santi, Álvaro e Inés

Carta a la mujer de Antonio Puerta (DEP)

Querida amiga,

¡cuánto cuesta construir un proyecto de vida y qué rápido puede desvanecerse todo de un plumazo! ¡Qué feliz eras hace 4 días y qué rota estás hoy! No hay palabras inventadas para describir este dolor. Y yo no las voy a inventar. Sólo quería hacerte llegar un abrazo fuerte, sentido y tierno; un abrazo compasivo que te ayude a enjugar las lágrimas que, con certeza, no dejarán de brotar en mucho tiempo.

¿Quieres que te diga la verdad? Paso del fútbol, paso del Sevilla y del Betis, de los sevillistas y de los sevillanos. Paso de la medalla de oro al deporte y de las banderas. Paso de «la zurda de diamante» y de todas esas gilipolleces. Paso de eso porque, al final, quien se te ha muerto a ti es tu marido, aquel  con quién habías decicido compartir tu vida, compartirte tú… porque al final el que se ha ido, Antonio, es el padre de la criatura que está a punto de nacer. Las personas somos poco más que eso. Podemos vivir de ensoñaciones, de realidades paralelas, de sueños y deseos. Podemos ser fan o tenerlos. Da igual. Porque al final lo que se va, lo que más duele, lo que más se echa a faltar es lo que nadie conoce, es lo que nadie valora, lo que a nadie le importa. Ese «buenos días» por la mañana aderezado de besos. Esa mesa compartida hablando del plan de la tarde. Esas risas cómplices y esos miedos confesados.
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Amiga. Poco puedo hacer por ti. Se presenta ante ti una realidad cruda y difícil. Pero una nueva ilusión está a punto de nacer. En sus ojos verás los de Antonio y cuando acaricies sus manos lo estarás, de nuevo, acariciando a él. Tal vez saque el pelo de su padre y puede que hasta le guste el fútbol. Sus besos serán los de Antonio y sus abrazos llenarán tu corazón y curarán tus heridas. Sólo la vida es capaz de hacer olvidar a la muerte. Ten esperanza, en tu dolor, pero esperanza. No la esperanza del mundo que te animará a vivir como si nada hubiera sucedido sino la esperanza de Dios. Dios te ha creado hija, sublime, única e irrepetible. Hoy su obra, tú, está hecha añicos pero su obra es duradera y robusta y su Amor no tiene límites.

Llóralo todo, amiga. No te guardes nada. Deja sangrar la herida para que no se haga hematoma. Échale mucho de menos y nunca lo olvides. No pretendas superarlo. Esto no se supera. Pretende vivir poco a poco y la vida irá haciendo camino. Mira adelante. No apartes la mirada. Cuando te sientas desfallecer busca a Antonio. Él seguirá viviendo en ti. Lo dado, dado está. Lo compartido con él es ya tu patrimonio. Nadie te quitará eso. Ni la estrella con su cara que cada noche verás en el cielo de Sevilla.

Me despido ya, amiga. Con las lágrimas en los ojos. Deseando abrazarte aún sin conocerte. Que el Padre te sostenga hasta que puedas hacerlo por ti misma de nuevo. Podrás.

Un abrazo muy muy fuerte.

Santi