MR 12

Aquel salón de baile olía a historia, a pases quebrados, a madera gastada, a golpes de mambo. Estaba tal cual yo lo recordaba. No había cambiado un ápice. Las bombas caídas sobre la ciudad no habían conseguido terminar con aquel reductor de sana rebeldía. Los espejos estaban rotos y las bombillas no encendían pero mis ojos eran capaces de verme allí gozando con aquellos pantalones negros y algo gastados que usaba para bailar.

Miré con nostalgia cada una de las dependencias del lugar. Aquello ya no volvería y tal vez era mejor así. Cerré la puerta tras de mi, bajé las escaleras y decidí mirar adelante. Tenía toda una vida que reconstruir y no podía hacerlo sobre los recuerdos. Nunca volví.

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