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Aquí estoy (Hb 10, 4-10)

¡Cuántas veces nos equivocamos pensando lo que Dios quiere de nosotros! En nuestro lenguaje hemos hecho hueco ya para expresiones del tipo «Dios sabrá por qué», «es por tu bien», etc. refiriéndonos a situaciones vitales que nos llegan y a las que parece tengamos que plegarnos asumiendo que el sacrificio, el aguante, la «ofrenda de la víctima»… es parte de esa relación con el Padre. Hemos tergiversado el sentido del sacrificio y muchas veces hemos animado a la gente a confundir «cristiano» con «sacrificado».

¡Qué pensarán las personas que así lo viven cuando lean palabras como las de hoy! Dios funciona en positivo, así lo entiendo yo. No formula su salvación en negativo sino que lo que espera de mí es que limpie mis oídos, conozca mis dones y crezca como persona sana y madura, capaz de plantarme delante suya y pronunciar: «Aquí estoy. Para hacer tu voluntad». Sin victimismos. Sin sacrificios. «Ya nos os llamo siervos sino amigos». Pues eso. Proyecto común, no proyecto impuesto.

Esto, que parece más bonito, es mucho más difícil y pese a los que abanderan los sacrificios mal entendidos… pide mucho más de mi.

Un abrazo fraterno