Pequeña, llena de Dios (Lucas 9, 46-50)

Hoy podría hablar de unas cuantas cosas, leyendo las lecturas del día. Pero mi oración se va, inevitablemente, a Teresa de Lisieux. Porque es su día y porque la pequeñez es el centro del Evangelio de hoy.

No voy a ser yo quién intente hablar sobre Teresa, porque no sé mucho de ella. Tengo personas a mi lado que han ido, poco a poco, acercándome hacia la vida y la espiritualidad de Teresa, a la que yo conocía muy poquito. Y aunque cada vez sé más, no soy quien para disertar sobre ella. Seguro que metería la pata por presuntuoso. Pero lo que es claro es que la santidad no sólo está destinada a grandes hombre y mujeres, a personas de gran altura intelectual, de grandes discursos teológicos o, incluso, de gran labor misionera o social. Hay quien, también en su sencillez, en su pequeñez y en su labor diaria, realizada con un profundo amor por Cristo, han conseguido ser ensalzadas por el Padre.

Hoy es día, pues, para pedirle a Dios que me ayude a ser un poquito más humilde y que aprenda, que siga aprendiendo, a ser capaz de construir Reino allá donde estoy, haciendo lo que hago y con las personas que me ha regalado alrededor. Amando. Sólo eso.

Un abrazo fraterno

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