Al que tiene se le dará (Lucas 19, 11-28)

He experimentado en mi vida, y lo sigo haciendo, que cuando uno decide poner en juego sus dones y aquello que el Señor le ha confiado, sale reforzado, beneficiado, se multiplican los frutos ajenos y los propios. Al fin y al cabo jugar es responder a una confianza, a la confianza del que te ha elegido y piensa que tienes lo suficiente para llevar a cabo determinados encargos. Es como cuando un entrenador hace la alineación y te llama del equipo filial: sorpresa, emoción, incredulidad… -«¿Qué puedo ofrecer ya en un equipo como este?» – te puedes preguntar… Pero es el míster el que te conoce, te ha visto y sabe lo que puedes aportar en un partido concreto. Salir al campo sin presión y sin miedo no siempre es fácil pero a todos los entrenadores del mundo les gusta más alguien que propone cosas, que busca el balón, que no se esconde, que encara y que lo intenta… que otro que por miedo a hacerlo mal esconde todo lo bueno que sabe y prefiere devolver todos los balones que le llegan.

Un abrazo fraterno

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