Caí rostro en tierra (Ezequiel 1, 2-5. 24-28c)

Leyendo las lecturas de hoy tengo una sensación de insatisfacción ante ellas. Creo que es porque son lecturas algo densas. Un Evangelio misterioso y una primera lectura de visiones y resplandores. Cuando uno no tiene más que 5-10 minutos para hacer la oración del día es complicado sacarle partido a estas lecturas no tan «fáciles», ya me entendéis…

Y entonces me viene al corazón y a la cabeza la sensación y la certeza de que no todo es conocido, entendido y digerido. En la vida, y mucho más referido al Señor, hay cosas que nos dejan perplejos, sin reacción. Hay sucesos o palabras que sólo podemos contemplar y orar desde nuestra pequeñez. Echar el rostro a tierra, postrarse ante el Padre y ofrecerle lo que somos y poco más. Sin más teologías, razonamientos, sentimientos, emociones… Eso también es orar. Es similar a, una vez acostado junto a tu esposa, mirarla sin decirle nada, sin hacer nada más. Mirar, contemplar y estar. Sin nada más y sin nada menos.

Un abrazo fraterno

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