Carta a Esther, la madre de mis hijos

¡Feliz día mamá! Qué grande ser mamá… y qué alto llevas tú ese honor. Inmersa en tu continua preocupación para que todo esté bien, a veces no te percatas de cómo todo el amor de la familia pivota a tu alrededor. Eres el centro, el núcleo, la esencia.

A tu lado aprendo a ser padre y aunque me creo el mejor padre del mundo, porque soy así de chulito, tú me enseñas continuamente lo dulce que puede ser cada instante si uno se abandona al amor.

No hay nada más importante que lo que juntos hemos construido. No hay obra del Renacimiento ni sinfonía más perfecta que nuestros tres hijos. No existe en el horizonte un plan mejor que consumir la vida a tu lado, sea donde sea, sin miedo, de la mano. ¿Qué no hemos conseguido juntos?

Cuando volváis esta tarde a casa os estaré esperando. No prometo no gritar al rato, llamar la atención a alguien al poco tiempo o pedir que la casa esté mejor recogida… Pero tú me lo perdonas. El amor de una madre es lo más parecido al amor de Dios por cada uno de nosotros.

Te quiero

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