Con vuestra fe, nos animáis (1Ts 3, 7-13)

Leyendo la carta de Pablo de hoy me viene al corazón un sentimiento que ilustra tremendamente lo que el Señor viene a recordarme hoy: la fe no se vive solo sino en comunidad. A partir de ahí podemos entrar a debatir, discutir o compartir diferentes maneras de entender esto pero todas ellas tendrán una base común.

El sentimiento del que habla es un sentimiento que me llena enormemente y trae paz a mi corazón. Surge cada vez que, como los tesalonicenses de entonces, alguien de mi alrededor, con su ejemplo y vida, me lleva a fortalecerme, a saberme en Dios con otros. Sentí esto cuando una catequista del grupo de jóvenes en el que estoy decidió irse con Médicos sin Fronteras. Hoy está en Sri Lanka construyendo Reino. Lo sentí con el matrimonio de amigos y hermanos. Lo sentí con la alegría de aquellos que nos comunicaban su reciente embarazo y con aquellos que vivieron el dolor y supieron aceptarlo y superarlo. Lo sentí con mi mujer y su valentía al romper cadenas. Lo sentí con aquellos que quisieron seguir dando pasos en su crecimiento pese a lo que supone mirarse adentro. Lo sentí en la Pascua en los corazones y las miradas de los chicos y chicas en búsqueda y con sed de algo que les de sentido.

Sin duda lo que soy hoy y la fe que tengo es fruto del don de Dios, de mi esfuerzo y del continuo nutrirse de la fe de todos, patrimonio de cada uno.

Un abrazo fraterno

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