MR 45

Todos se habían ido ya y tú y yo seguíamos bailando en el salón. La fiesta había terminado pero lo nuestro todavía estaba en el prólogo. Tu cabeza reposaba en mi hombro y mis manos te apretaban torpemente en la cintura. Mi corazón galopaba bajo aquellas notas musicales de Los Lunes.

Te susurré al oído que te quería, que te deseaba, que estaba dispuesto a todo por ti. Tú levantaste la cabeza y con la expresión desencajada me agarraste la cabeza con las dos manos y me besaste. El beso duró lo que aquella trompeta cautivadora tardó en callar.

Ahí supe que siempre serías mía. Y yo para ti eternamente.

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