MR 73

Te digo que lo he visto, que es verdad.

Te digo que no tenía cara ni cuerpo. Ni vestía ropa ninguna.

Te digo que lo he visto, no me lo invento.

Te digo que no era ni blanco ni negro, ni hombre ni mujer.

Te digo que lo he visto, no te mentiría.

Te digo que era Dios. ¡Sí! ¡Dios mismo! ¡Yo lo vi! En la partitura del primer violín, en la batuta ligera del maestro director, en la tensa espera de los platillos, en el retumbar grandioso de los timbales, en los ojos vidriosos del anciano de la butaca de al lado, en el incesante movimiento de mi hijo, en mi pelo de punta y en tus ojos del color de la felicidad más absoluta.

Era Dios. El colmo de lo belleza. Yo lo vi.

 

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