MR 79

El mundo se moría de hambre a mi alrededor pero yo procuraba no enterarme de las malas noticias. Me disgustaban.

Esa noche tenía un baile de disfraces en casa de la condesa y no pensaba faltar. Sólo se vive una vez. Me pondría los pendientes de diamante que me había traido Carlos de Sudáfrica y aquel vestido azul que me había comprado en París el año pasado. Y ninguna joya al cuello. El escote ya lo decía todo.

Me gustaba ser el centro de atención y que los hombres de todas las mujeres se fijaran en mi y me desearan. Me hacía sentir poderosa aún sin haber ganado elecciones ni ser poseedora de grandes conglomerados empresariales. Yo sabía que en eventos de ese tipo yo podía pedir cualquier cosa a cualquiera y se me concedería…

El mundo de moría de hambre y a mi… me daba igual.

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