¡No lo permita Dios, Señor! (Mateo 16, 13-23)

Pedro, fiel a su carácter apasionado, se rebela ante la posibilidad de que Jesús sea prendido y sufra hasta la muerte. Seguro que lo hace con la mejor intención pero la respuesta de Jesús es firme y no deja lugar a contemplaciones. Jesús sabe cuál va a ser la consecuencia de su misión y sabe también que la única manera de quitarse problemas de encima sería abandonar su misión, no serle fiel, terjiversarla, edulcorarla… decir lo que otros quieren oír, no hacer lo que no quieren que se haga, condenar lo que quieren que se condene… Y por eso las palabras de alguien cercano y querido como Pedro las toma Jesús como una auténtica tentación. – «Pedro, tú que me quieres, no me tientes a no ser fiel a mi mismo…»

A veces las personas que más nos quieren pueden ser tentadores como Pedro precisamente por querer evitarnos sufrimientos. Somos muy dados a querer ser solucionadores de problemas ajenos y evitadores de todo rastro de sufrimiento. Lo que estamos llamados a ser es compasivos, misericordiosos, empáticos y acompañantes…

Esto se ve muy claro en la película de La Misión de Roland Joffé. Uno de los padres que sube con P. Gabriel y el asesino Mendoza hacia la misión, viendo el sufrimiento que Mendoza soporta cargando espadas, cascos, armaduras…, le corta la cuerda que lo ata y le libera de su peso. Mendoza vuelve a por ello y vuelve a cargar con él y Gabriel le deja muy claro también que no podemos atribuirnos ese derecho… Da que pensar sin duda…

Un abrazo fraterno

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