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Recogido y admirado (Lucas 11, 15-26)

Hoy me postro de rodillas ante el Señor y me pongo delante de Él sin ser capaz de interiorizar adecuadamente la Palabra. El Evangelio se me hace tan difícil… misterioso… Lo acojo desde mi pequeñez y le pido a Dios que, el mero hecho de leer la Palabra, haga luz en mi oscuridad.

Desde que me levanté ronda por mi mente una persona, con la que creo haber soñado, y es como si hoy tuviera que tenerla especialmente presente. Cosas del Señor. Yo la traigo aquí conmigo, en mi oración. La cojo de la mano y la acerco. Tal vez lo necesite, tal vez sea yo quién necesite del calor de su compañía, del fragor de su fe, de su gran pequeñez.

Como ves, Padre, hoy es día de silencio, de admiración, de humildad, de mirada y no de palabra. Hoy es día de recogimiento y de gestos. Así lo siento.

Un abrazo fraterno

entretusmanos

Si quieres puedes limpiarme (Lucas 5, 12-16)

hands-clasped-in-prayer7Un hombre, que se sabía enfermo, suplicó a Jesús su curación. Era, tal vez, su última baza, su oportunidad. Y aún así, reconoció la autoridad de Jesús y le colocó el «si quieres» en la súplica.

¿Es que podía no haberlo curado? ¿Había esa posibilidad? Posiblemente sí.

El día a día está lleno de personas que sufren y que, con seguridad, suplican al Padre el cese de sus sufrimientos. Y el silencio de Dios en esa parte de sus vidas es desolador. Sus designios son, a veces, misteriosos e incomprensibles. Por eso no voy a ser tan ingenuo de pensar en mi oración que todo lo que le pido al Señor, va a suceder. No siempre es así.

Estas son las dos cosas que guardo en mi corazón en la oración de esta mañana: saberme necesitado de la acción de Jesús en mi vida y saber, al menos de cabeza, que mis súplicas pueden no encontrar una respuesta aparente en el misterio de Dios. Que el Señor me ayude a crecer en todo esto.

Un abrazo fraterno

Hay anuncios que sí valen la pena (Lucas 1,26-38)

Prefiero no darle rienda suelta al comentario del Evangelio de hoy. Demasiado atrevido. Prefiero callar y contemplar. Contemplar uno de los momentos, sino el que más, de mayor intimidad de Dios con el hombre. Una mezcla de temor, alegría, confianza mutua, incertidumbre, gracia de Dios… María. María es la protagonista.

Buscando iconografía del momento me he encontrado con multitud de representaciones pictóricas y escultóricas, algunas de ellas muy conocidas. Pero me percaté de un detalle que no me ha pasado desapercibido: la tradición artística cristiana representa en multitud de obras al Arcángel Gabriel arrodillado, o en postura similar, anunciando a María el plan de Dios. Y no al revés. María había sido ya elegida.

No era un anuncio más. No era una persona más. No era un momento más. Todo el misterio y la trascedencia de la escena no es posible recogerlo en un post, ni siquiera en palabras. Contemplemos.

Un abrazo fraterno

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Se postraron ante el Señor (1Sm 1,24-28)

No es sencillo reconocer que lo que uno tiene no es suyo realmente. Tendemos a poseerlo todo, incluso a las personas. La actitud de Ana en la primera lectura de hoy me ayuda como padre a meterme en la cabeza que mis hijos son un regalo, un préstamo.

Ayer precisamente fueron protagonistas de respectivas celebraciones navideñas en la guardería y en la Escuela de Música. Tanto uno como otro expresaron con sus gestos, sus bailes, sus cantos, sus miradas, sus manos… lo que llevan dentro y lo que van aprendiendo y creciendo. Cada uno distinto. Cada uno con sus dificultades y sus facilidades, con su manera de entender el mundo en el momento concreto que les toca vivir. Y a nosotros, como padres, no nos queda más que observar, acoger y aplaudir con cariño. Es un mágico misterio descubrir que cada uno de ellos está pleno de una forma de ser moldeable todavía pero distinta a cada uno de la familia. Sensibilidades diversas, miedos distintos, formas de expresar cariño divergentes… Cada uno es sagrado. Con ellos, por ellos… sólo queda postrarse ante el Padre, agradecer, adorar…

Ojalá Dios conserve en Esther y en mi el cuidado de no pisotear ese terreno sagrado y de sorprendernos con el color que las flores van tomando aunque no sea el color que uno hubiera elegido. Poco a poco aprendiendo a ser padres también. Adviento también es un tiempo de aprendizaje para los papás y mamás que, como María y José, se enfrentan a una nueva realidad que cambia sus vidas día a día, que los transforma, que nos transforma.

Un abrazo fraterno