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¿Quién me ha tocado? (Mc 5, 21-43)

Deja de piedra la capacidad de Jesús de percibir lo invisible para otros. Y más impresiona cuando el Evangelio describe el momento como una escena repleta de gente, de alboroto, de ruído, de escaso espacio, de apretujones… Pero entre todo aquel jaleo Jesús capta la emoción, el deseo, la necesidad, el contacto.
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Cualquier día de hoy se parece a esa situación. Vamos en el metro o en el bus, rodeados de gente desconocida; nos agolpamos con los coches en las carreteras de vuelta a casa o camino del trabajo. Corremos porque llegamos tarde a todas partes y vivimos con el corazón acelerado porque todo nos pasa pero nada nos llega. Siempre hay que hacer algo, siempre hay razón para no pararse, para no mirarse, para no sentir, para no observar, para no percibir… Me pasa, me ocurre.

Llega la cuaresma. Buen tiempo para ejercitar el silencio. Buen tiempo para descubrir quién me toca, quién me habla, quién me mira, quién me susurra, quién me solicita, quién me llama, quién me necesita.

Un abrazo fraterno

… porque Él nos amó primero (1Jn 4,19 – 5,4)

diosama.jpgSentir que Dios me ama me resulta complicado a veces. Para un cerebral como yo es fácil entenderlo, saberlo y argumentarlo. Yo me sé amado. Lo sé. Sé que Dios me ama, que soy único e irrepetible y que me acoge amorosamente cada día de mi vida. Lo sé. Sentirlo ya es otra cosa. A veces esto de ser cerebral es una puñeta pero así soy y así me tengo que querer y aceptar.

Últimamente he dado pasos en este sentido gracias a descubrir en mi comunidad la figura del Dios que me conoce, me acepta, me acoge y me ama. Sentir eso en mi comunidad es posiblemente el camino que utilizo junto el de mi relación con mi mujer y mis hijos, para descubrir ´cuán amado soy por el Padre.

Gracias a esto yo soy capaz de amar más y mejor.

Un abrazo fraterno