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Dios también te espera en bañador (Génesis 46, 1-7. 28-30)

No me digas que nunca lo has hecho. ¡Es genial! Te metes en el mar, bajo el sol, y te tumbas boca arriba con los ojos cerrados. Sin oponer resistencia. Sin miedo. Y dejas que las olitas, que la marea te lleve… Cuando tus pies empiezan a golpearse con la arena del fondo y la espalda empieza a rozarse, es que ya estás en la orilla de nuevo. Abres los ojos y todo es distinto. No hay nada tuyo cerca. Ni rastro de tu toalla. Sombrillas desconocidas. Caras nuevas. Señoras que no estaban cuando te metiste. Has aparecido en un lugar distinto e inimaginable cuando decidiste darte el baño.

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Hoy la Palabra nos habla de eso. Desde la primera lectura hasta el Evangelio, la propuesta del Padre hoy es veraniega y refrescante. Liberadora. Hoy el Padre viene y me pide que me dé el chapuzón, que me adentre en el mar y que no me preocupe, que deje mi vida en sus manos y que Él me irá llevando.

Muchas veces he intentando explicar que nunca fui demasiado racional en mi toma de decisiones. Eso no quiere decir que no las pensara, que no ponderara ventajas y dificultades… pero siempre, al final, me he dejado llevar por lo que yo siempre he llamado la «intuición del Espíritu». Es esa brisa que te lleva hacia un sitio. Esa voz que te dice que venga, que por aquí. Esa ilusión serena que te impulsa hacia aquello que sientes te hará inmensamente feliz. No tiene sentido para muchos. No es razonable para otros. No se comprende para algunos. Pero yo siempre decidí de esa manera. Así me vine a Madrid hace ya 13 años, sin casa, trabajo y con la carrera sin terminar. Así empezamos nuestro noviazgo Esther y yo y decidimos casarnos. Así aparecí un año en Cercedilla y comenzó un precioso camino pastoral en la Escuela Pía. Así nos embarcamos en la aventura comunitaria con Felipe y Stella. Así celebramos la llegada de Álvaro, de Inés y la decisión de querer un tercer hijo y celebrar con gozo la llegada de Juan… Intuiciones maravillosas. Y llegó iMision y las redes y el Vaticano y Roma y CONFER y charlas y ponencias… ¡y la Fraternidad!

Efectivamente hay que estar dispuesto a abandonar seguridades y asumir riesgos. Hay que estar dispuestos a conocer lugares nuevos y sentirte en casa siempre, en todo lugar, con cualquier persona. Hay que estar dispuesto a seguir la voz de Dios y dejarse llevar.

Lo que para otros es imposible, a mi siempre me ha resultado liberador. Es la libertad de aquel que intenta poner sus sustento en el que no se muda.

Un abrazo fraterno

Donde dos o tres están reunidos en mi nombre… (Mt 18,15-20)

Estos días lo comentaba con mi mujer. Las estadísticas dicen, es noticia en los telediarios de cada verano, que la época estival trae consigo un buen número de divorcios y conflictos familiares de menor o mayor gravedad. El estar juntos tanto rato parece que lleva a las personas a darse cuenta de que, en el fondo, se soportan poco y que la relación va mucho mejor cuando no existe. A nosotros, bien nos va, nos pasa lo contrario.

Estamos aprovechando muchas noches para hablar. Para hablar de nosotros y de nuestros proyectos e ilusiones. Nos cuidamos, nos mimamos y discutimos mucho menos que el resto del año. Se ve que nos pasa lo contrario que a la gente. A nosotros vernos y descansar juntos, el uno en el otro, nos viene de perlas. Lo que nos mata es el stress invernal y laboral.

Me alegra descubrir esto y me alegra descubrir en la Palabra de hoy que Dios está en nuestros encuentros, en nuestros proyectos, en nuestras largas conversaciones sobre la idoneidad o no de apostar fuerte en la vida… Dios está en la luna que mirábamos juntos anteayer y las risas nerviosas que nos surjían hablando de futuro.

Si Dios está, nada temo.

Un abrazo fraterno

Nos cansamos día y noche (2Ts 3, 6-10.16-18)

Exámenes, niños, casa, etc, etc, etc…

Estoy cansado. El verano no ha servido para descansar. Ni siquiera para desconectar. Ha sido un verano lleno de viajes, carreras, sufrimientos, separaciones, soledades… compensado por la ayuda de la familia y de los hermanos de comunidad. Pero estoy agotado. Y todavía me quedan dos exámenes, dos semanas de vacaciones del niños, compras que hacer para la vuelta al cole, un recibidor que pintar, un retiro que organizar…

El cansancio fruto del trabajo y del esfuerzo es tmabién signo de vitalidad. Quién se cansa es porque se gasta. Quién se gasta es porque vive…

Un abrazo fraterno