Tú eres mi padre, mi Dios (Salmo 88)

Tú eres mi Padre, mi Dios. Y en este momento de tribulación me postro ante ti y te pido sabiduría y claridad. Sé que mi voz no resuena más alto que otras y que no soy nadie que vaya a cambiar el mundo mañana pero sí creo que debo hablar, sí me siento obligado a dar una palabra, sí me siento exhortado a luchar por cambiar el mundo.

Me es imposible salir en estos momentos de todo lo que está pasando en España y de todo el debate generado. Son muchos los que ven con suspicacias esta movilización popular. Yo, más bien, lo veo desde una satisfacción prudente y desde la ilusión esperanzada de que sirva para algo. Y en tus manos me pongo.

Como padre tengo también responsabilidad para con mis hijos y aunque mi opinión de hoy a ellos les pilla pronto me siento también en deuda. El momento, sin duda, es de tremenda importancia y quiero actuar de manera que me sienta orgulloso y satisfecho cuando tenga que contar todo esto años más tarde. Este presente es el futuro de ellos. Y como padre debo luchar con todas mis fuerzas por dejar el mundo mejor que como lo encontré.

Padre, dame claridad. Padre, dame valentía. Padre, dame prudencia. Yo sé que tú estás conmigo y con nosotros. Esa es mi garantía.

Un abrazo fraterno

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