Hubo gran alegría (Hechos 8, 1-8)

Leo la lectura de Hechos y reconozco momentos dificultosos de la Iglesia recién nacida. Momentos de persecución. ¿Hoy? Pues hombre, podemos hablar de grupúsculos de intransigentes, de conatos de desprecio a alguna religión… pero no son comparables… Estamos muy acomodados y reaccionamos con estupor ante la menor dificultad. Hemos crecido en horas buenas y a la mínima que se nos tuercen un poco… saltamos como conejos aquí en España. Que yo no digo que no haya que luchar por los derechos y el respeto pero también creo que la dificultad y la «persecución» pueden ser vías de purificación…

De todas maneras, lo que me llama más la atención de la Palabra de hoy es el final de esa lectura de Hechos, cuando cuenta los milagros de Felipe, sus signos y su consecuencia: ALEGRÍA. Donde está Dios, allí hay alegría. Cuando Dios se manifiesta trae alegría. Un cristiano debe ser alguien ALEGRE. Y cuando no hay alegría… nubes en el horizonte…

No todos mis días son iguales y aunque me considero una persona alegre, optimista, vital y estable emocionalmente… hay días en los que uno se vive con alegría y otros en los que uno consume el día sin ninguna satisfacción especial. la alegría suele aparecer en días de trabajo bien hecho, de tiempo con las personas que quiero, días de lectura u oración, días en los que estoy centrado y hago lo que tengo que hacer y llevo el timón… Los otros… bueno… son esos días en los que uno se deja llevar y, la verdad, no son tan alegres. Son esos días en los que miras a Dios un poco de refilón.

Un abrazo fraterno

0 comentarios
  1. Felipe
    Felipe Dice:

    A mí me parece peligrosísimo forzar la alegría (o la tristeza). Es más, no se puede de forma real, sólo aparentemente. Tanto la alegría como la tristeza son emociones, me informan de lo que me pasa por dentro. En ningún caso son ni buenas ni malas. Lo interesante y lo que ayuda a crecer es ser consciente de ellas y detectar si son coherentes con la realidad que las desata…

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