MR 22

Me gustó cómo olía. No era olor a perfume. No era olor a sudor. Olía a él. Sólo a él.

Cuando me apretó contra su pecho supe que quería ser suya, por un momento, para siempre.

Me abandoné en sus brazos.

Cuando desperté, él se había ido pero la habitación conservaba su fragancia. Y lo besé de nuevo antes de levantarme.

 

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