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Los frutos del Resucitado (Jn 21,1-14)

No me parece sencilla la experiencia de la Resurrección. Jesús «se aparece» varias veces. Va y viene. Está y no está. Es como un aprendizaje intensivo para sus discípulos antes su marcha definitiva y ante la llegada del tiempo del Espíritu.

Hoy se narra un episodio muy bonito. Algunos apóstoles salen a pescar, acompañando a Pedro. Esa barca que se adentra en el mar. Una vida que va a lo profundo, donde acechan turbulencias y peligros. Una Iglesia que navega en el mundo y se hace presente allí donde están las personas y sus desvelos. Los apóstoles sólo consiguen frutos cuando su actividad, su «estar en la barca», su «salir al mar» se hace desde Jesús, escuchando primero.

Y entonces llegan los frutos y los frutos nos hablan de Jesús. Y en esos frutos somos capaces de reconocer la fuerza del Resucitado, su presencia, su aliento. El Resucitado es quién nos empuja a través del Espíritu, quién nos mueve, quién nos habla… Muchas veces no le reconocemos porque estamos rodeados de ruido o porque sencillamente no sabemos ponerle nombre a eso que nos mueve el corazón. Pero los frutos no dejan lugar a engaño: es de Dios.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

A veces sólo quiero que me quieras (Lucas 10, 38-42)

Marta, Marta…

Lo mismo me dice a mí Jesús hoy, cuando elevo mi queja por todo lo que me cuesta «trabajar» para el Reino. Marta está trabajando por Jesús y para Jesús, no lo olvidemos. Ella, en su ansia por tenerlo todo a punto, no descansa afanada en que el Señor esté lo más a gusto posible. Pero se olvida de que lo tiene allí.

Esta lectura, tan conocida y trillada, a veces pasa sin pena ni gloria. Nos la ventilamos rapidito sin acabar de darle una vuelta más. Yo creo que yo lo hago porque es una lectura molesta para mí. PRODUCCION-FAMILIA-CRUCIFIJOS-ADORNAR-CONVENTO_LNCIMA20130331_0521_5

Intuyo en mi corazón que el Señor, contento y satisfecho con mi dedicación en la construcción del Reino, me pide muchas veces otras cosas. Jesús tal vez me pide que, estando muy bien lo de hacer, hacer y hacer…, a él también le gusta que le quieran, que le amen, que le mimen. Le gusta encontrarse a solas conmigo, contarme confidencias, apoyarse en mi hombro y ofrecer el suyo, compartir preocupaciones, descansar uno en el otro… Jesús me dice que está bien llevar grupos de fe, dedicarse a las familias del cole, trabajar incansablemente con la Fraternidad, evangelizar en la red… pero que Él también quiere encontrarse conmigo en la Eucaristía, en la Reconciliación, en la visita inesperada al Santísimo, en el rezo del Rosario y en tantas otras cosas.

No es más quién hace más cosas. Yo tampoco. Por muy majo que me crea, por muy entregado que me sienta, por muy cansado que esté. El diablo también me enreda en mi autocomplacencia, en mi humilde soberbia.

Un abrazo fraterno