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Dios advierte pero nosotros a lo nuestro (II Re 17,5-8.13-15a.18)

Cuando leo fragmentos del Antiguo Testamento, sobre todo los que nos narran historias de «batallitas», como decíamos en mi antigua comunidad, tengo la tentación de pensar que no tienen que ver conmigo. A veces me producen el mismo rechazo que me produjo en su momento, en mi juventud, «El Señor de los Anillos». Muchos nombres de lugares, de personas… hechos que no acabo de entender… En fin, difícil de sacar algo de ahí. Pero con el tiempo me he ido dando cuenta que esas historias son muy parecidas a la mía.

Y es que yo también soy terreno de batalla. Y las victorias y las derrotas acontecen. Y muchas veces no entiendo por qué las cosas no salen y la Palabra me da luz. Y es que cuando desoigo a Dios, cuando me creo más fuerte sin Él que con Él, cuando me expongo a mis propios criterios, normalmente nada sucede como me gustaría. A veces el éxito de una tarea no llega, a veces me veo envuelto en enredos personales con personas a las que quiero, a veces compruebo que hago daño a otros por pensar más en mí que en ellos… Derrotas que llegan y me mandan al exilio.

Dios nos advierte. Nos quiere y nos avisa, como todo padre hace con su hijo. Él ve que juego con fuego, que estoy en la cuerda floja, que estoy desatendiendo mis defensas… me llama a la oración, me llama a los sacramentos, me llama a ser más exigente con mi voluntad, me llama a tener un corazón más generoso con el prójimo… Y yo muchas veces voy a la mía, porque me dejo llevar por el pequeño placer o éxito a corto plazo. Dios avisa y no se equivoca.

Él no envía desastres, ni enfermedades, ni calamidades, ni nada eso. Pero sabe que cuando uno elige una vida en lugar de otra, las consecuencias llegan. Tomemos nota.

Un abrazo fraterno – @scasanovam