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Notoriedad eclesial (Mc 1,40-45)

Cómo nos gusta tener notoriedad. A mí el primero, Señor. No pasar desapercibido. Tener algún pequeño momento de gloria. Ser reconocido. Es como si lleváramos en las venas el gustillo por ser mejores que otros, por ser más poderosos e influyentes.

Tú eras el Mesías y nos enseñas de qué va esto. Por eso te crucificaron, entre otras cosas. Porque no entraste al juego de la notoriedad. Los que esperaban un Mesías canciller, cacique, general de los ejércitos, libertador político, etc. se quedaron con las ganas. Tú sólo sabes de amor, no de notoriedad.

Ayúdanos, Señor. Ayúdame sólo a amar y no a figurar.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Importante sí, pero a su modo (Lc 9,46-50)

Ser importante parece ser un anhelo de muchas personas. Ser alguien destacado. Ser alguien que no pase desapercibido. Ser alguien que haga alguna aportación destacada. A mí me gustaría ser importante.

En los últimos años se ha producido una lucha interna en mi persona por la importancia anhelada y la pobreza encontrada. O al menos eso pensaba yo. El Evangelio de hoy viene a reafirmarlo: ¿quién es importante a los ojos de Dios? ¿Por qué anhelar la importancia frente a los hombres en lugar de la importancia ante el Padre?

Seré importante, seguro, pero no a mi modo, sino al suyo. Ya lo soy. Sólo tengo que darme cuenta de la vida tan extraordinaria que estoy viviendo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam