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¡Es hora de quitarse el luto! – II Domingo Adviento 2018 – (Bar 5,1-9)

Llega el Señor. Está a punto. Y llega para cambiarlo todo. Cuando Él se hace presente, cuando le hacemos un hueco en la vida, en casa, en el mundo, todo toma un cariz diferente. El luto desaparece.

Y es que vamos de luto. Cabizbajos. Apresurados. Desilusionados. Ansiosos. Airados. Solos. Tristes. Inconscientes. De aquí para allá, convencidos de que nuestra vida es de envidiar. Le hemos dado la espalda a la naturaleza, y al silencio, y a las verdades, y a las certezas, y a las grandes palabras, y a los mayores, y a los niños, y a la espontánea libertad, y a la confianza en el futuro. Vivimos atemorizados, intentando asegurar cada segundo de nuestra existencia, sin darnos cuenta que acabamos ahogándola.

El Señor viene con un traje para cada uno, un traje nuevo. Y nos trae una flor. Y un poco de viento fresco. Y una naranja chillona con olor a vida. El Señor viene para levantar nuestros rostros. Nos trae sosiego y paz. E ilusión. Viene a calmar nuestro corazón. Y a acompañarlo. Nos trae una alegría desbordante, siendo conscientes de quiénes somos y de nuestra realidad. Viene a recuperarnos. A querernos. A refrescarnos. Viene a habitar nuestras oscuras profundidades para que le encontremos ahí cuando nos asuste cómo somos. 

No hay motivo para la desesperanza. Estamos en sus manos. En las mejores. Quiero que llegues ya. Y calmes mi inquieto latir. Y que me tiendas la mano y, mirándome a los ojos, me repitas que nunca te vas a ir.

Un abrazo fraterno – @scasanovam