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Evangelio para jóvenes – Domingo de Pentecostés

El martes pasado recibí un whatsapp inesperado. Era de una de mis grandes amigas, a la que hace tiempo que ni veía ni escuchaba. La distancia que nos separa nos impide estar más cerca y, ciertamente, podríamos estar más en contacto pero… el caso es que no es así. Y pese a todo nos seguimos queriendo mucho. Me llamaba para ponerme al día. Le habían diagnosticado un cáncer de mama y la operan este próximo viernes. Otro cáncer más golpeando en una persona querida. Fue una conversación preciosa. Al colgar, sentí cómo su valentía me llenaba de esperanza. Una valentía difícil de explicar. El evangelio de hoy tiene algo que ver… [Jn 20,19-23]:

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

¡Cuántas cosas tiene este relato y qué parecido más grande con cualquiera de las vidas de los que lo leemos! Vidas llenas de miedos, vidas escondidas, que escapan al dolor… vidas necesitadas de un Jesús que venga y traiga la paz necesaria para afrontar lo que venga. Te dejo tres pistas:

  • «El miedo te consume» – Las puertas estaban cerradas por miedo a… ¡Cuántas puertas cierras tú también por miedo a…! Miedo al rechazo. Miedo al fracaso. Miedo al ridículo. Miedo a defraudar. Miedo a perderte. Miedo a que te hagan daño. Miedo a morir. Incluso, a veces, miedo al amor. Cuando uno se acostumbra a las puertas cerradas, no tiene la sensación de vivir encerrado. Se hace a su vida de interior, la llena de costumbres y seguridades y cada día que pasa, es un día de vida perdido. Pero mejor eso que salir ahí afuera, ¿verdad? Piénsalo. ¿Qué miedo tienes y que estás sacrificando por ellos? El miedo lo siembra el diablo porque quiere que no respondas, que mires a otro lado, que no te permitas ser feliz. Y te lo vende bien, lleno de seguridad.
  • «La paz es condición, no consecuencia» – Muchas veces seguro que has escuchado a personas que expresan que quieren vivir una vida en paz. También, religiosamente hablando, parece que uno alcanza la paz cuando es capaz de encontrarse con Jesús Resucitado y éste es el cúlmen de la vida. Pero ¡qué equivocados estamos! El evangelio nos lo deja muy claro: uno no sale ahí afuera para encontrar la paz. La paz no es una consecuencia, sino una condición sin la cual es difícil salir ahí afuera. Para responder a tu vocación, para encontrar tu lugar en el mundo, para ser cristiano y testigo y llevar una vida tras Jesús… ¡hay que llenarse de paz ANTES! Por eso Jesús les ofrece la paz estando todavía encerrados. La necesitan para salir. ¿Y cómo les ofrece la paz? A través de sus heridas. Jesús no ofrece una paz romántica, hippie, adormecida e infantil. Jesús ofrece la paz del Resucitado, aquella que se consigue al descubrir que Dios siempre vence y que pese a la dureza del camino, al dolor, a la dificultad, a la muerte… el amor y la luz prevalecen. Cuando uno es capaz de vivir en paz esto… pierde el miedo. Porque ya no hay nada que temer. Ya es posible vivir ligero, libre. Ya se puede salir.
  • «Un Espíritu para el envío» – El Espíritu llega para dotarte de fuerza, de sabiduría, de fe, de valentía, de bondad, de tenacidad, de luz… porque lo vas a necesitar. Te espera una misión. Sí, a ti también. Puedes pensar hoy en ello: ¿qué me estará pidiendo Dios a mí? No tengas miedo a responder. Llénate del Espíritu que se te ofrece y sal al mundo. Es un Espíritu que se nutre de la comunidad, de los sacramentos, de la fe y que, además, anima todo ello. Es el CEO de la economía circular.

Termina el tiempo de Pascua y llega la normalidad, la rutina del tiempo ordinario, del maravilloso tiempo ordinario. Lejos de las fiestas, de los momentos clave, de los lugares especiales y las palabras importantes… nos jugamos la vida en el día a día cotidiano. No te olvides de ello. Mañana empieza la batalla. Mañana empieza el paraíso. Mañana ya debes dar respuesta. Y así, cada día.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova