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Rico pero sediento (Lc 19,1-10)

El dinero ayuda, sí. Muchos dicen eso para no descartar lo importante que es tener cubiertas las necesidades básicas. Ayuda, sin duda. Pero el dinero no genera felicidad en sí mismo. La felicidad llega por otros caminos.

No sé si has sentido alguna vez esa sed que te revuelve por dentro. Es la sed del corazón. Puedes tenerlo todo, puedes estar rodeado de buena gente, puedes tener un magnífico trabajo. Aún así no estás bien. Es la sed que brota de dentro, del rincón de uno que aspira a la eternidad.

Zaqueo tenía esa sed. Ese algo que le recordaba cada día, al levantarse, que, pese a su vida acomodada, le faltaba algo. Buscó a Jesús. Lo encontró. Y su corazón, al fin, pudo descansar.

Un abrazo fraterno – @scasanovam