Vale más (Marcos 12,28b-34) – Viernes III de Cuaresma

Muchas personas tienen el sacrificio doloroso como algo fundamental en su experiencia religiosa, en su relación con el Padre. Le ofrecen al Padre un dolor buscado, una flagelación elegida, para elevar al cielo un presente valioso para el Señor. En pocos días veremos las imágenes en el Telediario de cada año: esos penitentes, esos hombres y mujeres sangrando, flagelándose, haciendo kilómetros de rodillas o cargando grandes pesos inhumanos. Desde el respeto y con amor, creo que se equivocan. ¿No leen acaso estos pasajes claros y meridianos del Evangelio? ¿No leen las lecturas de Isaías de estos días de Cuaresma?

El Señor no quiere holocaustos ni sacrificios. Nos pide lo más difícil: amarle a Él sobre todas las cosas y amar al prójimo que vive a nuestro lado: nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, nuestras familias, los pobres de nuestros barrios, los enfermos cercanos, aquellos a los que ya les hemos puesto una cruz… ¿Por qué nos empeñamos en lo otro? ¿Es madura nuestra fe y nuestra relación con el Padre? Sin duda que lo que nos pide es infinitamente más difícil. Muchas veces, es en la casa de uno donde a uno más le cuesta escuchar, amar, respetar, consolar, abajarse, lavar pies, ceñirse la toalla… ¡Uf! A mi me cuesta mucho…

¿No usaremos esos sacrificios como un mero calmador de conciencia? ¡Cambiemos!

Un abrazo fraterno

0 comentarios
  1. Pau
    Pau Dice:

    Precioso post, Santi. Misericordia quiero, y no sacrificios. Sin embargo, creo que el misterio de esos sacrificios radica en la muerte del Hijo de Dios en la cruz, el Padre no le ahorro una muerte de cruz. Nos compro con su sangre, eso si, derramada por el amor tan grande que nos tenia. Derramada por el amor mas grande.

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