Para eso me han enviado (Lucas 4, 38-44)

¿Y a mi? ¿Para qué me han enviado?

Esta preguntita a veces es incómoda, desesperante. No tener claro muchas veces cómo responderla, a mi me genera mal rollo. Sí, ya sé que puedo contestar con palabras y conceptos generales: para construir el Reino, para ser luz, para proclamar la Buena Noticia… pero ¿Cómo? ¿Dónde? ¿A quién? ¿Con quién?

He ido, y sigo en ello, tomando mis decisiones y tomando mis opciones y reconozco un camino que se va recorriendo pero, de vez en cuando, siento arder el corazón con el presentimiento de que algo más espera

Todo llegará. Mientras, intento responder a la preguntita cada vez que llego a un cruce en la vida. Si escucho al Espíritu, acertaré y sino… que el Señor me reconduzca.

Un abrazo fraterno

El criterio del Espíritu (1ª Corintios 2, 10b-16)

Yo creo que, antes o después, alguna vez hemos tenido la experiencia de intentar explicar o dar razón de algo de nuestra espiritualidad y no ser entendidos. Es más, la experiencia de acabar frustrados por no haber sabido explicar, convencer, mostrar con claridad… aspectos o vivencias importantísimos para uno. Y al revés: ser receptores de profundas experiencias espirituales y cometer el error de intentar entender, preguntar, cuestionar… desde un planeta muy lejano…

Pablo hoy lo dice claro: cuando no se habla y se escucha con el lenguaje del Espíritu, hay cosas que parecen necedad; incomprensibles vamos. Por eso es tan importante hablar ese lenguaje, cultivarnos, formarnos, orar, retirarnos, conocernos, escuchar, saborear, ser personas de Espíritu en definitiva…

Sin el Espíritu dejaremos de entender tantas cosas… y nos entenderán tan poco…

Un abrazo fraterno

 

¿El Espíritu del Señor está sobre mi? (Lucas 4, 16-30)

«El Señor me ha enviado para:

anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos la vista;
para dar libertad a los oprimidos,
para anunciar el año de gracia del Señor

Esta es mi misión también. Para ésto me ha sido regalado el Espíritu. Para ésto.

Soy enviado. Por Dios. No es que yo sea un tío fenómeno y se me haya ocurrido gastar mi vida haciendo cositas buenas, vaciándome… Soy enviado. Él me envía. Es el origen de toda esta historia mía. Me envía a lugares concretos, a personas concretas, a misiones concretas… Pero todo se concreta en esta Palabra del profeta. ¿Soy fiel al que me envió? ¿Soy fiel a esta misión? En eso estamos… creciendo en fidelidad y procurando hacer aquello para lo que el Espiritu me fue regalado.

Un abrazo fraterno

Fiel en lo poco (Mateo 25, 14-30)

Fiel en lo poco… la parábola de los talentos… La recibo como un regalo en este primero de septiembre.

Septiembre es el mes del comienzo. El curso escolar, al menos para los que tenemos hijos, sigue siendo realmente el comienzo del año, de una nueva etapa. Nuevos retos, nuevos horarios, nuevas dificultades y nuevos regalos. Y es importante empezar bien. Por eso me gusta este Evangelio de Mateo de hoy.

A mi el Señor me ha dado talentos también, como a los empleados del pasaje evangélico. Me ha regalado dones. Sus dones. Lo dice bien claro: » …los dejó encargados de sus bienes». En definitiva, Dios me ha dado un poquito de Él mismo. ¡Qué fuerte! ¡No son poca cosa estos talentos! ¡No son poco importantes ni poderosos estos dones! Por eso Dios no entiende al empleado que ha dejado escapar la oportunidad de darle utilidad a este regalo tan valioso. ¿Eres consciente de esto? ¿Lo soy yo?

Y, como remate, una frase que aparece dos veces: «… como me has sido fiel en lo poco…»… ¿Un guiño de Dios? ¿Una pista? ¿Será que no espera grandes cosas de mi? Yo lo que interpreto hoy, es que esos talentos tienen que empezar a ser útiles desde ya, en las pequeñas cosas, en septiembre, con mis hijos, con mi mujer, en mi trabajo, con ese vecino del tercero, con las familias del cole… ¡Movimiento! ¡Movimiento me pide el Señor! No me pide que tenga los talentos esperando a ser Presidente del Gobierno, director de un centro, abuelo, misionero en África… ¡NO! En lo poco, en lo poco, en lo poco Santi… me repite el Señor que bien me conoce…

Que empecéis septiembre en lo poco y que, ahí, destapéis ese trocito de Dios que nos ha sido regalado. Y seréis felices. Y haréis felices.

Un abrazo fraterno

P.D.: La ilustración está sacada del precioso blog de Cristina Méndez «La vida es color»

Es de necios (1ª Corintios 1, 17-25)

«Necedad» es la palabra centro del fragmento de la carta a Corintios de hoy. «Necedad» viene de «necio» y según la RAE ser un necio es:

necio, cia.
(Del lat. nescĭus).
1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. U. t. c. s.
2. adj. Imprudente o falto de razón. U. t. c. s.
3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. U. t. c. s.
4. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada con ignorancia, imprudencia o presunción.

Vamos, que a los ojos del mundo, los cristianitos somos, como mínimo, eso. Por eso me sorprende cuando nos ponemos dignos exigiendo ser reconocidos, respetadísimos, valoradísimos… Tal vez es que no leímos este pasaje de Pablo suficientemente. ¡Tenemos que asumirlo! ¡De una vez! ¡Que somos los tontos del mundo! Pero… ahí radica nuestra fuerza, ahí nuestra sabiduría: en esa cruz sin sentido, en ese Jesús-cordero llevado al matadero sin levantar la voz, en ese amor sin límites para todo el que lo quiera…

Despertemos del sueño. Esto de seguir a Jesús es de necios… no nos queramos hacer los listos.

Un abrazo fraterno

Él es fiel (1ª Corintios 1, 1-9)

Suena de fondo, en mi oración de la mañana, el «Nada te turbe» en la preciosa versión de Taizé. Y, sinceramente, para mi es como una medicina, un trago de agua, un rayo de sol en la fría mañana, una mano amiga, una caricia al corazón… Y creo que «pega» muy bien con el pasaje que hoy nos trae la primera lectura de Corintios.

Pablo dice: «Él es fiel«. Teresa dice: «Dios no se muda«. Unidad en la idea. Unidad en el mensaje de hoy.

En tiempos de oscuridad y dificultad, tenemos que buscar dónde nuestra esperanza y nuestra fuerza pueden permanecer firmes. Nos zarandean, nos golpean, nos acosan, nos rodean… experimentamos necesidad, dolor, confusión… Sufrimos injusticias y, muchas veces, no entendemos nada de nada. ¡Sintonicemos! ¡Movamos la ruedecita del dial! Busquemos la emisora de Dios. Él emite las 24 horas. No se cansa. No se va. No descansa. No cambia de frecuencia.

«Quien a Dios tiene, nada le falta»… Para mi, sin duda, es ésta una certeza poderosísima, el arma con el que enfrentar la batalla y… vencer.

Un abrazo fraterno

¡Hipócritas! ¡Ciegos! (Mateo 23, 23-26)

Leerlo es duro. Ver la escena de la película de Zeffirelli, da una idea mayor de la dureza de Jesús y de su virulencia ante la manipulación que los guías de Israel llevaban a cabo sobre el pueblo.

Reconozco que me apasiona y me emociona ver a este Jesús «cabreado», cansado, asqueado, indignado con tanta farsa… Un Jesús que ya no se puede callar más la infidelidad de esos guías con el corazón de la Ley: justicia, misericordia y fe. A mi me cuesta mucho enfadarme e indignarme. Tal vez por eso se me gusta tanto este episodio. Me encantaría ser así alguna que otra vez.

Por otro lado, también me siento de «los otros». Es una clara advertencia a la Iglesia, a sus pastores y a todos aquellos que intentamos vivir el Evangelio. Más importante que la letra de la ley es su corazón. Hay cosas fundamentales y otras que no son, ni siquiera, importantes. Jesús lo tiene claro. Él ama, sobre todo, ante todo. A todos. A todos les abre la puerta. Por todos sufre. A todos se da. A todos invita. A ninguno juzga excepto a aquellos que se han otorgado tal derecho… A eso estoy llamado yo también.

Un abrazo fraterno

 

Vuestra fe, vuestro amor

Las palabras de Pablo a la comunidad de Tesalónica nos dan una pista magnífica para todos aquellos que vivimos en comunidad, que aspiramos a crear una Fraternidad fuerte y vigorosa.

«Vuestra fe crece… y vuestro amor…» les dice Pablo. Dos pilares nucleares sin los cuales nada funciona, sin los cuales la comunidad está huérfana de su centro. La fe y el amor. Pero el matiz de Pablo es tremendamente importante: Pablo no ensalza que la comunidad de los tesalonicenses tenga fe y amor… ¡sino que su fe y su amor CRECEN! La fe y el amor, en una comunidad viva, son seres vivos que deben crecer.

A veces las comunidades, las instituciones, los grupos… nos estancamos. Perdemos ese aroma libre y radical del Evangelio. Tal vez sea por ésto. Tal vez algún día tuvimos fe y tuvimos amor. Tal vez sigamos teniéndolos… Tal vez, seguramente, se hayan quedado chatos en el paso de los años.

Un abrazo fraterno

Los últimos y los primeros (Mateo 19, 23-30)

Cada vez que leo este pasaje del Evangelio me viene a la mente un trocito de Paulo Coelho en su libro «Manual del Guerrero de la Luz»:

Un grupo muy grande de personas está en medio de la carretera, impidiendo cruzar el camino que lleva al Paraíso.
El puritano pregunta:
– ¿Por qué los pecadores?
Y el moralista clama:
– ¡La prostituta quiere tomar parte en el banquete!
Grita el guardián de los valores sociales:
– ¡Cómo perdonar a la mujer adúltera, si ella pecó!
El penitente rasga sus ropas:
– ¿Por  qué curar a un ciego que sólo  piensa en su enfermedad y ni siquiera lo agradece?
Se subleva el asceta:
– ¿Cómo dejas que la mujer derrame en tus cabellos una esencia tan cara? ¿Por qué no venderla y comprar comida?

Sonriendo, Jesús aguanta la puerta abierta. Y los guerreros de la luz entran, independientemente de la gritería histérica.

Hoy los últimos siguen siendo los niños, los pobres, los enfermos, los ancianos… los que han querido ser libres, los que se han abajado y han vivido cerca de los últimos haciéndose como ellos… los que sufren moralmente, psíquicamente… los que han dejado…

Jesús habla de «dejar», de «dejar por Él»… de ser como aquellos apóstoles que lo dejaron todo y lo siguieron; como María Magdalena, que una vez lo conoce ya no tiene otro amor…

Es el juego del revés: EL ÚLTIMO ¡GANA!

Habita en mí y yo en él (Juan 6,51-58)

Quien come su carne y bebe su sangre…

¡Qué importante la vivencia de la Eucaristía! ¡Qué importancia comerse al Señor! ¡Qué vital tenerlo bien adentro y comulgar con Él!

Hacerse uno con el Señor, estar dispuesto a cargar con su cruz, asumir su misión como propia y amar al prójimo y al mundo como Él lo hizo. Juntarse con el resto de la comunidad y sentirse hermano e hijo del mismo Padre.

Desde pequeñito me enseñaron a comulgar y tener luego unas breves palabras con el Señor. Pedirle por mi y por los demás. Contarle al oído lo que quisiera. Susurrarle y dejarme acariciar por su voz de amor. Eso voy a hacer hoy también.

Un abrazo fraterno