Dios, pódiums y los JJOO (Mateo 20, 1-16a)

Los primeros, los segundos, los terceros… el pódium, las menciones honoríficas, los que se quedan sin nada y el último. Estamos tan acostumbrados a la competición deportiva, a los JJOO, a los mundiales… tan acostumbrados a que todo lo que no sea medalla, sea fracaso… que lo de Dios nos parece de locos. ¡De locos! ¿Pero qué se cree Dios? ¿Se le ha ido la cabeza? 

Nuestra vida de cristianos es una carrera, una prueba. Uno tiene que entrenarse, ejercitarse, mantenerse en forma constantemente, regular su alimentación, sus horarios, sus costumbres… No competimos contra otros sino más bien contra nosotros mismos y contra el mal que puede anidar en nuestros corazones. Combatimos contra la soberbia, contra la pereza, contra la desconfianza y la tristeza del alma, contra la tentación de alejarnos de Dios poco a poco, contra el dejarnos llevar, el todo vale, el ya da igual, el no es para tanto, el no es tan importante… Somos los deportistas de Cristo y sabemos lo que son las pruebas de fondo. No estamos llamados tanto a batir el récord de los 100 metros como a aguantar un maratón, unos 5000, unos 3000 con obstáculos…

PODIUM

Lo curioso es que Dios no entiende de pódiums ni de menciones honoríficas. Se la trae al pairo quién llega de primero y quién llega de último, quién ha empezado antes su carrera deportiva y quién la ha empezado después. El premio final es el mismo para todos. Parafraseando a mi hijo mayor: «Eso es injusto papá»… Esa es la reacción de los que llevan más tiempo. Yo me considero de estos. Esa reacción es fácil y hasta lógica, tentadoramente llena de argumentos; argumentos que Dios resquebraja al instante. He de decir que siendo padre de tres hijos estoy más cerca de entender al Padre que antes. La lógica del amor y la paternidad no se fundamenta en argumentos de justicia lógica, seca, adusta, cortante. La justicia del Padre se fundamenta en el amor y en la gracia. Nada hay por encima de eso.

¿Os imagináis unos JJOO con esta lógica? Serían curiosos pero también ciertamente bonitos… y ¿por qué no? justos con el esfuerzo, el ejemplo y la valentía de todos los que participan. Yo, que en el fondo nunca he sido primero en nada, me alegro de esta vara de medir del Padre…

Un abrazo fraterno

Tu Señor te llama a la batalla (Jueces 6, 11-24a)

«Si el Señor está con nosotros… ¿por qué?»

Parece que pocas cosas han cambiado en el razonamiento de los hombres. No entendemos por qué soportamos tantas desgracias y calamidades, nosotros, que se supone que somos los protegidos de Dios. ¿Por qué? Es una pregunta clásica, legítima, lógica… Es difícil entender a Dios muchas veces. Es muy duro aceptar la realidad y su silencio.hobbit

Pero la respuesta de Dios no deja de ser sorprendente: primero apela a nuestra valentía y luego nos llama a salir a luchar, enviados por Él, con nuestras propias fuerzas. La solución está puesta encima de la mesa, por más que no nos la queramos creer, no nos guste, nos parezca ilusa…

Seguimos pataleando y clamando al cielo para que nos dé una solución a nuestros problemas cuando la solución ya está dada. Pero no es fácil, ni cómoda. No nos gusta. Preferiríamos que una legión de ángeles intercediera en las guerras para alcanzar la paz. Querríamos que Jesús mismo tocara a cada enfermo, a cada pobre… para curarles, para colmarles de bienes. Seguimos esperando el milagro divino EN LUGAR DE HACER LO QUE SE NOS HA DICHO.

La solución de Dios es solución. Es verdad: no va a bajar a actuar directamente, pero nos ha dicho: tú eres el ángel, tú eres Yo. Sal ahí. Yo te capacitaré, de protegeré, te ayudaré… «No morirás» nos dice el Señor.

No hay escapatoria. En nuestras manos tenemos la solución de los problemas, en clave de Dios, claro. Los milagros, tenemos que procurarlos nosotros. El Señor llama a los valientes a la batalla. No importa su tamaño ni su importancia. Sólo su valentía y su confianza.  ¿Quién está con él?

Un abrazo fraterno

El draft del cristiano. ¿Dios es el primero? (Jueces 2, 11-19)

Muy clarificadoras las lecturas de hoy. El Evangelio, de sobra conocido: el joven rico. La primera lectura: tremenda introducción al Evangelio.

Seguir a Jesús no consiste en cumplir una serie de normas sino en haber interiorizado, para luego vivir desde ahí, el espíritu de la Ley: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. En la primera lectura nos lo deja muy claro el Señor: Israel hizo lo que más desagradaba a Dios, abandonarlo e irse con otros dioses, con los dioses paganos. No deja de ser exactamente lo mismo que le pasa al joven rico en el Evangelio: gran cumplidor de normas pero adorador del dios-dinero, adorador y esclavo.

Seguir a Jesús es más difícil de lo que parece. Más difícil y más sencillo, por más que algunos en la Iglesia sigan empeñándose en trasmitirnos este seguimiento como un mero repaso a si cumplo o no cumplo. Evidentemente, no hace falta ser muy listo: cumplir los mandamientos nos acerca al Espíritu de la Ley. Lo curioso es que Jesús los resumió en un solo: el mandamiento del amor y ahí casi nadie se confronta. espirituley

Amar a Dios sobre todas las cosas no es sólo decirlo. ¿Vivo así? ¿Pongo a Dios de primero en todo? ¿A la hora de mis apetencias, de mis decisiones laborales, de mi elección de vida? ¿Respondo a sus llamadas? ¿Pongo en práctica lo que me pide? ¿Soy esclavo de otros dioses paganos y mundanos como la tecnología, el dinero, el poder, el reconocimiento, la clase social, el placer? ¿Voy a verle? ¿Hablo con Él? ¿Le cuido, le mimo, le escucho?

¿Y mi prójimo? ¿Qué hay de mi familia? ¿Todo bien? ¿Y los pobres de mi barrio, de mi edificio, de mi entorno? ¿Salgo a su encuentro? ¿Los visto, los alimento, los dignifico, los amo? ¿O sólo les doy limosna? ¿Dedico tiempo a otros? ¿Está mi vida en clave prójimo? ¿Me involucro en las vidas de los que sufren a mi alrededor? ¿Soy luz para ellos?

Mucho es lo que me sugiere la Palabra de hoy y mucho lo que tengo que revisar. Por lo de pronto, me viene fenomenal en este comienzo laboral tras las vacaciones.

Un abrazo fraterno

Dios me afecta (Deuteronomio 10, 12-22)

Temor_de_Dios_2El temor de Dios… Tema complejo el que saca a la palestra la primera lectura de hoy. Os comparto un texto de Anselm Grün, que encontré en un libro suyo que acabo de terminar. Me sirve para mi oración de hoy y espero que os sirva a vosotros también.

«Tener temor de Dios significa sentirse afectado por Dios. Yo hago que las cosas de Dios me afecten. Estoy sensibilizado para las cosas que Dios me ha dado, las trato con cuidado y respeto.

Santa Hildegarda de Bingen pintó el temor de Dios en forma de una mujer que en todo su cuerpo no tenía más que ojos. Era la mujer cuidadosa que, con todo su cuerpo, atiende a las cosas que la rodean, que ve a Dios en todo y que hace que en todo sea Dios quien la mueva y afecte […].

El temor de Dios libra de la angustia humana […], me libra de la actitud morbosa de estar pensando siempre en mí mismo, de la angustia que siento por mí y por mi éxito. El que teme a Dios llega a estar libre de la angustia ante el posible fallo, ante el posible fracaso, ante la posible crítica. El temor de Dios me libera para que yo, libre de mí mismo, vea los hombres y las cosas desde el punto de vista de Dios.«

Un abrazo fraterno

La mejor herencia para mis hijos (Mateo 10, 28-33)

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Tal vez es la mejor herencia que le puedo dejar a mis hijos:

NO TENGÁIS MIEDO. EL SEÑOR ES NUESTRA ROCA Y NUESTRO BALUARTE

Un abrazo fraterno

 

El diablo vestido de monje (Mateo 16, 13-23)

Recuerdo la visita que mi mujer y yo hicimos a los Museos Vaticanos el pasado mes de octubre. Fue una visita con guía llamada «Arte y Fe», que incluía la entrada a varios de los recintos desde una perspectiva creyente, catequética. Fue magnífica. Y recuerdo varias cosas especialmente. Una de ellas es la explicación que el guía nos hizo de la Capilla Sixtina en el comienzo de la marcha, fuera, delante de unos paneles. Y recuerdo que en una de las pinturas de las paredes laterales se plasma a Satanás, la presencia del Mal. Satanás no aparece tal cual sino disfrazado, vestido de otra cosa: de monje. Y recuerdo que el guía nos explicó que el artista quería mostrar con ello cómo el diablo suele presentarse disfrazado de algo bueno… es su manera de engañarnos, de camelarnos…

Hoy leo el muy conocido pasaje de «quién decís que soy yo» y me quedo orando con la última frase, con esa advertencia de Jesús ante la invitación de Pedro de no bajar a Jerusalén y afrontar todo ese sufrimiento. El diablo hace tropezar, dice Jesús. Y hace tropezar porque es mundano, piensa como los hombres, ofrece algo que es «bueno», «agradable», «placentero», «cómodo»… por eso es tan tentador.

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La presencia del diablo es constante en nuestra vida y suele agudizarse, como pasó con Pedro, cuando uno más se deja guiar por el Espíritu, cuando más cerca está del Maestro, cuánto más le ama y más se deja amar por Él. El diablo viene a liarnos, a enredarnos, a confundirnos… nos tienta con aquello que sabe que entra en lo probable de nuestros pensamientos, de nuestras apetencias, de nuestras ideosincrasias… Si el diablo fuera muy evidente sería de fácil contraataque pero… no es evidente. No te hace tropezar en la curva sino más bien cuando camina en la recta, seguro de sí, desprevenido.

¡Qué lógico parece Pedro intentando que su Maestro no sufra! ¡Qué lógico y qué peligroso para Jesús!

Un abrazo fraterno

El alzheimer del cristiano (Salmo 105)

Qué Salmo el de hoy… Reproduzco alguna frase:

– «… no comprendieron tus maravillas»muertedesierto
– «… pronto olvidaron sus obras»
– «… no se fiaron de sus planes»
– «… tentaron a Dios»
– «… se olvidaron de Dios, su salvador»

Que sensación más escalofriante. ¿Haré yo esto a veces? ¿Me olvido de Dios? ¿Dejo de fiarme de Él cuando llego al desierto? ¿Olvido? Buf, qué mal rollo… Olvidar… Seguro que lo hago cuando llegan los tiempos duros. También como pueblo lo hacemos, como Israel, como familia… Nos quejamos y miramos a Dios con desprecio cuando nos toca la enfermedad, el dolor, el sinsabor, el desconcierto, la aridez. Olvidamos. Olvidamos todas las bendiciones anteriores y dejamos de comprender.

Jesús nos lo puso más fácil. Jesús fue como uno de estos manuales para tontos. «The Kingdom for dummies»… algo así… Ya no fue Israel sino Él mismo el que lo experimentó. Él mismo experimentó el desierto, la tentación, el abandono, la traición, la desesperación, la soledad, el rechazo, la persecución, la cruz… Lleno de pedagogía, Dios nos mostró con el Cristo, con su Hijo, el camino hacia la tierra prometida, la Resurrección. Y en ese camino hay desierto y soledad y dolor y persecución y cruz… y muerte. 

Parece que cuando Israel salió de Egipto se esperaba un camino de rosas, propio del estado de bienestar actual. ¡Bien! ¡Qué majo es el Señor que nos libera y nos promete! No se esperaba un camino largo, duro y, a veces, desconcertante.

Señor, ayúdame a no olvidar, a fiarme, a mantener mis ojos fijos en ti en la calurosa aridez y soledad del desierto.

Un abrazo fraterno

Jesús, ideal para tu dieta (Mateo 14, 13-21)

Hoy es de esos días en los que la primera lectura y el Evangelio van tan íntimamente relacionados que es precioso hacer oración con ambas.

Me sorprenden las palabras que Moisés le dirige a Dios. Son palabras de un hombre extenuado, cansado, que soporta un peso tremendo y que, a veces, llega a su límite. Carga con un pueblo desagradecido y protestón, que parece que no es capaz de agradecer a Yahvé su salida de Egipto, su protección, su maná…  Moisés es también, como ya comenté en días previos, un hombre que habla cara a cara con Dios. Sin miedo. Sin tapujos, Con plena confianza. Quejándose cuando lo considera oportuno, pidiendo fuerzas, soluciones, salidas, perdón… Su actitud me hace reflexionar sobre mi manera de dirigirme al Padre, posiblemente no tan confiada, sí más respetuosa.cuerpodecristo

Israel está cansado del maná y pide carne y pescado. Israel quiere comer otra cosa. El maná ya no le sacia. El Evangelio da la solución. Jesús es el verdadero alimento, Jesús es el Pan que sacia, el Pan que colma, el Pan que se derrama y se reparte a manos llenas.

Yo, tan preocupado por mi alimentación y mi dieta… ¿tengo esto claro? ¿Tengo claro que Jesús es el alimento perfecto? Jesús no engorda. Jesús no sube el colesterol. Jesús no da hambre. Jesús no acumula grasa en las arterias. Jesús se puede repartir. Jesús llega para todos. Jesús es calma en mis días de ansiedad, es lujo para una cena especial, es amor para el que no tiene nada que llevarse a la boca. ¿Por qué como tantas cosas que no me sacian y frecuento tan poco el alimento que va directo a mi alma, a mi corazón, a todo mi ser?

Cuando incorporo a Jesús a mi dieta, y lo hago la base de mi pirámide alimenticia, la vida se convierte en un auténtico milagro.

Un abrazo fraterno

Nube baja (Éxodo 40, 16-21. 34-38)

La nube del Señor… Siempre sobrevolando mi cielo. Presencia continua. Yo la siento ahí. La veo. Es Dios, que está siempre. Es el Espíritu que sopla. Es la mano que me guía. nubebaja

Siempre dispuesto a levantar el campamento e irme, caminar tras el Señor, a tierras nuevas, lugares distintos, misiones particulares…

Esperar es lo que más me cuesta. Ese tiempo en el que toca estar, reposar, trabajar día a día en algo, con la sensación de que la nube se levantará pronto, con la sensación y con el deseo…

Señor, hoy te pido concreción. Que la nube se levante, que me guíe, que me lleve, que no deje que me pierde, que me extravíe, que me acomode…

Un abrazo fraterno

Tengo una cita con Dios (Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28)

Qué preciosa es la primera lectura de hoy. Es una Palabra con la que Dios me susurra amorosamente tantas cosas…

1) TIENDA DEL ENCUENTRO – ¿Tengo yo una tienda del encuentro? ¿Dónde me retiro a encontrarme con el Señor? ¿Qué espacio o lugar dedico o dispongo para hablar con el Padre? Moisés la sitúa fuera del campamento. Su tienda le obliga a salir, a dejar, a parar, a ir… Es verdad que uno puede hacer oración de muchas maneras, en su actividad diaria, compartiendo ratos de familia, en el metro… Pero creo que el Señor también pide momentos en los que el encuentro sea consciente, elegido, exclusivo… y me obligue a caminar, a salir, a ir hacia Él. En el momento de vida actual ésto me cuesta mucho. Con tres niños pequeños, me está siendo muy complicado para salir de casa, ir un ratito a la Iglesia, acercarme al sacramento de la reconciliación, orar frente al Sagrario… No desfallezco y he buscado mis ratos de soledad para orar en casa pero no es lo mismo. Poco a poco. El Señor conoce mis limitaciones. Sigue esperando…

2) CARA A CARA – Con el Señor hay que hablar como Moisés, cara a cara, mirándole a los ojos y dejándonos mirar por Él. Ya Jesús lo dijo: no os llamo esclavos sino amigos. No hay que tener miedo. Si me apuro, ni siquiera un excesivo respeto paternal. El Señor Dios es Padre cercano, comprensivo, misericordioso… Sabe quién soy, me conoce, me quiere… Espera mucho de mi pero no me asfixia ni me agobia cuando los resultados no se corresponden… Al contrario, me anima, me acaricia, me da la mano. Me dice las cosas con claridad y espera lo mismo de mi. Ya en la época de Moisés, nuestro Dios era 2.0, de comunicación e interacción bidireccional. ¡Qué maravilla! 

3) JUSTICIA Y GRACIA – Así es mi Dios. Justo y misericordioso. Leyendo hace poco la encíclica de Benedicto XVI, «Spe Salvi», me encantó la parte final dedicada al juicio final. Explicaba en ella que justicia y gracia van íntimamente de la mano. Si sólo hubiera justicia, pereceríamos por nuestros pecados. Si sólo hubiera gracia, todo valdría y Dios no sería justo. Por eso ambas van de la mano. Se nos juzgará, sí, pero con inmenso amor. Ojalá sea capaz de orientar mi vida para saber responder a ese amor con mucho amor con mi prójimo.

Gracias Padre por tu palabra de hoy. Gracias por encontrarte conmigo. Gracias por mirarme a los ojos. Gracias por quererme,

Un abrazo fraterno

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