El Señor es mi luz, aunque a veces encienda linternas (Sal 26)

Al final todo va de querer, de amar. Pero se necesita mucha luz para distinguir el buen amor. Esa luz sólo la da Dios. El Señor es mi luz, aunque a veces me empeñe en encender linternas de tiendas de «todo a 100».

Se necesita mucha luz para querer a los que uno tiene cerca, en lugar de perderse en discusiones de bajo nivel que no llevan a sitios de especial interés turístico. Yo la necesito para frenar mi necesidad de llevar siempre la razón, de pretender que la mirada con la que veo el mundo, sea la mirada de todos. La necesito, Señor, para atender las necesidades de aquellos a los que más quiero; para dejar salir la dulzura que me habita pero que tiene miedo de salir…

Se necesita mucha luz para gastar el tiempo en lo que vale la pena, de discernir dónde sí y dónde no, con quién sí y con quién no. Yo la necesito para centrar mis esfuerzos y energías y poder transparentarte mejor, Dios mío, hablar mejor de Ti, parecerme más a Ti. La necesito, Señor, para saber elegir los momentos que hacen que la vida valga la pena de verdad; elegir los primeros platos y los exquisitos postres y no las migajas y las sobras de la existencia.

Se necesita mucha luz para darse, desnudarse, entregarse, gastarse y sentir, por momentos, que hace frío, que duele, que no hay nadie, que no hay frutos, que no vale la pena, que todo son heridas. La necesito, Señor, para ponerte en medio, delante, y hacerlo por Ti, hacerlo contigo, como Tú lo hiciste en el Calvario, a fondo perdido.

Quiero luz, Señor, y no linternas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor guarda a los peregrinos (Sal 145)

El Señor guarda a los peregrinos.

El Señor guarda y protege a aquellos que buscan y no se conforman.
El Señor guarda y protege a aquellos que se ponen en camino, que salen a los senderos de la vida.

El Señor guarda y protege a aquellos que quieren mirar hacia adentro, que saben que el viaje más difícil es al Misterio que los habita.
El Señor guarda y protege a aquellos que paladean el silencio, el sol en la cara, la caricia del viento… y también el bramido de la tormenta.

El Señor guarda y protege a los que no se acomodan espiritualmente, a los inquietos que se dejan zarandear por el Espíritu.
El Señor guarda y protege a los que se cansan y llegan al final del día satisfechos de sus botas gastadas.

El Señor guarda y protege a aquellos que encuentran su hogar en Él y que se sienten en casa, estén donde estén, si están a su lado.
El Señor guarda y protege a los que aceptan la hospitalidad del otro y se dejan curar las ampollas que la vida ha deparado.

El Señor guarda y protege a los que se saben en misión, a los que bordean precipicios sin todas las respuestas.
El Señor guarda y protege a los que le responden y buscan su voluntad, a tientas muchas veces, pero con pasión.

El Señor guarda y protege a los que no giran la cara ni niegan saludo a aquellos que aparecen en su camino.
El Señor guarda y protege a aquellos que le descubren en rostros ajenos, en fuentes, curvas, senderos y barrizales.

El Señor guarda y protege a los que le aman porque le conocen.
El Señor guarda y protege a los que le conocen porque aman mucho.

El Señor guarda a los peregrinos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Evangelio hecho vida (Sal 18)

No hay mejor para evangelizar que una vida entregada que huela a Jesús de Nazaret. No hay palabras, ni homilías, ni discursos… no hay charlas TED suficientes ni canciones enrolladas… para llevar a la gente a Cristo, nada como una vida llena de Dios.

Siendo realistas, es difícil tener una vida 100% de Cristo. Esa plenitud posiblemente sólo la encontraremos en la eternidad. Pero si es posible mostrar gratis lo que uno ha recibido gratis. Tú también puedes hacerlo. Es posible mostrar que se puede vivir desde el amor. Es posible mostrar que el amor, si es de verdad, es para siempre. Es posible mostrar una comunidad de hermanos donde se vive cada día la fraternidad y donde lo de uno, es de todos. Es posible ser joven y vivir la amistad, los estudios, la pareja… desde la entrega, la generosidad y la verdad. Es posible estar atento a las heridas del prójimo que tenemos cerca. Es posible dar el poco pan que me queda para que otro coma. Es posible dedicar tiempo y esfuerzos a que otros vivan mejor. Es posible ser más pobre. Es posible pedir perdón y ser perdonado. Es posible caer una y otra vez y seguir con la sonrisa del que nunca desfallece. Es posible dar sentido a la enfermedad, a la pérdida, al sufrimiento.

Hay tantos y tantos testimonios diarios de eso que uno se pregunta por qué seguimos dando la chapa tantas veces, intentando convencer cabeza-a-cabeza en lugar de corazón-a-corazón.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Bendíceme, Señor (Sal 66)

Bendíceme, Señor. Bendíceme hoy y mañana. Bendíceme al comenzar el día y al afrontar la noche que llega inexorable.

Muchas veces lo pienso y pocas veces te lo digo, Señor. Quiero tu bendición cuando salgo cada mañana de casa, camino del aula. Quiero me des fuerza y que, como dice el salmista, hagas brillar tu rostro sobre mí. Que todos los chicos con los que me encuentre, te encuentren a Ti; que los que me miren, te vean a Ti; que aquellos a los que hable, cuide, consuele, escuche… te descubran a Ti. Tu rostro inscrito en el mío es lo mejor que tengo.

Gracias Padre por cuidarme, por gobernar mi vida con amor y justicia. Gracias por mirarme con agrado y por ser fiel a las promesas que me has hecho desde el comienzo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios te escucha (Sal 33)

Siempre me ha dado miedo quedarme encerrado en un ascensor. Estar asfixiado entre cuatro paredes, en un cubículo de escaso tamaño… Sólo pensarlo me provoca ansiedad y el corazón empieza a latir con más fuerza de lo normal y más rápido. Si me lo imagino, me veo gritando, pidiendo ayuda, sin encontrar respuesta al otro lado. Qué angustia eso de clamar, de gritar, de pedir auxilio, y sentir que no hay respuesta.

Hay personas que experimentan lo mismo en su vida. Ahogo, claustrofobia vital, asfixia existencial, angustia. Son las consecuencias de haber llegado a un momento donde pareciera que el oxígeno se acaba, donde pareciera que todo juega en contra, donde la presión de sentir que no hay salida, que no hay posibilidad de cambio, que no hay esperanza… crece hasta la angustia; Pero, tal vez, lo peor sea la sensación de gritar… y sentir la fría respuesta de la soledad.

Dios te escucha. Si estás ahí, encerrado, agobiada; si te sientes sin salida, Dios te escucha. Dios está cerca de ti. Dios va a sacarte de ahí. ¿Por qué lo sé? Porque lo he vivido, lo he experimentado en mi vida y porque he conocido a muchos otros que lo han experimentado también. Porque lo lleva haciendo desde el comienzo de los tiempos. Y porque Dios no puede no escuchar. Dios es escucha.

¿Cuál será su respuesta? ¿De qué manera llegará a ti? ¿Cómo te insuflará oxígeno? Eso no te lo puedo decir. Dios se sirve de todo y de todos para llevar su salvación a cada uno de sus hijos e hijas.

La diferencia con los políticos, los influencers, los famosetes y los vendehumos es que Dios siempre cumple sus promesas. Y Él ha prometido no dejarte solo, sola, nunca. Y lo cumplirá. Descansa. Tal vez sea tiempo de respirar, despacio, intentar que la ansiedad baje, sentarse a esperar. Cuando menos te lo esperas, se abrirá la trampilla y podrás volver a respirar aire fresco.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Un cántico nuevo (Sal 95)

Es hora de cerrar un ciclo y comenzar otro. ¿Mejor? ¿Peor? ¿Cómo se califican los años, en los que tantas cosas pasan? ¿Cómo valorar lo que este anciano 2020 nos ha quitado y nos ha aportado? ¿Habrá que dejar pasar el tiempo?

Lo que es claro es que Dios lo hace todo nuevo y que de las cenizas que hoy tocamos con las manos, Él nos ayudará a sacar vida de nuevo.

Es tiempo de cantar un cántico nuevo, diferente. Se asoma una nueva oportunidad. Cada día lo es. Cada año también. Celebremos la vida. Celebremos el amor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Escúchame, Señor (Sal 68)

Soy un pobre malherido. Esto dice el salmista en el salmo que hoy nos presenta la liturgia. Es una verdad universal. Todos tenemos heridas. Heridas físicas. Heridas emocionales. Heridas espirituales.

Las heridas son signo de batallas, de luchas internas o externas. Las heridas son huellas de sufrimiento, de dolor. Pueden estar cicatrizadas o pueden estar abiertas, todavía en proceso de curación.

Las heridas tienen detrás historias, rostros, momentos. Nos hablan del pasado pero su aroma llega hasta el presente. Soy un pobre malherido. ¿Qué heridas tiene mi vida cuando miro hacia atrás? ¿Están curadas?

El Señor es el médico que ha venido a sanar a los enfermos. Ahí estamos todos. Es a Él a quién debemos hablar, contarle lo que nos pasa, decirle lo que nos duele. Pon tus heridas en sus manos delicadas, precisas, sabias, amorosas. Y permite que las trate.

Escúchame, Señor. Estoy herido. Necesito que me cures.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor está cerca, contigo. No tengas miedo. (Sal 120)

Difícil día hoy para comentar el Evangelio. Las Bienaventuranzas. Me cuestan. Me cuesta decir algo sobre lo que ya Jesús dice. Me cuesta comentar porque todo está claro. Me cuestan por la sencillez de su planteamiento. Me cuestan por la dificultad de hacerlas vida. Me cuestan porque me dejan callado.

Pero iluminadas por el salmo 120, me inspiran y me llena de paz. El salmo 120, que tantas veces canté gracias a la Hermana Glenda, es uno de mis salmos favoritos. Es un salmo que invita a la confianza en Aquel que te cuida, te guarda, te protege, te alimenta… porque te ama.

Las Bienaventuranzas son una invitación a vivir según el Reino y a abandonarse en sus consecuencias. La apuesta es de órdago y, generalmente, trae complicaciones; como cualquier apuesta de amor.

El Señor viene, está cerca contigo. Y te dice: – no tengas miedo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

No a nosotros, Señor (Sal 113)

Siempre es una tentación. Presentarnos delante del mundo como Dios mismo. Pensar que somos nosotros los que ofrecemos una palabra transformadora. Pensar que somos nosotros los que cambian la vida de las personas. Pensar que es nuestra capacidad la que acerca el cielo y salva al mundo.

Pero no somos nosotros, Señor. No es a nosotros a quiénes deben seguir. Deben conocerte a Ti, Señor. Deben seguirte a Ti, Señor. Deben creer en Ti, Señor.

Protégeme de mi soberbia. Ayúdame a no convertirme en un dios de plata y oro. Recuérdame mi pequeñez y mi pobreza para que no creca en mí el engreimiento.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Cómo te podré pagar, Señor? (Sal 115)

En medio de tanta desolación, de tanta pobreza, de tanta soledad, de tanta enfermedad, de tanto cansancio… sólo me brota levantar a ti las manos, Señor. Porque sé que nuestro dolor es el tuyo. Sé que tú velas por tus hijos y que te desvelas pensando en nuestro sufrimiento.

Y te pido que prepares mi corazón para devolver a manos llenas tanto bien como he recibido. Ojalá sepa estar a la altura.

Un abrazo fraterno – @scasanovam