¿Por qué Dios os concede el Espíritu…? (Ga 3,1-5)

…porque observáis la ley o porque respondéis a la fe?»

Observar la ley es seguir fielmente lo que la ley pone sin más. Porque es ley. Porque es norma. Me viene dado. Responder a la fe es mucho más complicado, incierto. Y la mayoría de las veces lleva a cumplir la ley pero es otra cosa. Responder a la fe es no tener asideros y vivir según el Espíritu. Intuir y escuchar la brisa. Responder a la fe es tener bien dispuesto el corazón, las entrañas. Responder a la fe es enamorarse de Cristo. Es hablar de amor.

¡Vaya bronca la de Pablo! Gálatas… palabra clave para mi comunidad. Palabra fundante.

Un abrazo fraterno

Padre (Lc 11, 1-4)

Es la primera palabra que utiliza Jesús en su intento por enseñar a sus discípulos cómo orar. Y, posiblemente, sea la palabra clave no sólo del contenido de lo que se dice sino de la actitud con la que uno debe disponerse a orar.

«Padre» le quita a la oración el peso del encorsetamiento y, por contra, le inyecta una naturalidad y cercanía que le permite a uno orar más veces de las que se piensa. Orar es hablar con tu padre. Ni más ni menos. Contarle y escucharle.

Esa es la manera en la que Jesús responde a aquellos que piensan que hay una manera de hacer para todo. Gracias PADRE por revelar esto a los sencillos…

Un abrazo fraterno

Marta, Marta… (Lc 10, 38-42)

Siempre me ha hecho gracia esta regañina cariñosa que Jesús le propina a Marta. Es la única vez que repite el mismo nombre dos veces seguidas… je, je, je…

Yo, a veces, también ando inquieto y nervioso. Y pierdo el norte. Hoy Jesús me recuerda que pocas cosas las importantes y que no vale la pena afanarse en «extras» inútiles. Disfruta de mi, le viene a decir, y déjate de chorradas.

Tomo nota.

Un abrazo fraterno

Buscad y encontraréis (Mt 7,7-11)

De la tripleta de frasecillas del Evangelio de hoy me quedo con ésta: «Buscad y encontraréis».

Buscar es un verbo activo. Implica acción y voluntad del sujeto. Lo que se encuentra no es fruto del destino, de la suerte… es fruto de la decidida, confiada y arriesgada decisión de «buscar». Buscarme a mi mismo. Buscar mi felicidad. Buscar a Dios. Buscar a Cristo en el prójimo. Buscar mi lugar. Buscar mis dones. Buscar el tesoro del que habla la Palabra.

También creo, por otra parte, que este verbo activo no debe acompañarse de ansiedad. Una cosa es buscar y la otra desesperarse buscando y no encontrando. Se trata de disponer la voluntad, agudizar los sentidos y saber escoger cada día desde que me levanto hasta que me acuesto. Todo ésto aderezado con amor al prójimo y confianza en el Padre, que me ama y que conoce a quién eligió, irá haciendo camino.

Un día miraré atrás y reconoceré con gusto: Busqué y, sin duda, ahora me doy cuenta, encontré.

Un abrazo fraterno

Isaías 42: Un fin de semana lleno de Dios

Esta entrada no es para comentar la Palabra de hoy, ni la de ayer, ni la de mañana. Es simplemente la decisión de querer plasmar en palabras todo lo vivido este fin de semana que se termina con el objetivo de que el viento del tiempo no se lo lleve. Debe permanecer.

El fin de semana empezó en el intercambiador de Moncloa. Allí recogí a Violeta, Sandra y Elena alrededor de las 6 de la tarde. Laura se iba en bus y a Laura la llevaban sus padres. Nos esperaban en Villa Santa Mónica, en Becerril de la Sierra. Íbamos a empezar un retiro importante: el retiro previo a recibir el sacramento de la confirmación, el ansiado, deseado y largamente esperado sacramento. Nadie podía imaginar de aquella que la casa, el lugar, el entorno, la compañía y la presencia del Espíritu iban a ser como al final fueron. Una pintada en una roca cerca ya de Becerril nos marcaba el objetivo: «Busca a Dios».

Villa Santa Mónica es una maravilla. Es irse a la montaña literalmente. Y en la montaña habita Dios. ¿A qué sí? Sor Ángeles nos llevó a nuestro rinconcito. Había que andar a lo largo de un camino de tierra auténtico y eso iba a ser el preámbulo, el símbolo de para lo que estábamos allí. Habímos ido a caminar en busca del Padre, a salir a su encuentro, a dar un paso más. Los árboles, las plantas, las piñas caídas y las hojas ya secas del otoño eran hermosos compañeros de camino. Y poder pasar tres días en esa fortaleza era también signo del don deseado. Cada uno en su habitación. Un salón inmenso. Unas vistas amplias. Una capilla que te llamaba a gritos a la oración… Un regalo.

Lo primero fue hacer nuestro rincón y repartir roles. Violeta se encargaría de las velas, Laura del tiempo, Sandra de las luces, Laura de la música y Elena ya tenía bastante con sostenerse a sí misma (iba cojita, je, je, je). La Biblia en medio rodeada de luz y 6 sillas en círculo para vernos, para contemplarnos, para descubrir el brillo de Dios en los ojos de cada uno. Había sed. Se palpaba el hambre. Y empezamos a compartir el documento previo que trabajaron durante toda la semana. Y el Espíritu estaba allí también. Y llegó la hora de cenar. Y bajamos vistiéndonos de la noche, oliendo la paz y saboreando el silencio que aparece con la luna. Y en la mesa, sentados ya, a Elena se le ocurrió que había 6 comidas de aquí al comingo y que podíamos bendecir la mesa una vez cada una. ¡Qué gran idea Elena! Y ella fue la primera. Cada una impregnando la bendición de ella misma. Sin engaños.

Y llegó la noche. Y la primera contemplación. La Nube que se mueve y se para. El pueblo que la sigue. Y el espíritu en cada una de vosotras, compartiendo vuestros miedos, vuestros sueños, vuestros deseos, vuestras dificultades. Pero la contemplación no acabaría ahí. Antes de que el sueño nos venciera tomamos juntos una decisión importante: no meternos en la cama sin salir afuera y contemplar las estrellas en ese gran, amplio y limpio cielo que se nos había regalado. Y vimos Casiopea, y Orion… ¡y pasó una estrella fugaz! Y el Espíritu estaba allí también. Vimos a Dios mismo. Grande. Bello. Poderoso. Amoroso.

Y llegó el «sábado de los sacramentos» con el tanque de agua y el señor Mansueto. Y clarificamos ideas y conceptos y orientamos nuestra actitud y nuestra mirada de cara a lo que pronto celebraremos juntos. Y empezamos a entender que es eso de sacramento y lo poco que lo usamos… Y comimos y merendamos y cenamos con dos catequesis por el medio y una hermosa conversación sobre la comunidad. Y sobre el grupo. Y sobre el presente y el futuro contrastado con lo que ya íbamos trabajando. Y todo esto encima de una enorme roca en medio del campo, siendo parte del Todo.

Y llegó la noche y contemplamos las primeras comunidades de Hechos y oramos juntos, Y cansados nos retiramos pronto. Y algunos no quisimos desperdiciar el regalo celestial y no pudimos evitar salir a la noche y ver las estrellas…

Y el domingo fue realmente el día del Señor. Última contemplación y hermosísima celebración de la Palabra (no teníamos cura…) en el patio de la fortaleza. Delante la Palabra, en su altar. Y el terreno pedregoso, y el terreno espinoso, y la tierra buena… Y cantamos. Y celebramos por todo lo alto. Y escuchamos la Palabra. Y compartimos vida y oración. Y llegó el primero de los signos: lectura personal de un trozo de Isaías 42, con la tierra entre las manos. Una misión. Un mandato. Y el sonar de una campana, una a una, fue el signo que elevaba vuestra disposición y vuestro sí a los cielos refrendado con un abrazo fraterno de las que caminan juntas. Y oramos juntos el Padrenuestro y ¡una grande y hermosa mariposa blanca sobrevoló por encima de nuestras cabezas durante unos segundos! Y el Espíritu estaba allí también. Y llegó la bendición. Juntas. De la mano. Cada una para las otras. Contagiando. Amando. Aconsejando. Acariciando. Y me despedí con la sensación de haber estado en una de las celebraciones más hermosas de los últimos tiempos.

Y hubo risas. Y bromas. Y concesiones. Y frases para la posteridad. Y chistes para olvidar, je, je, je… Y todo esto sintiéndome tremendamente a gusto y acogido por esas agustinas simpáticas y cariñosas.

Un fin de semana lleno de Dios. Compartido con vosotras. Violeta, Sandra, Laura, Elena y Laura. Luz para las naciones. Muchos besos

Eres mi sierva a quien yo sostengo,
mi elegida en quien se complace mi alma.
He puesto mi espíritu sobre ti:
dictarás ley a las naciones.
Yo, Dios, te he llamado en justicia,
te tomé de la mano yte formé,
y te destino a ser alianza del pueblo y luz de las gentes,
para abrir los ojos a los ciegos,
para sacar del calabozo al preso y
de la cárcel a los que viven en tinieblas.

No llevéis nada para el camino (Lc 9, 1-6)

Hoy ha sido mi cumpleaños. 32 añitos. Un chaval. 32 Tours disputados de 365 etapas cada uno. Con sus contrarreloj, sus finales en alto, sus vertiginosas bajadas, sus caídas, sus retiradas, sus sprints, sus metas volantes… en fin. Como decía Carlos Ferrer Salat, «lo importante no es participar sino hacer todo lo posible por ganar». Y creo que la vida, el mejor de los deportes, sucede lo mismo. Eso de participar sabe a poco. Yo quiero ganar. Al menos intentarlo.

Y para ganar… ¡cuánto más ligero mejor! Aquí viene la lección de Jesús que sabía que para el camino no hace falta demasiado. Como dice una canción «quiénes van con prisa nunca ven el cielo».

Miro para atrás, miro a los lados y miro hacia adelante. Todo es importante. Los días que cumplo años me pongo especialmente «morriñoso» y suelo poner Luar na Lubre o muñeiras da miña terra. Es como sentir mis raíces más hondas, recordar a la familia que tengo lejos y hacer presente ese sentimiento de que aunque sy feliz y todo va bien… me gustaría tener a mis padres, a mi hermano y a mis amigos de siempre cerca. Hay palabras, miradas, abrazos insustituibles. Yo he aprendido a vivir sin ellos pero eso nos los hace prescindibles de repente. Y los días que cumplo  años suelo hacer todo esto presente.

As notas da miña música galega mistúranse coas miñas bágoas. Non é sinxelo dici-lo que viaxa por dentro. Hai tanto tempo que non escribo en galego que non sei se o estarei facendo ben pero tiña ganas de facelo. Hoxe cumpro 32 anos. E espero cumprir moitos máis sen esquezer o batir das olas atlánticas do meu mar, a néboa e o orballo das mañás de inverno e o verde esperanza dunha terra sinxela, máxica e tremendamente fermosa.

Un abrazo fraterno

Deseé… (Sal 118)

Deseos… vale la pena darle vueltas… ¿Qué deseo? ¿Mis deseos? Y me encuentro con este vídeo que me parece genial… Como papá que soy, me enternece. Besos

 

 

… lo pone en el candelero (Lc 8, 16-18)

El sentimiento que se prodiga en mi en esta última etapa de mi vida de fe, de mi vida de apostolado y testimonio, es que mi candil no está en el candelero. Está, sí. Y posiblemente no esté tapado, no. Pero no está en el candelero. El oxígeno escasea y, ya se sabe: sin oxígeno la mecha no acaba de prender como debería. La luz temblequea un poco y el candil sabe que es hora de buscar lugares más amplios y llenos de oscuridad.

Llevar esta palabra a la vida me parece fundamental. Desperdiciar candeleros, candiles y mechas me parece de tal despilfarro apostolar que, tal como está el mundo, no nos lo podemos permitir. Y yo estoy llamado a dar luz y a mantener mi candil en forma y encendido a tope. Por supuesto que uno a veces pasa por baches, por crisis, por dudas, por miedos, por desilusiones… pero apagarse por dejadez, por comodidad, por inmovilismo, por ceguera es distinto. No estoy dispuesto.

Un abrazo fraterno

Porque ha amado mucho… (Lc 7, 36-50)

Los pecados le quedan perdonados… porque ha amado mucho.

Y me acuerdo de un pasaje del «Manual del Guerrero de la Luz» de Paulo Coelho:

«Un grupo muy grande de personas está en medio de la carretera, impidiendo cruzar el camino que lleva al Paraíso.

El puritano pregunta:

– ¿Por qué los pecadores?

Y el moralista clama:

– ¡La prostituta quiere tomar parte en el banquete!

Grita el guardián de los valores sociales:

– ¡Cómo perdonar a la mujer adúltera, si ella pecó!

El penitente rasga sus ropas:

– ¿Por  qué curar a un ciego que sólo  piensa en su enfermedad y ni siquiera lo agradece?

Se subleva el asceta:

            – ¿Cómo dejas que la mujer derrame en tus cabellos una esencia tan cara? ¿Por qué no venderla y comprar comida?

Sonriendo, Jesús aguanta la puerta abierta. Y los guerreros de la luz entran, independientemente de la gritería histérica.»

Amor. Por eso se nos juzgará.

Un abrazo fraterno

Ambicionad los carismas mejores (1Co 12, 31-13,13)

Creo que es una ambición sana. ¡Qué ambicioso soy para otras cosas en la vida y qué poco para parecerme lo más posible a Jesús!

Más que ambicionar carismas el Señor me llama a ser ambicioso conmigo mismo, a hacer de mi lo mejor, a aspirar a amar mucho y bien, a aspirar a ser un gran constructor del Reino. Esto no implica reconocimiento ni publicidad. Es algo que va por dentro. Es ambicionar la paz de Jesús. Es ambicionar el encuentro definitivo con Cristo. Es ambicionar la explosión de mis dones. Es ambicionar… sanamente.

La palabra de hoy me llama a abandonar ciertas mediocridades. Tomo buena nota…

Un abrazo fraterno