El mayor de los pecados (Mc 3, 22-30)

Todos los pecados se perdonan. Todos. Eso dice Jesús. Excepto uno. Y curiosamente no es algo que podamos decir «que se hace», que es con lo que solemos identificar el pecado, con actos «malos», acciones «equivocadas». Va más allá. Blasfemar contra el Espíritu Santo. No sé muy bien cómo interpretar estas palabras pero a mí me suena a querer rechazar la vida que se me ha dado, el don que se me ha concedido.

El Espíritu es el dador de vida. Blasfemar contra Él sólo puede ser actuar desde mi propia voluntad en contra de esa vida que Él me insufla. No hay mayor pecado. Negarme a ser feliz. Negarme a ser amado. Negarme a ser perdonado. Negarme a ser yo.

Suena muy espiritual pero en la práctica, hay personas que deciden exactamente eso. Tal vez por eso, el mundo no acaba de enderezar el rumbo…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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