Lo que oímos y aprendimos… lo contaremos (Sal 77)

     Si yo soy lo que soy hoy es, en parte, gracias a lo recibido de mis padres. De ellos recibí amor, cariño, cuidado, compañía, seguridad, protección. Ellos me enseñaron lo importante, me transmitieron unos valores, me proporcionaron una educación. Me dieron la oportunidad de crecer, de formarme, de conocer, de experimentar. Pero es inevitable mirar atrás y comprobar que fueron ellos los que plantaron la semilla de la fe en mi persona. Las primeras oraciones sencillas, los primeros cuentos de Jesús, las primeras caricias al Niño en Navidad, la asistencia a la Eucaristía, la progresiva enseñanza de la doctrina… Ha sido un plantar constante esperando que el Señor hiciera su parte y el don de la fe pudiera ser para mi.

     Han pasado los años y yo, cogiendo no sólo el timón de mi vida sino también el de mi fe, fui madurando poco a poco todo lo aprendido. Mi fe y mis convicciones fueron creciendo hasta el punto de que no se basa ya en lo enseñado sino en lo experimentado en carne propia y en lo sintetizado por uno mismo. Todos estamos llamados a superar la fase primera. ¡Pero qué facil es depurar lo construido! ¡Qué fácil podar y cuidar la planta ya surgida!

     El Salmo de hoy nos propone a todos comunicar a los que nos siguen lo que gratis recibimos. En primer lugar a nuestros hijos y luego a los jóvenes y niños de hoy que no gozan, en muchas ocasiones, de semilla plantada. Esto es parte del compromiso de mi ser cristiano. No sirve mirar a otro lado. No sirve acomodarse. No sirve no sentirse parte de una cadena. Esta es parte de la misión. ¡Gracias Padre por lo recibido! ¡Dame entendimiento y amor para comunicarlo de la manera que sea de mayor utilidad!

 Un abrazo fraterno

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